¿De qué hablamos cuando hablamos del MPN?
La campaña política entra en su último tramo, en medio de un fuerte protagonismo sindical. Se habla mucho, pero ¿se habla de lo que importa? Las últimas encuestas dan un panorama de continuidad más que de cambio. Razones para comenzar a preocuparse por los problemas estructurales.
El principal título del diario Página 12 este domingo es el de un artículo de Horacio Verbistky destinado a profundizar el debate con Beatriz Sarlo. “De qué hablamos cuando hablamos de Kirchner”, parece, en realidad, una broma de mal gusto. Es como decir: ¿de qué hablamos en lugar de hablar de lo que realmente importa?
Es también, un claro indicio de que buena parte de los políticos argentinos está decididamente perdida en un vendaval de cálculos aritméticos, encuestas decepcionantes, y mundos paralelos. La realidad pasa, como todos sabemos, por otras cuestiones más fuertes que la justicia o injusticia de la inserción de un nombre en la historia nacional y en el esquivo presente político.
La pobreza, el fracaso de la educación pública, la fragilidad de los sistemas de salud, la inflación, la dramática demanda de viviendas imposibles, la inseguridad, la distorsión económica de la cuestión energética, son algunos de los temas que no por repetidos dejan de ser parte urgente de una realidad política absolutamente vigente.
Estos temas no deberían ser ocultados por la ideología, sino exaltados por ella. La ideología puede ser un velo que oculta, o una luz que libera. Si no cumple ninguna de las dos funciones, sino que se pierde en fuegos de artificio de deprimente banalidad, ejerce un efecto neutro y desagradable sobre las sociedades. Propicia el hastío, el descreimiento, la ausencia de objetivos, la carencia de motivaciones.
En Neuquén se puede parafrasear al título de Página 12, para preguntar de qué se habla cuando se habla del MPN.
La semejanza adquiere una diferencia relativa importante: estaremos averiguando las causas profundas del por qué de 50 años de hegemonía política en una provincia que apenas excede en edad al partido que la gobernó todos los períodos constitucionales, menos uno, el primero, porque no había sido creado todavía; y hasta lo hizo en un par de años de gobierno militar.
Es la pregunta que una vez más se ha planteado en la actual campaña política. No se entiende por qué cualquiera de las variantes de la oposición que ha enfrentado al MPN durante todo este tiempo, cae en la tentación de explicar al MPN antes que sugerir sus propias convicciones y propuestas.
Sí se entiende que en Neuquén no se debate, hace muchos años ya, poniendo el foco en sus problemas estructurales. No se discute el argumento de la obra, sino apenas detalles del decorado, la influencia de algunas luces, el calor que hace en la sala, las toses inoportunas de los asistentes.
El último tramo de la actualidad provincial está signado por el protagonismo de los sindicatos estatales. Era previsible, aunque no necesariamente tenía fatalmente que ocurrir. Se discute (desde la campaña política) si está bien o está mal cortar rutas o no dar clases en las escuelas. Se discute si la actitud gremial favorece al oficialismo o a la oposición. No hay debate sobre el fondo del asunto: la inquietante dependencia laboral y económica del Estado de una enorme masa de la población, la mayoritaria; lo que revela a una sociedad rentística, poco productiva, burocratizada y de corto alcance en sus ambiciones.
Termina mayo, comienza junio. Llegan las elecciones. Las encuestas indican que Sapag-Pechen siguen liderando la intención de voto. Que Farizano-Parrilli marchan en segundo lugar. Que la tercera posición es ocupada por la fórmula Villar-López. Que el margen entre el MPN y el Frente Neuquino se ha achicado; y que la Coalición Cívica-ARI ha crecido como tercera opción, lo que indicaría que podrá tener algunas bancas en la Legislatura.
Supongamos que sea esto lo que ocurra. ¿Servirá para que en Neuquén se comience a hablar y actuar sobre los problemas estructurales?
¿O se continuará preguntando de qué hablamos cuando hablamos de Kirchner?
