Zanon, una década de lucha - Piedra OnLine

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sábado, 1 de octubre de 2011

Zanon, una década de lucha

El 1 de octubre de 2001 los trabajadores de la cerámica ingresaron a la fábrica abandonada e inauguraron la gestión obrera que hoy cumple 10 años de vida. Cómo lo vivió la sociedad.

Referentes de la comunidad neuquina revivieron esos meses clave para la historia local.

El 1 de octubre de 2001 los trabajadores de la ex cerámica Zanon abrieron los portones de la fábrica para pasar a la historia. Allí nacía la gestión obrera que resistió una seguidilla de represiones policiales, amenazas de desalojo, el avance de la tecnología y el mercado.
La cerámica abrió en 1979. En 1993 llegó un helicóptero con el presidente Carlos Menem y el gobernador Jorge Sobisch para estrenar el porcelanato.
En 2001, la empresa debía 3 meses de salarios y los obreros comenzaron con un paro que duró 34 días. La Provincia otorgó subsidios millonarios para pagarlos, pero en septiembre la patronal suspendió al personal.
Con la fábrica vacía y los trabajadores del otro lado del portón, se resistió un par de semanas. El 1 de octubre ingresaron a poner en marcha las máquinas y comenzar a producir nuevamente. El 31 de octubre de 2001 la Justicia dictaminó el lock out ofensivo contra los dueños de Zanon. La empresa despidió a los 380 trabajadores.

La historia de la gestión obrera impactó en toda la sociedad. La Mañana de Neuquén convocó a un grupo de personas que vivieron, desde distintas instituciones, el proceso que llevó a los trabajadores a la toma de la fábrica. Carlos Olmos, ex párroco de Parque Industrial; Mariana Toros, ex directora del Jardín 17 Antú Lihue; Alejandro Ascón, periodista de LU5 AM600; y el ex director del hospital Castro Rendón, actual diputado provincial por el MPN, José Russo; y Raúl Radonich, ex diputado de la Alianza.

Memorias de Dignidad

Por Carlos Olmos (*)

A comienzos del año 2001, los siniestros especuladores amantes del depredador liberalismo ya se confabulaban para dejar al país en una de sus mayores miserias, salvando su propio pellejo y sus ganancias habidas y mal-habidas. Entre algunos nefastos personajes del ámbito empresarial, se encontraban aquellos que pretendían utilizar artilugios legales para dejar a Zanon vaciada y en quiebra.
De día, de noche, según la distribución de turnos y horarios, llegando en auto, ómnibus, moto, bicicleta o a dedo, entrando y saliendo de la fábrica. Este no era un trabajo cualquiera. Allí estaba surgiendo algo distinto, “moldeado” desde conciencias libertadas y libertadoras, “horneado” al calor del fuego de la dignidad puesta de pie, “esmaltado y pulido” a través de asambleas participativas, gestado por los ideales de quienes soñaron algo nuevo.
La constancia en medio de la lucha fue la garante de sus conquistas. Una de sus mejores políticas fue la solidaridad, que redundó en más solidaridad, en apoyo y acompañamiento de tantas y tantos de quienes se sentían identificados con sus luchas e ideales. Solidaridad de ollas populares, de fogones y mates, en el medio de los crudos inviernos de la meseta neuquina. Solidaridad en las rutas y en las calles, solidaridad recitada y cantada por artistas de diversos estilos y géneros. Solidaridad recíproca y agradecida que llegaba a los barrios, a las escuelas, a los centros de salud, a las familias más carenciadas. Para nosotros, vecinos del Alto Valle… ellas y ellos no eran desconocidos. Vivían entre nosotros, en nuestros barrios, eran vecinos, amigos o compañeros de camino.
Nos acompañaron en nuestras luchas y demandas, nos apoyaron en nuestro trabajo social, nos demostraron que el trabajo no tiene más dueño que los propios trabajadores, y que la dignidad no se puede expropiar.

