Por Oscar Taffetani.
LeĆamos en el diario Perfil, el mes pasado: “En Misiones muriĆ³ otro chico desnutrido. Es el tercer caso en semanas. El gobierno K de Maurice Closs tratĆ³ de ocultar el tema”. PodrĆamos contar la anĆ©cdota de esa muerte, la anĆ©cdota con nombre y con silueta de ese niƱo y de sus padres. Y podrĆamos describir, como en cĆrculos concĆ©ntricos, el entorno de esa muerte injusta, de esa muerte evitable. Preferimos no hacerlo.
No hace mucho, tampoco, que leĆamos en ClarĆn un racconto de los muertos por desnutriciĆ³n en Salta la linda (asĆ es el eslogan que tiene la provincia). Diecinueve chicos murieron en 2009 por falta de nutrientes. Y en lo que va de 2010, AƱo del Bicentenario, ya van siendo nueve. No daremos detalles ni agregaremos adjetivos para conmover al lector.
Lo concreto, no importa si llega en medios bendecidos o en medios demonizados, ni si nos topamos con la muerte a la vuelta de la esquina, es que eso estĆ” ocurriendo en un paĆs con rĆ©cord de crecimiento sostenido; un paĆs que estĆ” creciendo “a tasas asiĆ”ticas”.
Lo concreto es que tanto en esos lobos asiĆ”ticos (les decĆan tigres, pero les queda mejor lobos) como en estas pujantes economĆas emergentes del sur de AmĆ©rica, hay chicos que siguen muriendo de hambre y siguen contagiĆ”ndonos muerte y tristeza.
LA PROPUESTA INCORRECTA
Tal vez el mayor poema-denuncia de Armando Tejada GĆ³mez (GuaymallĆ©n, 1929 - Buenos Aires, 1992) haya sido “Hay un niƱo en la calle”. En sus versos contiene una propuesta que es a la vez poĆ©tica y existencial, aunque incorrecta en tĆ©rminos polĆticos:
Importan dos maneras de concebir el mundo.
Una, salvarse solo,
arrojar ciegamente a los demƔs de la balsa;
y la otra, un destino de salvarse con todos,
comprometer la vida hasta el Ćŗltimo nĆ”ufrago,
no dormir esta noche si hay un niƱo en la calle.
Sin embargo, el intendente de Colonia Santa Rosa, Dardo Quiroga, cuando aquel niƱo desnutrido estaba agonizando, dormĆa. Y el intendente de Puerto Libertad, Alfredo RodrĆguez, tambiĆ©n dormĆa. Y dormĆa el gobernador Urtubey. Y el gobernador Maurice Closs dormĆa. Y los ministros de la NaciĆ³n hacĆan lo propio. Y la Presidenta estaba de viaje a la cumbre de SeĆŗl. Pero hay un dato que es mĆ”s incĆ³modo todavĆa: la mayor parte de los argentinos (sĆ, nosotros, los bicentenarios; sĆ, nosotros, los privilegiados) dormĆamos. DormĆamos y hoy seguimos durmiendo, mientras quedan chicos y viejos, con nombre y apellido, que se despiden en silencio.
EL PEOR DE LOS CRĆMENES
Tras la muerte aquĆ©lla de Cristian Ortiz, de nueve meses (no querĆamos dar detalles, pero es inevitable), su madre Cintia Mieres (16) y su tĆa Zula Veras recibieron un llamado del Ministerio de Desarrollo Social misionero, pidiendo que el entierro fuera lo antes posible, dado que los familiares pretendĆan (oh capricho) velar a la criatura. El entierro de Cristian se demorĆ³ un dĆa y entonces la camioneta oficial para llevar al muertito hasta el cementerio ya no estaba disponible. El problema no fue que hubiera muerto un niƱo de hambre a pocos kilĆ³metros de Eldorado, al sur de las Cataratas del IguazĆŗ, patrimonio de la Humanidad. El problema era que esa noticia podĆa trascender la frontera provincial y costarle el puesto a algĆŗn funcionario.
Los intendentes y gobernadores cuentan con dispositivos especĆficos, que le cuestan mucha plata al erario, sĆ³lo para disimular los crĆmenes; sĆ³lo para decir “en Salta estĆ” todo bien” Ć³ “en Misiones estĆ” todo bien”. Ellos ocultan la tierra -y la sangre- bajo la alfombra.
