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martes, 22 de septiembre de 2015

¿Qué representa el nombre Macri?

En el 2008, el filósofo francés Alain Badiou publicó un ensayo titulado ¿Qué representa el nombre Sarkozy?, cuyo objetivo era reflexionar sobre la utilización del miedo en la campaña presidencial que le permitió tomar el poder en Francia. Ese título quedó en mi cabeza y desde entonces me persigue la idea de escribir un texto con un título similar, aunque utilizando otro apellido: Macri.

Por Manuel Quaranta*

(para La Tecl@ Eñe)

Introducción

En el 2008, el filósofo francés Alain Badiou publicó un ensayo titulado ¿Qué representa el nombre Sarkozy?, cuyo objetivo era reflexionar sobre la utilización del miedo en la campaña presidencial que le permitió a este personaje tomar el poder en Francia. Lo cierto es que el libro nunca lo conseguí, pero su título quedó en mi cabeza y desde ese momento me persigue la idea de escribir un texto con un título similar, aunque utilizando otro apellido: Macri.

Primer paréntesis

(La clase en la que nacemos deja su impronta, nos marca un camino, una concepción del mundo. Por ejemplo, las clases acomodadas de Argentina, devenidas hoy iletradas en una espeluznante proporción, bautizaron –alentadas por los medios masivos, clasistas par excellence– al joven negro y pobre el enemigo público número uno. La trampa es que intentan ocultar esta construcción constante y sistemática a través de mecanismos supuestamente neutrales, desinteresados y objetivos, es decir, pretenden hacer pasar por natural lo que es, en realidad, artificio. En cambio, yo voy a explicitar cuáles son los prejuicios que me atraviesan a la hora de pensar e imaginarme qué representa el nombre Macri; para eso cito un breve fragmento de la novela Glosa, de Juan José Saer: Son ignorantes y ambiciosos y su visión del mundo se estructura a partir de un solipsismo carnicero. Odian lo que no comprenden, desprecian lo que no se les parece. Aunque gracias a mi esfuerzo personal y a componentes misteriosos de mi temperamento haya logrado diferenciarme lo máximo posible, el drama de mi vida seguirá siendo hasta la muerte haber nacido entre ellos. Por mantener o acrecentar sus privilegios, son capaces de avergonzarse de sus propios padres, de mandar a la cárcel al propio hermano si vislumbran en él la sombra de una contradicción. Por perpetuarse como casta, harían escombros el universo. Darles un trato diferente del que yo les doy sería un error peligroso. Todo lo que se pueda hacer para bajarles el copete o neutralizarlos es útil para preservarse a sí mismo, pero aparte de eso, para las cosas que realmente cuentan, no vale la pena ocuparse de ellos, no son interesantes. Aquí se abre un interrogante, con semejantes prejuicios y afectos en juego, ¿soy capaz de pensar?).

Segundo paréntesis

(No pretendo censurar ningún tipo de voto ni mucho menos los deseos de los ciudadanos. Cada cual vota al candidato que siente que va representar mejor sus intereses. Y creo que justo éste es el punto. El ingeniero Mauricio Macri, por su discurso, por su visión de mundo, por su clase, representa los intereses de, a lo sumo, el 15% de la sociedad argentina –si el número fuera mayor estaríamos viviendo en Suiza o Dinamarca–, por lo que me resulta fascinante elucubrar sobre las ideas que transitan la cabeza de un probable ¿35%, 38%? de la población que vería muy deteriorado su nivel de vida en el caso de que el ingeniero accediera a la presidencia[1].

