Entrevista: A Osvaldo Agosto, jefe de prensa de Rucci, testigo de su asesinato - Piedra OnLine

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lunes, 3 de octubre de 2011

Entrevista: A Osvaldo Agosto, jefe de prensa de Rucci, testigo de su asesinato

"Sentƭ los balazos, girƩ y vi que JosƩ caƭa"

A los 71 aƱos, el publicista Osvaldo Agosto es fuente de singular significaciĆ³n para conocer aspectos de la historia del peronismo, fundamentalmente en esos tramos violentos por los que ha pasado la vida interna de esa fuerza.

- Usted tiene una historia polĆ­tica muy agitada…

- No tanto, no tanto… No me coloque en condiciĆ³n de nada particular. Fui, sĆ­, protagonista de algunas de las tantas cosas que el peronismo hizo para volver al poder en el ´73 o, si quiere, para que no se siguiera pensando que se podĆ­a construir un sistema polĆ­tico sin el peronismo. Un "laucha dura"…

- ¿Pero anduvo con el fierro en la cintura?

- No necesariamente…

- ¿Pero sĆ­ cuando en 1963 integrĆ³ el comando que robĆ³ el sable del General San MartĆ­n?

- Mire, en aquellos tiempos el peronismo luchaba. Estaba proscripto, hicimos cosas… una historia larga, dura, y yo estuve en parte de esa historia. Ni siquiera estaba armado cuando, siendo colaborador directo de Rucci, formando cotidianamente parte de su entorno, asesinaron a seis, a siete metros de mĆ­.

- ¿CĆ³mo estĆ”n instalados esos balazos en su memoria?

- Como tragedia. Como expresiĆ³n de que habĆ­a quienes querĆ­an reproducir en Argentina mĆ”s sangre que la que tenĆ­a como carga la historia del paĆ­s. Tragedia.

- En tĆ©rminos de sonido, ¿quĆ© sintiĆ³?

- Primero fue como una explosiĆ³n. Yo girĆ©, mirĆ© hacia atrĆ”s mĆ­o, y vi caer a JosĆ©. Yo estaba a un auto y medio de distancia de Ć©l, que recibe los disparos cuando iba a subir a su auto. Yo iba rumbo al primer auto que integraba el conjunto de la custodia, estacionado por delante del de JosĆ©.

- ExplosiĆ³n. ¿Pero cuĆ”ndo se da cuenta de que es un ataque a balazos?

- Entre el sentir, ver a JosĆ© cayendo, ver que el lugar donde Ć©l estaba… su auto, sus custodios mĆ”s inmediatos… que todo era blanco del ataque, no mediĆ³ nada. Todo muy intenso, muy rĆ”pido.

- ¿Todo muy profesional? Al menos eso dice Ceferino Reato en "OperaciĆ³n Traviata"

- SĆ­, muy bien preparado. Mucha tarea de inteligencia.

- ¿Lo vendieron a Rucci desde adentro?

- No. Aparentemente no. Se especulĆ³ con eso pero no hay ninguna prueba de que haya sido asĆ­. Y yo no tengo ninguna evidencia de que haya sido asĆ­. Reitero, tarea de inteligencia. Ɖl alternaba entre dormir en una piecita que se habĆ­a hecho en la azotea de la CGT y su casa. Un departamentito en el fondo de un pasillo chorizo. Sus asesinos supieron todo ese movimiento y actuaron.

- Volvamos a ese mediodĆ­a del 25 de septiembre del ´73, ahĆ­, en la calle Avellaneda 2947. ¿CuĆ”l fue su reacciĆ³n cuando se dio cuenta de que era un ataque?

- Me tirƩ al suelo y me arrastrƩ por la vereda hacia un garage. Ya habƭa reaccionado la custodia, algunos de sus integrantes tambiƩn fueron heridos. Le reitero: todo sucedƭa a mucha velocidad, todo muy junto.

- Pero la custodia reacciona y tira hacia edificios de la vereda de enfrente. Cree que el ataque viene de ese espacio, pero viene de una casa en lĆ­nea con la entrada al pasillo chorizo que conducĆ­a al departamento de Rucci. ¿QuĆ© pasĆ³?

- Profesionalidad de los atacantes. Velocidad. Sorpresa para la custodia, que no era custodia profesional. Eran compaƱeros del sindicalismo, gente leal, de entrega, pero bueno… Y tiran hacia el frente porque, siempre en un marco de sorpresa y como nos explicĆ³ en su momento la policĆ­a, el sonido confunde.

- ¿Es cierto que usted en su momento le sugiriĆ³ a Rucci manejarse con una custodia de la PolicĆ­a Federal?

