Historia común: un día en el despelote neuquino - Piedra OnLine

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viernes, 20 de mayo de 2011

Historia común: un día en el despelote neuquino

Desventuras en primera persona de un ciudadano de a pie, moviéndose entre piquetes, huelgas, protestas, promesas y festivales retóricos, hasta llegar al cúlmine del día: ¡No lo dejaron entrar al supermercado!

Seguramente usted se levantó temprano, como hace todos los días para ganarse el mango. Y probablemente, tuvo que hacer algún trámite en el centro, y se encontró con el festival de piquetes de los estatales, que lo dejaron varado en una calle como si fuera un turista en una ciudad desconocida.

Es casi un hecho que se bancó bocinazos, esperó tres turnos de semáforo y pagó varios pesos a los malabaristas pobres y desahuciados que sueñan con estar en el Cirque Du Soleil, pero que se chocan con la brutal realidad todos los días en cada esquina de la capital.

Probablemente haya tenido que dejar el auto “tirado” en cualquier lado, y haya negociado con lavacoches que le preguntan “¿se lo lavo jefe?” y con la mirada agregan “más vale que sí”.

Y seguramente tuvo que caminar varias cuadras escuchando bombas, panfletos en defensa de la salud y explicaciones de dirigentes gremiales que le dicen que la intención no es molestar a la gente, pero que sin embargo terminan cagándole el día.

Es probable que usted haya llegado cansado del trabajo, pensando en que este jueves fue un día de locos, y que lo mejor sería descansar y dedicarse a los quehaceres cotidianos como para no pensar más en tanta estupidez colectiva.

Quizás, cuando llegó a su hogar, se angustió cuando por la televisión o por la radio le dieron los detalles más escabrosos de la tragedia aérea de Río Negro, escuchó testimonios desgarradores, a periodistas expertos hablando de las fallas de la aeronave; y cuando terminó ese bloque de noticias, le advirtieron que las rutas de toda la provincia podrían llegar a cortarse por un grupo de personas que quieren aumento de sueldos.

Es casi un hecho que le dijo a su mujer: “dejá, que me voy a hacer las compras del día, para distraerme un rato, y de paso me compro un vino para tomar esta noche”. Y tal vez se haya dirigido a Wall Mart, aprovechando que a la tarde hay poca gente, y uno puede recorrer las góndolas con tranquilidad, sin que se sienta integrante de una horda que tiene intenciones de saquear el supermercado porque se acaba el mundo.

Es indudable que usted se sorprendió cuando al llegar al lugar vio que en los ingresos a la empresa multinacional había piquetes que le impedían el acceso. Y que las pancartas de “lucha”, “justicia” y “solidaridad con los compañeros” las tenía vistas de algún lado.

Seguramente pensó las grandes diferencias en los conflictos, porque mientras los empleados estatales paran solamente en horario de administración pública, los privados hacen piquetes con turnos rotativos, tan organizados como cuando trabajan dentro de la empresa.

Inmediatamente se acordó, casi con seguridad, que el mismo dirigente que comanda el gremio que nuclea a los del comercio fue el que se ofreció de mediador en el conflicto para que no se sigan cortando rutas.

Es más que probable que haya pegado la vuelta frustrado con el mismo malhumor de la mañana y que encima le hayan dicho en la estación de servicio que le quedaba de paso que “naftas no hay hasta mañana”.

Es para dar por sentado que cuando llegó de vuelta a su casa, haya pensado cuándo taparían el enorme bache que hay en la esquina hace cinco meses, que se llena de agua con una gran catarata que viene de la plaza, y que cada vez que llama para quejarse escucha que las culpas son de la Municipalidad o del EPAS, dependiendo a qué teléfono llame.

Es seguro, estimado lector, que si le pasaron todas estas cosas en este jueves tan particular es porque es un ciudadano común, que labura todos los días, que no se come ninguna propaganda, y que se siente increíblemente resignado de vivir en una sociedad que se dice respetuosa y progresista, pero que en la realidad cotidiana demuestra que los derechos del otro (los suyos)...no valen absolutamente un carajo.

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