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viernes, 21 de agosto de 2015

Editorial Diario Río Negro: Los beneficios de pertenecer

Que el ministro de Defensa, Agustín Rossi, haya querido ayudar a su hija Delfina a abrirse camino en la vida es sin duda natural, pero acaso le hubiera convenido pensar en algo distinto para ella que el cargo de directora del Banco Nación, la institución bancaria más grande del país. 
Aunque la joven ha acumulado una cantidad impresionante de diplomas académicos de universidades en Europa y Estados Unidos, a los 26 años no cuenta con algo que, según los especialistas, es imprescindible: cierta experiencia en asuntos financieros. Lo que sí parece tener son opiniones políticas fuertes del tipo que son populares en ciertos círculos juveniles europeos, razón por la que disfruta de la plena aprobación del muy izquierdista exministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, que en el transcurso de su breve gestión se hizo mundialmente famoso por su excentricidad. Por su parte, la flamante funcionaria admite que consiguió el cargo "por confianza política" y se atribuye "la capacidad política de leer la situación". Para que nadie la acuse de carecer de experiencia laboral, dice que "trabajé desde los 16 años dando clases de teatro para niños".

En opinión de todos salvo los kirchneristas, el de Delfina es un caso, uno más, de nepotismo, ya que abundan los hermanos, esposos, hijos, sobrinos, cuñados y, es de suponer, amantes que consiguieron cargos en alguna que otra repartición gubernamental merced a su relación con un funcionario jerárquico. Huelga decir que los kirchneristas distan de ser los únicos que privilegian los lazos familiares. Si pueden, también lo hacen los peronistas disidentes, los radicales y otros, además de los integrantes de la "familia judicial", con el pretexto de que necesitan tener a su lado a alguien confiable. Se trata de una especie de conspiración en contra de la inmensa mayoría de los habitantes del país que, sin parientes poderosos en condiciones de ayudarlos, no tienen más alternativa que la de depender de sus propios talentos. Si Delfina Rossi fuera una persona "común", tendría que empezar desde abajo y aguardar cierto tiempo hasta que su evidente capacidad académica llamara la atención de sus superiores, pero, felizmente para ella, ha podido saltar por encima de los escalones por los que suben otros de preparación parecida.Como buena izquierdista dotada de "la capacidad política de leer la situación", ella misma debería entender muy bien que las tradiciones nacionales en la materia son incompatibles con el igualitarismo que el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner predica. No sirven para incluir sino para excluir. Parecería que quienes protestan más contra la falta de movilidad social que es característica de la Argentina desde hace varias décadas son los más resueltos a frenarla por completo, razón por la que están ocupados creando un sistema de castas. Para Cristina, cuya voluntad de fundar una dinastía duradera –de ahí los esfuerzos, hasta ahora risiblemente vanos, de transformar a su primogénito Máximo en un caudillo político, además de hacer de su cuñada Alicia Kirchner una cosechadora de votos– es patente, no habrá ninguna contradicción entre lo que dice y lo que efectivamente hace, pero puesto que tantos piensan del mismo modo a pocos se les ha ocurrido criticarla por tal actitud. Sea como fuere, en la Argentina "nada inclusive" que los kirchneristas están tratando de construir, los más privilegiados son miembros de familias encabezadas por políticos influyentes, seguidos por los "militantes" de La Cámpora. ¿Y los demás, los aproximadamente 40 millones de personas que constituyen "el pueblo"? Tendrán que arreglarse lo mejor que puedan pero, por ser tan escasas las oportunidades para encontrar una salida laboral satisfactoria, muchos se han resignado a que su propio futuro sea muy por debajo de expectativas que en otras latitudes serían consideradas razonables, mientras que los que están en condiciones de hacerlo emigran a América del Norte, Europa, Australia o incluso el Lejano Oriente, lugares donde no correrán mucho riesgo de terminar atrapados en la telaraña de intereses personales que impide al país aprovechar su notable capital humano. Es lo que hizo Delfina hasta que, un buen día, su papá, ministro de Defensa de un gobierno saliente, pudo informarle que, para ella, la Argentina sigue siendo una tierra rebosante de oportunidades.