Al primer movimiento tratando de ocultar la muerte de Cristian, le siguiĆ³ un segundo movimiento ampuloso, sobreactuado, con ministros y secretarios misioneros que admitieron que tienen 2.222 niƱos desnutridos en sus planillas y que sĆ³lo en Puerto IguazĆŗ -patrimonio de la Humanidad- hay 142. “El trabajo comunitario y de los CAPS -declarĆ³ el ministro de Salud Guccione- va en busca de ellos; el programa ha decidido ir a buscar a esta gente para decir acĆ” estamos”
DebiĆ³ ocurrir el escĆ”ndalo de la muerte de Cristian, en Puerto IguazĆŗ para que apareciera el registro de desnutriciĆ³n de Misiones. Cuando las cĆ”maras y los reporteros se muden a otra provincia y a otro escĆ”ndalo, los funcionarios misioneros volverĆ”n a la siesta.
A nivel nacional, en las ligas mayores de la polĆtica, la pelea es por mostrar cifras del crecimiento global y descenso de los Ćndices de pobreza. Cifras que tranquilicen al ciudadano. Pero con INDEC y macroestadĆstica no se come. SĆ dan de comer, las cifras globales, a los analistas y a los economistas. Pero no sirven para explicar la muerte de Cristian. Ni el sufrimiento de Cintia.
AllĆ vuelve a sonar desgarrante, incĆ³modo, el poema de Tejada:
Cuando uno anda en los pueblos del paĆs
o va en trenes por su geografĆa de silencio,
la patria sale a mirar al hombre con los niƱos desnudos
y a preguntar quƩ fecha corresponde a su hambre,
quƩ historia les concierne,
quƩ lugar en el mapa.
Nada tenemos para agregar a esos versos. SeguirĆ”n marcĆ”ndonos con fuego y esperanza. Hasta el dĆa en que no quede un solo pibe con hambre. AquĆ, en el PaĆs Bicentenario. AquĆ, entre las Cataratas y los Hielos que son patrimonio de la humanidad.
LeĆamos en el diario Perfil, el mes pasado: “En Misiones muriĆ³ otro chico desnutrido. Es el tercer caso en semanas. El gobierno K de Maurice Closs tratĆ³ de ocultar el tema”. PodrĆamos contar la anĆ©cdota de esa muerte, la anĆ©cdota con nombre y con silueta de ese niƱo y de sus padres. Y podrĆamos describir, como en cĆrculos concĆ©ntricos, el entorno de esa muerte injusta, de esa muerte evitable. Preferimos no hacerlo.
No hace mucho, tampoco, que leĆamos en ClarĆn un racconto de los muertos por desnutriciĆ³n en Salta la linda (asĆ es el eslogan que tiene la provincia). Diecinueve chicos murieron en 2009 por falta de nutrientes. Y en lo que va de 2010, AƱo del Bicentenario, ya van siendo nueve. No daremos detalles ni agregaremos adjetivos para conmover al lector.
Lo concreto, no importa si llega en medios bendecidos o en medios demonizados, ni si nos topamos con la muerte a la vuelta de la esquina, es que eso estĆ” ocurriendo en un paĆs con rĆ©cord de crecimiento sostenido; un paĆs que estĆ” creciendo “a tasas asiĆ”ticas”.
Lo concreto es que tanto en esos lobos asiĆ”ticos (les decĆan tigres, pero les queda mejor lobos) como en estas pujantes economĆas emergentes del sur de AmĆ©rica, hay chicos que siguen muriendo de hambre y siguen contagiĆ”ndonos muerte y tristeza.
LA PROPUESTA INCORRECTA
Tal vez el mayor poema-denuncia de Armando Tejada GĆ³mez (GuaymallĆ©n, 1929 - Buenos Aires, 1992) haya sido “Hay un niƱo en la calle”. En sus versos contiene una propuesta que es a la vez poĆ©tica y existencial, aunque incorrecta en tĆ©rminos polĆticos:
Importan dos maneras de concebir el mundo.