(*) En ese momento era párroco de Parque Industrial.

La epopeya de los laburantes

Por Alejandro Ascón (*)

¿De qué otra manera se podría llamar el logro de los trabajadores, que se pusieron a cuestas este monstruo de fuego y tierra y lo sacaron adelante?
Hace una década estábamos tratando de entender qué pasaba en el Parque Industrial. Los trabajadores se peleaban, querían sacar a la conducción del Sindicato Ceramista, denunciaban accidentes, anticipaban vaciamiento, se atrincheraban para que la Policía no reprimiera y los sacara de la fábrica. Todo eso. Una mezcla de distintos elementos. Como si fuera la masa para fabricar un cerámico.
Después, la resistencia dentro de la fábrica, las marchas, el apoyo de la comunidad de Centenario, de buena parte de la comunidad neuquina y la queja de otras que no entendían la desgracia de quedarse sin trabajo. El apoyo del rock y de otros ‘laburantes’ en situación parecida como resultado de las políticas de personajes innombrables. Finalmente, llegó la razón que da el trabajo genuino, duro y constante, más allá de cuestiones políticas y legales.
Cuestiones que muchos trabajadores conocieron cuando algunos de sus representantes los traicionaron y dejaron que ocurrieran accidentes, que les pagaran miseria y otras tantas inequidades por el estilo. Ahí, se dieron cuenta que “esos zurditos” que reclamaban por sus derechos, además de estar locos, tenían algo de razón.
Esos “loquitos barderos” dejaron el corazón para que la fábrica más grande de la provincia, que daba de comer, en ese entonces, a unas 200 familias, pudiera seguir adelante. Y siguió. A pesar de todo y de todos.
De los que pusieron palos en las ruedas. En las ruedas de las cintas transportadoras de cerámicos y en las ruedas de los derechos de los trabajadores, de las leyes e incluso de la política. Siguió. Y sigue. Sigue porque la masa de todas esas cosas tuvo y tiene una cocción como la de un cerámico. Pero de un cerámico irrompible.
Aún no dejo de asombrarme del poder que tiene la convicción del ser humano cuando cree que está en el camino correcto. Humildemente, creo que debemos reconocer y decirle gracias a los trabajadores de la cerámica por la enseñanza que nos dejan. Y, por qué no, gracias a los políticos que entendieron que en estas cuestiones no sólo eran importantes los votos, sino también, la gente.

(*) Periodista de LU5 AM600.

“Nadie entendía nada porque nunca pasó antes”

Por José Russo (*)

Con los obreros armamos un sistema de urgencia que le cubríamos la atención de manera no habitual a los trabajadores y sus familias, que no tenían obra social. Además, instalamos una sala de enfermería en la fábrica, ellos pusieron el personal y nosotros compramos los utensilios básicos.
Los conflictos sociales modifican la vida del hospital. Hubo momentos que parecía un campo de batalla. La gente se refugiaba allí y la Policía reprimía. Era un desastre. La conflictividad social no respetaba ni el hospital.
Una vez prendieron fuego una parte del Hotel del Comahue y se vinieron a refugiar al hospital, atrás vino la Policía que entró a reprimirlos en el patio. Era una batalla campal de gases lacrimógenos y bolitas de cerámica. Tuvimos que desalojar neonatología de inmediato por el riesgo que implicaban a la salud esos gases. Pudimos echar a las fuerzas de seguridad e impedir que vuelvan a ingresar, para disipar la situación. Fue una situación impresionante. Prendían fuego cosas adentro del hospital, nosotros repartíamos barbijos. Un desastre.
La paz social se dimensiona cuando uno recuerda estas cosas. El nivel de violencia que se vivía en ese momento, entre las instituciones y la gente era altísimo. No tiene comparación con lo que ocurre ahora.
Todo lo que pasó en ese momento, en 2001, era muy confuso. La mayoría de la comunidad no entendía lo que pasaba porque no había experiencia previa de situaciones así. Nadie sabía qué pasaba.
La gente tomaba posición por los chismes que escuchaba y decían cosas insólitas como que se venía el socialismo, como cuando aprobamos la expropiación de Zanon, sin saber que en países capitalistas como Francia, Alemania y Estados Unidos hay muchas fábricas en mano de cooperativa de obreros.

