Neuquén no tiene superhéroes
En la agenda política impuesta, sobresale una re-reelección que es hasta ridícula en el actual contexto social y económico de Neuquén. En la agenda política real, de la que paradójicamente se habla menos, hay dos situaciones preponderantes: la que conjuga conflictividad y violencia, y la que cimenta esto con una economía en declinación, insatisfactoria y de futuro incierto.
El gobierno de Jorge Sapag se mueve con paciencia en este escenario. Es, tal vez, su mayor virtud, y para algunos o muchos, también su mayor defecto. “Frente al torbellino, el turco no se despeina y mantiene la calma”, dicen sus defensores. “Hace la siesta, que es lo único que le sale bien”, dicen sus detractores. La realidad, ese implacable juez mudo e invisible, hace su trabajo, mientras tanto, independientemente de la sagacidad o torpeza de los políticos.
Los signos de inseguridad y violencia son cotidianos. Salen en las noticias, aunque no vinculados al contexto socioeconómico, sino siempre atribuidos a una marginalidad sempiterna que ya se identifica con la normalidad en Neuquén, como si fuera otra dimensión, un universo paralelo digno de la primera historia del comic de Superman, o de la más reciente serie televisiva Fringe.
Pero los políticos no son superhéroes, ni la existencia cotidiana en Neuquén se mide por cantidad de lectores o televidentes. (Leer en más información)
Cada vez que la policía interviene en ciertos barrios, parece que despierta un ansia anárquica contra el poder.
En la semana que pasó, dos policías fueron enviados al hospital heridos de bala por tumberas enarboladas por vecinos non sanctos. Otro policía recibió un ladrillazo en la cabeza que le partió el casco y lo dejó malherido.
Un individuo gatilló un 38 contra la cabeza de un uniformado y el arma falló. El hombre fue detenido y luego increíblemente liberado. Todo esto en un contexto de fiesta, borracheras y manejo local del barrio Confluencia por parte de una familia que parece el ejemplo más notorio de la mafia del subdesarrollo.
La policía se queja de la Justicia, el gobierno hace silencio y los expertos en sociología barata acuden a los epítetos bárbaros para describir una presunta situación vitalicia de desorden social, una especie de epidemia transgresora propia de los genes neuquinos.
En los foros de las redes sociales, se promete el exterminio en caso de que el gobierno no atienda, por ejemplo, el reclamo salarial de los gremios. Al gobierno municipal de Horacio Quiroga se le ocurrió multar a los sindicatos que habían quemado cubiertas en la calle durante sus protestas. “Te vamos a quemar junto con las cubiertas”, sugirió uno de estos foristas de indudable vinculación gremial.
El gobierno aborda la cuestión seguridad, pero la puesta en escena no siempre convence.
Sapag presentó 100 patrulleros súper equipados. “Cada patrullero será como una comisaría”, ejemplificó. Se hizo mucha propaganda, se sacaron cuentas estadísticas que no sirven para nada (cuatro patrulleros por barrio, casi un orgasmo de felicidad complaciente).
La realidad es que el plan de seguridad atrasa cinco años, y que está amenazado de muerte por la situación presupuestaria del Estado, que sufre la peor crisis de financiamiento por regalías de los últimos años, solo comparable a aquella que viviera Felipe Sapag en su último gobierno, cuando el petróleo llegó a cotizar a 9 dólares y todavía regía la convertibilidad.
Sapag fue a Senillosa a celebrar el aniversario y no dijo una palabra de la cárcel “modelo”, que sigue criando yuyos enmarañada en la patética combinación de ineficacia burocrática y carencias financieras.
Prefirió hablar de la multivía, que Vialidad Nacional licitará, para ejecutar…algún día del futuro, tal vez en ese universo paralelo en el que habitan Chihuido I, el tercer puente vinculado a las rutas neuquinas, y otras grandes obras que no se hacen por falta de plata en esta Argentina tan contradictoria.
El último proyectil mediático que lanzó el gobierno fue el de que hará obras con 150 millones de dólares que le proveerán la emisión de bonos, que pretende ser por hasta 300 millones.
La mitad es para financiar el déficit del Estado, la otra mitad para poder hacer alguna de las tantas obras que se necesitan. Es lo mismo que quiere hacer Horacio Quiroga a nivel capitalino, con una emisión mucho más modesta, por 200 millones de pesos.
Neuquén no solo necesita que se apruebe el trámite en la Legislatura, sino que lo apruebe el gobierno nacional, que ha demostrado en la semana que pasó, que pulverizó la letra de los acuerdos constitucionales que federalizaron los recursos para aumentar el manejo absolutamente centralizado de los hidrocarburos.
En este contexto, Neuquén tendrá que pedir permiso por todo, o bien arriesgarse a la aventura de hacer verdad un federalismo declamado que está en los presuntos genes del MPN, y plantarse en la posición más dura, como ya empezó a hacer De la Sota en Córdoba, después del vergonzoso incumplimiento del Estado nacional con los jubilados cordobeses.
¿Qué pasará, pues, con tanta distancia entre la agenda impuesta y la agenda real?
Lo más probable es que se noten con mayor fuerza las contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace o no se hace.
Se entra de lleno en un proceso en el que el gobierno queda cada vez más expuesto, como si estuviera en una pecera, y en el que nadie será capaz de guardar un secreto, porque todos empiezan a competir con todos, y las alianzas y pactos pueden durar lo mismo que un puñado de arena seca entre los dedos de los ansiosos políticos neuquinos.
Que no son superhéroes. Porque los superhéroes, en la realidad, no existen.
Rubén Boggi