Una, salvarse solo,
arrojar ciegamente a los demƔs de la balsa;
y la otra, un destino de salvarse con todos,
comprometer la vida hasta el Ćŗltimo nĆ”ufrago,
no dormir esta noche si hay un niƱo en la calle.
Sin embargo, el intendente de Colonia Santa Rosa, Dardo Quiroga, cuando aquel niƱo desnutrido estaba agonizando, dormĆa. Y el intendente de Puerto Libertad, Alfredo RodrĆguez, tambiĆ©n dormĆa. Y dormĆa el gobernador Urtubey. Y el gobernador Maurice Closs dormĆa. Y los ministros de la NaciĆ³n hacĆan lo propio. Y la Presidenta estaba de viaje a la cumbre de SeĆŗl. Pero hay un dato que es mĆ”s incĆ³modo todavĆa: la mayor parte de los argentinos (sĆ, nosotros, los bicentenarios; sĆ, nosotros, los privilegiados) dormĆamos. DormĆamos y hoy seguimos durmiendo, mientras quedan chicos y viejos, con nombre y apellido, que se despiden en silencio.
EL PEOR DE LOS CRĆMENES
Tras la muerte aquĆ©lla de Cristian Ortiz, de nueve meses (no querĆamos dar detalles, pero es inevitable), su madre Cintia Mieres (16) y su tĆa Zula Veras recibieron un llamado del Ministerio de Desarrollo Social misionero, pidiendo que el entierro fuera lo antes posible, dado que los familiares pretendĆan (oh capricho) velar a la criatura. El entierro de Cristian se demorĆ³ un dĆa y entonces la camioneta oficial para llevar al muertito hasta el cementerio ya no estaba disponible. El problema no fue que hubiera muerto un niƱo de hambre a pocos kilĆ³metros de Eldorado, al sur de las Cataratas del IguazĆŗ, patrimonio de la Humanidad. El problema era que esa noticia podĆa trascender la frontera provincial y costarle el puesto a algĆŗn funcionario.
Los intendentes y gobernadores cuentan con dispositivos especĆficos, que le cuestan mucha plata al erario, sĆ³lo para disimular los crĆmenes; sĆ³lo para decir “en Salta estĆ” todo bien” Ć³ “en Misiones estĆ” todo bien”. Ellos ocultan la tierra -y la sangre- bajo la alfombra.
Al primer movimiento tratando de ocultar la muerte de Cristian, le siguiĆ³ un segundo movimiento ampuloso, sobreactuado, con ministros y secretarios misioneros que admitieron que tienen 2.222 niƱos desnutridos en sus planillas y que sĆ³lo en Puerto IguazĆŗ -patrimonio de la Humanidad- hay 142. “El trabajo comunitario y de los CAPS -declarĆ³ el ministro de Salud Guccione- va en busca de ellos; el programa ha decidido ir a buscar a esta gente para decir acĆ” estamos”
DebiĆ³ ocurrir el escĆ”ndalo de la muerte de Cristian, en Puerto IguazĆŗ para que apareciera el registro de desnutriciĆ³n de Misiones. Cuando las cĆ”maras y los reporteros se muden a otra provincia y a otro escĆ”ndalo, los funcionarios misioneros volverĆ”n a la siesta.
A nivel nacional, en las ligas mayores de la polĆtica, la pelea es por mostrar cifras del crecimiento global y descenso de los Ćndices de pobreza. Cifras que tranquilicen al ciudadano. Pero con INDEC y macroestadĆstica no se come. SĆ dan de comer, las cifras globales, a los analistas y a los economistas. Pero no sirven para explicar la muerte de Cristian. Ni el sufrimiento de Cintia.
AllĆ vuelve a sonar desgarrante, incĆ³modo, el poema de Tejada:
Cuando uno anda en los pueblos del paĆs
o va en trenes por su geografĆa de silencio,
la patria sale a mirar al hombre con los niƱos desnudos
y a preguntar quƩ fecha corresponde a su hambre,
quƩ historia les concierne,
quƩ lugar en el mapa.
Nada tenemos para agregar a esos versos. SeguirĆ”n marcĆ”ndonos con fuego y esperanza. Hasta el dĆa en que no quede un solo pibe con hambre. AquĆ, en el PaĆs Bicentenario. AquĆ, entre las Cataratas y los Hielos que son patrimonio de la humanidad.
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