La campaña política entra en su último tramo, en medio de un fuerte protagonismo sindical. Se habla mucho, pero ¿se habla de lo que importa? Las últimas encuestas dan un panorama de continuidad más que de cambio. Razones para comenzar a preocuparse por los problemas estructurales.
El principal título del diario Página 12 este domingo es el de un artículo de Horacio Verbistky destinado a profundizar el debate con Beatriz Sarlo. “De qué hablamos cuando hablamos de Kirchner”, parece, en realidad, una broma de mal gusto. Es como decir: ¿de qué hablamos en lugar de hablar de lo que realmente importa?
Es también, un claro indicio de que buena parte de los políticos argentinos está decididamente perdida en un vendaval de cálculos aritméticos, encuestas decepcionantes, y mundos paralelos. La realidad pasa, como todos sabemos, por otras cuestiones más fuertes que la justicia o injusticia de la inserción de un nombre en la historia nacional y en el esquivo presente político.
La pobreza, el fracaso de la educación pública, la fragilidad de los sistemas de salud, la inflación, la dramática demanda de viviendas imposibles, la inseguridad, la distorsión económica de la cuestión energética, son algunos de los temas que no por repetidos dejan de ser parte urgente de una realidad política absolutamente vigente.
Estos temas no deberían ser ocultados por la ideología, sino exaltados por ella. La ideología puede ser un velo que oculta, o una luz que libera. Si no cumple ninguna de las dos funciones, sino que se pierde en fuegos de artificio de deprimente banalidad, ejerce un efecto neutro y desagradable sobre las sociedades. Propicia el hastío, el descreimiento, la ausencia de objetivos, la carencia de motivaciones.
En Neuquén se puede parafrasear al título de Página 12, para preguntar de qué se habla cuando se habla del MPN.
La semejanza adquiere una diferencia relativa importante: estaremos averiguando las causas profundas del por qué de 50 años de hegemonía política en una provincia que apenas excede en edad al partido que la gobernó todos los períodos constitucionales, menos uno, el primero, porque no había sido creado todavía; y hasta lo hizo en un par de años de gobierno militar.
Es la pregunta que una vez más se ha planteado en la actual campaña política. No se entiende por qué cualquiera de las variantes de la oposición que ha enfrentado al MPN durante todo este tiempo, cae en la tentación de explicar al MPN antes que sugerir sus propias convicciones y propuestas.
Sí se entiende que en Neuquén no se debate, hace muchos años ya, poniendo el foco en sus problemas estructurales. No se discute el argumento de la obra, sino apenas detalles del decorado, la influencia de algunas luces, el calor que hace en la sala, las toses inoportunas de los asistentes.
El último tramo de la actualidad provincial está signado por el protagonismo de los sindicatos estatales. Era previsible, aunque no necesariamente tenía fatalmente que ocurrir. Se discute (desde la campaña política) si está bien o está mal cortar rutas o no dar clases en las escuelas. Se discute si la actitud gremial favorece al oficialismo o a la oposición. No hay debate sobre el fondo del asunto: la inquietante dependencia laboral y económica del Estado de una enorme masa de la población, la mayoritaria; lo que revela a una sociedad rentística, poco productiva, burocratizada y de corto alcance en sus ambiciones.
Termina mayo, comienza junio. Llegan las elecciones. Las encuestas indican que Sapag-Pechen siguen liderando la intención de voto. Que Farizano-Parrilli marchan en segundo lugar. Que la tercera posición es ocupada por la fórmula Villar-López. Que el margen entre el MPN y el Frente Neuquino se ha achicado; y que la Coalición Cívica-ARI ha crecido como tercera opción, lo que indicaría que podrá tener algunas bancas en la Legislatura.
Supongamos que sea esto lo que ocurra. ¿Servirá para que en Neuquén se comience a hablar y actuar sobre los problemas estructurales?
¿O se continuará preguntando de qué hablamos cuando hablamos de Kirchner?
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