Familias completas escarban en la basura para comer y ganar dinero - Piedra OnLine

InformaciĆ³n del Mundo

lunes, 30 de mayo de 2016

Familias completas escarban en la basura para comer y ganar dinero

Los que viven de juntar los que otros tiran recolectan plĆ”stico, cobre, vidrio y papel. Al lugar de trabajo lo llaman “Cacho” o “Shopping”. Tiene sus propias reglas.
Agencia NeuquƩn -

El frĆ­o corta la piel y en el cielo gris los chimangos vuelan bajo. Hombres, mujeres y niƱos se reĆŗnen frente a pequeƱas fogatas. Hay caballos cabizbajos con acoplados llenos de cartones y verduras rancias. El humo no tapa el olor a basura. De pronto un motor ruge y el camiĆ³n blanco se acerca. Los hombres van hacia Ć©l con la velocidad que un cardumen nada hacia una miga de pan. Lo rodean, lo trepan, se suben al techo. La mole blanca no se detiene y los lleva a todos pegados, desesperados porque ahĆ­, viene la cena de hoy.

Lino, arroz, maĆ­z, las calles de la Colonia Rural Nueva Esperanza tienen nombres de cereales aunque por falta de agua crecen pocos en esas tierras. AhĆ­ mucha gente se dedica a criar chanchos, pollos y otros tantos van al basural.

Cata, la maestra del centro de FormaciĆ³n de Adultos, pasĆ³ por la FundaciĆ³n Hueche y se fue a casa de MarĆ­a, donde la esperan sus alumnos: VerĆ³nica y VĆ­ctor. Cuando detiene el auto siete perros gordos vienen a recibirla. Adentro, MarĆ­a ceba mate, mientras las historias del “Cacho” se comparten en la mesa.

“Cacho o shopping, asĆ­ le decimos al basurero. Hay gente que va todos los dĆ­as y de ahĆ­ sacamos la comida. TambiĆ©n se vende cobre, papel, cartĆ³n, vidrio”, explica la dueƱa de casa.

“Hay gente que se queda a dormir, porque junta mucho y no tienen como llevarlo. Algunos lo llevan en carro, a caballo o podĆ©s cambiar el viaje por material”, dice VĆ­ctor.




Para comer encuentran carne, pollo, las sobras de restaurantes. El papel, vidrio, cartĆ³n y cobre se venden para comprar la garrafa, remedios o mejorar la casa. Por un kilo de papel les pueden dar 0,75 centavos y por uno de cobre $35. Ellos lo juntan, lo clasifican y despuĆ©s pasa el camiĆ³n de Poleo o se lo llevan a SolĆ­s que son los que lo compran.

A unos 300 metros de esa casa estƔ el basurero. En el camino hacia su encuentro, los cadƔveres de lechones y perros llenan el lugar de olor a muerto.

Arriba todo tiene su cĆ³digo. Revolver la basura se llama cachurear y las ratas son quienes juntan lo que otros apartaron. “Cuando estĆ” lindo el dĆ­a se llena de gente, son como hormigas”, dice MarĆ­a.

Al llegar al predio una pareja quema los cables para liberar el cobre del plƔstico. Cuentan que fueron a buscar comida para sus cerdos.

Sobre dos piedras hay una especie de parrilla con los huesos de un pollo que sirviĆ³ de almuerzo. Tienen las manos negras y las botas de goma se les entierran en el barro revuelto con bolsas y verduras podridas.

Riesgos


“A veces se arma la rosca y te tenĆ©s que ir para el otro lado ¿Capiye?”, dice VĆ­ctor y se rĆ­e.

Es que el Cacho tiene sus riesgos. Hubo heridos con la mƔquina que entierra la basura, pero lo mƔs habitual son las peleas.

“Las pequeƱas discusiones en la basura pueden hacer que despuĆ©s te quemen tu casa o te la llenen de agujeros. Como en todos lados, hay gente buena, mala o solidaria”, dice Vero.

A las cuatro de la tarde algunos estĆ”n tirados sobre las pilas de cartones. Otros se juntan y fuman en medio de la bruma que cubre todo. Una Ford Ranger estaciona y se baja un hombre de mameluco blanco. Dicen que es el playero que los organiza cuando descargan los contenedores. De repente se escucha el ruido del motor del camiĆ³n blanco de la comida. Todos se preparan para correr.
Trabajar con hambre entre el viento y el frĆ­o
Para MarĆ­a la vida no fue fĆ”cil, pero se las arreglĆ³ para salir adelante. Dice que llegĆ³ a la Colonia hace 13 aƱos y sus vecinos la nombran como pionera.
“LleguĆ© de Entre RĆ­os con mi marido. Vinimos a esta casa con los chicos, pero Ć©l despuĆ©s se fue y me dejĆ³ tranquila acĆ””, dice. El esposo consiguiĆ³ la casa pero ella se quedĆ³ con la difĆ­cil misiĆ³n de criar 7 hijos. Si tiene que enumerar algunas de las cosas malas que pasĆ³, no lo duda y las repite rĆ”pido: “frĆ­o, viento, lluvia, hambre ¿QuĆ© no pasamos?”, dice y larga una carcajada ruidosa.
Hoy tiene 7 nietos y alrededor de su casa armaron casillas en las que viven varios de sus hijos. Cuenta que algunos hacen changas, son albaƱiles, pero a veces van al “Cacho”.
“Los criĆ© a todos buscando en el basurero y la verdad es que me salieron sanitos. Ahora voy porque estoy juntando papel para comprarme unos muebles, pero cuando cierre no voy mĆ”s. Va a venir una cooperativa pero yo ya estoy retirada”, dice.