Una posible explicación del autoboicot la encuentro en el libro Estudio de la mentalidad burguesa, de José Luis Romero: Pero en el siglo XIX, y sobre todo en el XX, la mentalidad burguesa conquista las clases populares que, por su ubicación en la estructura social y económica, no deberían compartir esa mentalidad. Me atrevo a decir que la mentalidad burguesa, ha terminado por ser la mentalidad universal. Por otro lado, una buena parte de estos votantes suele proferir opiniones muy contrarias al peronismo, a causa de diferentes motivos, aunque siempre giran en torno de la corrupción y de los procedimientos antidemocráticos –en una palabra: son los defensores de la República–. En este sentido surgen varias paradojas. Primera, que Macri reivindica “cien por ciento las banderas peronistas”, además varios de sus candidatos, como el caso de Carlos Reutemann, simbolizan la peor calaña justicialista, la extrema derecha del movimiento. Segunda, muchos de los que acompañan a Macri, incluido él mismo, están procesados por diversas operaciones oscuras. Nuestro ingeniero, por ejemplo, tuvo que afrontar arduos inconvenientes por estar acusado durante los noventa de “contrabando agravado” y en julio pasado –una noticia escasamente reproducida– se le negó el sobreseimiento por el caso de las escuchas ilegales. Tercera, ha gobernado la Ciudad de Buenos Aires mediante el procedimiento del veto, algunos que se destacan: “Veto a ley que premiaba a instituciones que luchen por los derechos de sobrevivientes de violencia de género”, “Veto a la ley del fondo para la localización y restitución de niños apropiados por la dictadura militar”, Veto al Congreso Pedagógico 2012”; a estos se les suman más de ciento treinta. Entonces la pregunta es: ¿por qué no utilizan el mismo criterio para evaluar el modus vivendi u operandi de Macri? ¿O es que el cerrojo mediático no les permite ver este tipo de acciones?, ¿les importa? La respuesta que voy a arriesgar en esta trama es la siguiente: odio de clase –yo soy capaz de entenderlo en un grupo reducido de la sociedad que, con derecho, defiende sus intereses a capa y espada, sin embargo me sigue constando entenderlo en grupos en lo que esa pertenencia resulta ser más un deseo que una realidad–. Cuando el sector progresista del peronismo predomina, la masa reaccionara utiliza cualquier estratagema para impedir el “avance” de lo que desde hace 70 años se viene llamando el aluvión zoológico –cabecitas negras–, indiferente –la masa– a las inimaginables ganancias y beneficios que grupos económicos concentrados y sectores altos y medios han obtenido durante esta década –prueba fehaciente de que la clase no es una cuestión económica.

Tercer paréntesis
(El nombre Macri no forma parte de la legendaria tradición de terratenientes argentinos que obtuvieron cada uno de sus metros de tierra a través del crimen organizado o el exterminio del prójimo, no, la filiación de Macri es más mundana y se relaciona a la inmigración europea que vino a la Argentina para hacerse la América. Franco Macri, el padre, llegó a nuestro país con escasos 18 años –1949– y se propuso trabajar fuerte para salir de su penuria económica, tan fuerte trabajó que en 1975 la familia poseía siete empresas, pero parece que trabajó y se esforzó mucho más durante la dictadura, ya que ese número ascendió a cuarenta y seis, gracias, en realidad, a lo que se conoce como la “patria contratista”: organizaciones que generan ganancias monumentales a partir de negociados con el Estado. Y no sólo de negocios se vive sino que una buena parte de sus beneficios advino con la licuación de los pasivos privados llevada a cabo por Domingo Felipe Cavallo –ferviente admirador de Macri– en 1982 y que pasaría a conformar la deuda externa pública que aún hoy les seguimos pagando. De todos modos, creo que la manera espuria de obtener esta riqueza es bastante común en un país como el nuestro, en el que los dueños de la tierra siempre tuvieron a su servicio el poder estatal. En este sentido, muchos de los candidatos serían censurados por idénticos accionares. Por eso lo que me interesa a mí es determinar qué significa Macri en términos ideológicos: Macri significa el predominio de la lógica mercantil –la libertad de empresa como valor máximo– por sobre cualquier otro tipo de lógica de relación humana, Macri representa ese falso consenso pequeñoburgués que en cuanto no obtiene lo que desea se transforma en furor criminal, Macri significa postergar indefinidamente cualquier idea de bienestar popular: priorizar la opción de lo privado por sobre lo público, de lo individual por sobre lo común, la del vecino sobre la del ciudadano).

Cuarto paréntesis

(El nombre Macri representa la liquidación de cualquier proyecto emancipador: el triunfo de la antipolítica).


Conclusión

En el año 2000, Alain Badiou brindó, junto a las Madres de Plaza de Mayo, una conferencia titulada La ética y la cuestión de los derechos humanos, en la que sostiene la necesidad de recuperar el sueño socialista destruido por el neoliberalismo. Su presentación finaliza –casi como una premonición de lo que vendría después– proponiendo una dicotomía: “política o barbarie”.

Macri es la barbarie.



[1] Según la teoría psicoanalítica, esta fascinación por aquellos sectores sociales que van en contra de sus propios intereses –sensación que ya demuestra Karl Marx en El 18 brumario de Luis Bonaparte–, es fácil de explicar: no existiría un orden simbólico que represente exhaustivamente al sujeto, siempre hay en el sujeto algo no representable, un resto, en consecuencia el sujeto no necesariamente intenta ser representado (remito para profundizar en este tema a la charla titulada “Subjetividades y política” de Jorge Alemán, puede encontrarse en https://www.youtube.com/watch?v=940UFBstkU4).

Cuando uno finalmente comprende que las decisiones de los sujetos no responden a razones racionales sino más bien a proyecciones fantasmáticas la fascinación cede terreno.

Rosario, 23 de agosto de 2015

*Licenciado en Filosofía, docente de la Universidad Nacional de Rosario, escritor. Autor de "La muerte de Manuel Quaranta"