- SĆ­. Lo sugerĆ­ desde el convencimiento de que JosĆ© en cualquier momento podĆ­a ser blanco de un ataque. Y me parecĆ­a que, no sĆ©…, la Federal era lo apropiado por experiencia, por aparato… Le dije incluso que los muchachos podĆ­an seguir acompaƱƔndolo. Eran voluntariosos, amigos. Pero la Federal tenĆ­a otra capacidad. QuizĆ” si la Federal hubiese estado a cargo… no sĆ©… no hubiese sido tan fĆ”cil que los asesinos lograran posicionarse tan cerca de JosĆ©, en una casa vecina, pegada… Pero Ć©l no querĆ­a. "Sigamos con lo nuestro", decĆ­a. No querĆ­a atormentarse con el tema de la seguridad… JosĆ© era asĆ­…

- ¿Se sigue viendo con aquellos custodios?

- Sƭ, de vez en cuando. Por ejemplo cuando todos los aƱos se hace la misa por JosƩ.

- Minutos antes de que lo asesinaran, usted hablĆ³ con Ć©l del tema seguridad. Lo hizo alentado por algo que le sucediĆ³ a usted la noche anterior…

- Con relaciĆ³n a la seguridad de JosĆ© pasaban cosas permanentes. Amenazas telefĆ³nicas, cartas… de todo. Pero esa maƱana, en un momento en que estĆ”bamos solos en su departamento, le dije que la noche anterior nos habĆ­an tiroteado un coche, e incluso esa maƱana, recibimos una nota con un dibujo de un cajĆ³n de muertos… Pero Ć©l… Ć©l estaba confiado de que, tras el triunfo de PerĆ³n en las elecciones de 48 horas antes con el 62 % de los votos, el paĆ­s iba hacia la reconciliaciĆ³n, hacia la paz. Precisamente, lo matan cuando sale de su casa rumbo a un canal de televisiĆ³n para leer una declaraciĆ³n sobre el nuevo tiempo que creĆ­amos de muy buena fe que llegaba para Argentina.

- La bibliografĆ­a existente dice que usted le propuso ir en el mismo auto repasando esa declaraciĆ³n. QuizĆ” usted la hubiera pasado muy mal si estaba en ese auto, ¿no?

- Es posible, claro... Es cierto lo de la propuesta, que la hice en tanto su jefe de prensa. Pero mire… Ć©l me querĆ­a mucho. JosĆ© era muy familiero, de amigos, de asado… Cuando nos desplazĆ”bamos, Ć©l nunca querĆ­a que yo fuera en su auto… "No pibe, no sea cosa que…"

- ¿MuriĆ³ en el acto?

- SĆ­.

- ¿QuĆ© recuerda del cadĆ”ver?

- Que sĆ³lo tenĆ­a la cara Ć­ntegra. Luego… en fin…

- ¿CĆ³mo vuelve en usted ese momento, esa cara?

- No vuelve, estĆ” siempre. Yo sĆ© donde estoy ante ese hecho. No tengo ambigĆ¼edades: en Rucci dispararon contra PerĆ³n, la gobernabilidad, contra todos los argentinos, millones de los cuales horas antes habĆ­an elegido masivamente un gobierno para todos. Eso hicieron estos asesinos por la espalda… miserables.

- ¿Los montos?

- No caben dudas. Bueno, ahora lo reconocen. Basta leer lo que se estĆ” escribiendo, declarando gente de la organizaciĆ³n.

- ¿Bonasso?

- Y otros mĆ”s. Ricardo Roa, hoy editor de "ClarĆ­n", fue hombre de la organizaciĆ³n y recuerda -incluso lo ha dicho en la presentaciĆ³n de un libro y yo he hablado con Ć©l sobre el tema- que en la tarde del asesinato, Firmenich le dijo: "fuimos nosotros". Ese dĆ­a Roa abandonĆ³ Montoneros.

- Fue una conducta seguida por muchos. ¿HablĆ³ alguna vez de este asesinato con ex montos?

- Con algĆŗn arrepentido, pero no he tenido el disgusto de hablar con los que no se arrepienten o siguen reivindicando lo que hicieron, no. Los desprecio… Firmenich… la cĆŗpula concretamente. No tengo ninguna dificultad de hablar con los pibes que… no sĆ©... se sumaron creyendo noblemente en lo que pensaban. Pero con la cĆŗpula… Son unos miserables. Cobardes. La conducciĆ³n fue siempre sospechosa en cuanto a sus intenciones… incluso lo que antecede a montos pero termina en montos.

- ¿Usted adhiere a la tesis de MartĆ­n Andersen de que Firmenich era de los servicios de inteligencia?

- Yo digo lo mĆ­o… Matan a Aramburu justo cuando Aramburu estaba convencido de que sin el peronismo no habĆ­a sistema polĆ­tico y se disponĆ­a a derrotar a OnganĆ­a y dar elecciones libres. A Vandor lo matan cuando aceptaba la conducciĆ³n de PerĆ³n. A JosĆ© lo matan cuando era la mano de derecha de un PerĆ³n que ganaba el gobierno con todo el respaldo… Tres muertes muy singulares por el momento polĆ­tico que encarnaban.
CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com

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