(*) En ese momento director del Hospital Castro Rendón. Hoy diputado provincial por el MPN.

"Preservar las fuentes laborales"

Por Raúl Radonich (*)

No era menor dejar que se caiga una planta de materia prima como aquella, que no abundan en la provincia. Neuquén necesita más fábricas como esta. Los intereses debían confluir, había una historia de trabajo que debía tener continuidad. No podía caerse. Lo más importante era preservar los puestos de trabajo,
El proceso que iniciaron los obreros era una situación novedosa para todos. Queríamos que se genere de la mejor forma posible. Si bien ya se estaban desarrollando experiencias de gestión obrera, no había otras en la zona. Lo que ocurrió era lo más viable.
La gente no reaccionó de manera uniforme. En la Legislatura recién en el período siguiente (2003-2007) se logró organizar la reacción de los diputados opositores, que viajamos a Buenos Aires a reunirnos con el juez de la quiebra y los síndicos. Creo que costó pero se pudieron vencer ciertos prejuicios.
Algunos sectores miraron el proceso, no sé si calificarlo con desconfianza, pero seguro que perplejos porque era una iniciativa novedosa. La gente lo miraba con prejuicio y desconocimiento porque no sabían cómo podía encausarse este proyecto.
Zanon y Fasinpat es una experiencia política con mucha relación con la sociedad. Tuvieron una fuerte presencia con distintos sectores, lo que generó un consenso progresivo y favorable. Creo que esa fue la clave de su lucha.

(*) En ese momento era diputado provincial por la Alianza.

Una revolución en Parque Industrial

Por MARIANA TOROS (*)

Hasta que no pasó lo de Zanon las fábricas eran otro mundo. Tanto desde el jardín como desde la red interinstitucional del barrio Parque Industrial vivimos todo el proceso de manera muy intensa. Durante todo ese año la situación fue muy caótica e intentamos tomarlo con cautela.
Nos organizamos para hacer canastas de alimentos porque pasaron muchos meses sin cobrar. Todo este caos que se vivía también generó mucha solidaridad. Los vecinos de Colonia Nueva Esperanza, que son los más necesitados, bajaron a ayudar a los obreros, fueron los que más dieron.
En el jardín hubo situaciones de enfrentamiento entre los padres porque estaban divididos en dos sectores, entre los que querían tomar la fábrica y quienes aceptaban la indemnización y no querían problemas. Todo esto afectaba a los chicos. Ellos sabían y hablaban de todo lo que pasaba, de las represiones y de los sucesos.
Como institución apoyamos a los obreros y fuimos a ofrecer nuestra ayuda sólo los adultos. Intentamos concientizar que era peligroso que estuvieran los niños ahí pero en la resistencia estaban las familias enteras. Las esposas de los obreros se organizaron en un comité y tomaron un rol importante así que hablamos con ellas para intentar que los chicos estén atrás. No se sabía de dónde podría venir la novedad. Muchos chicos estaban con miedo por los disparos, tuvimos que explicarles qué eran los gases lacrimógenos.
Los chicos muchas veces se quedaban más tiempo en el jardín cuando había represiones o se organizaban las familias para protegerlos. Las instituciones del barrio estábamos en alerta y relacionadas. Se vivía como en un caos porque las versiones eran confusas. Nadie entendía qué era lo que pasaba o lo que iba a pasar.
Fue una revolución que como todas se inició con caos, errores y desorden pero que provocó mucha solidaridad. En esa lucha se expuso la vida y el trabajo.

(*) En ese momento era directora del Jardín 17 Antú Lihue.

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