VIEDMA (AV).- La prolongada
sequĆa y la ceniza volcĆ”nica han dando uno de los golpes mĆ”s fuertes a
la economĆa ovina de la LĆnea Sur. A los pequeƱos productores los dejĆ³
mĆ”s chicos y ahora a la cuestiĆ³n climĆ”tica se le sumĆ³ la presencia del
zorro cada vez mƔs numerosa, amenazando con aniquilar los rebaƱos. Esta
crisis desatada por los vaivenes de la naturaleza encuentra a esos
productores -que heredaron esa hostil tarea con el valor agregado del
amor por la tierra- mayores y con problemas de salud en su gran mayorĆa.
Los jĆ³venes ya no miran al campo con esa pasiĆ³n, con ese deber de continuar. Buscan otras oportunidades que al menos aseguren un ingreso fijo y ya casi no hay reemplazantes. Los campos quedan solos con pocas ovejas, la lana en los galpones con kilos de ceniza encima y a bajo precio. Los caminos cada vez mĆ”s intransitables con enormes piedras que funden cubiertas y viejos motores. Y para colmo de males los zorros que matan hasta nueve ovejas por noche.
"Nos quedan las trampas colgadas porque ni siquiera estĆ” el incentivo de un valor para la piel del zorro que hasta serĆa una posibilidad de ingreso para que la gente volviera al campo", asegurĆ³ JuliĆ”n MartĆnez productor de Maquinchao. (Leer en mĆ”s informaciĆ³n)
RecordĆ³ que en aƱos anteriores entre mayo y agosto "entrampĆ”bamos hasta 100 zorros grises y supimos vender hasta 500 cueros". Ahora la piel no vale nada y ante los daƱos que producen la opciĆ³n de la mayorĆa es el veneno para tratar de salvar las pocas ovejas que quedan, con el enorme riesgo que esto significa en todo sentido.
"Son bravos estos aƱos" asegura el productor con la mirada perdida como recorriendo -a pesar de la distancia- ese campo que conoce como la palma de su mano. "La ceniza limĆ³ los dientes de las ovejas hasta quedar como si fueran animales viejos y no se pueden alimentar. Los campos solos y si querĆ©s llegar hacĆ©s de cuenta que no hay camino, entre las piedras con partes intransitables que hasta ganas de llorar te da", lamentĆ³ MartĆnez. Su campo en CarrilauquĆ©n se encuentra a 50 kilĆ³metros de Maquinchao. Con su vieja camioneta tarda dos horas en llegar, abriendo mĆ”s de 13 tranqueras sin guardaganados, con la garantĆa que el viaje significarĆ” perder alguna rueda.
"A los 72 aƱos es difĆcil despegarse de toda una vida allĆ", asegurĆ³ al recordar la pequeƱa quinta lograda al lado de la casa, los duros inviernos con nieve hasta el metro 20 y cinco en las bardas con animales enterrados que salvĆ³ a pulmĆ³n. "La lana que cosechamos fue de buena finura pero la ceniza malogrĆ³ todo".
Los jĆ³venes ya no miran al campo con esa pasiĆ³n, con ese deber de continuar. Buscan otras oportunidades que al menos aseguren un ingreso fijo y ya casi no hay reemplazantes. Los campos quedan solos con pocas ovejas, la lana en los galpones con kilos de ceniza encima y a bajo precio. Los caminos cada vez mĆ”s intransitables con enormes piedras que funden cubiertas y viejos motores. Y para colmo de males los zorros que matan hasta nueve ovejas por noche.
"Nos quedan las trampas colgadas porque ni siquiera estĆ” el incentivo de un valor para la piel del zorro que hasta serĆa una posibilidad de ingreso para que la gente volviera al campo", asegurĆ³ JuliĆ”n MartĆnez productor de Maquinchao. (Leer en mĆ”s informaciĆ³n)
RecordĆ³ que en aƱos anteriores entre mayo y agosto "entrampĆ”bamos hasta 100 zorros grises y supimos vender hasta 500 cueros". Ahora la piel no vale nada y ante los daƱos que producen la opciĆ³n de la mayorĆa es el veneno para tratar de salvar las pocas ovejas que quedan, con el enorme riesgo que esto significa en todo sentido.
"Son bravos estos aƱos" asegura el productor con la mirada perdida como recorriendo -a pesar de la distancia- ese campo que conoce como la palma de su mano. "La ceniza limĆ³ los dientes de las ovejas hasta quedar como si fueran animales viejos y no se pueden alimentar. Los campos solos y si querĆ©s llegar hacĆ©s de cuenta que no hay camino, entre las piedras con partes intransitables que hasta ganas de llorar te da", lamentĆ³ MartĆnez. Su campo en CarrilauquĆ©n se encuentra a 50 kilĆ³metros de Maquinchao. Con su vieja camioneta tarda dos horas en llegar, abriendo mĆ”s de 13 tranqueras sin guardaganados, con la garantĆa que el viaje significarĆ” perder alguna rueda.
"A los 72 aƱos es difĆcil despegarse de toda una vida allĆ", asegurĆ³ al recordar la pequeƱa quinta lograda al lado de la casa, los duros inviernos con nieve hasta el metro 20 y cinco en las bardas con animales enterrados que salvĆ³ a pulmĆ³n. "La lana que cosechamos fue de buena finura pero la ceniza malogrĆ³ todo".