"En los claroscuros de esta historia mĆnima, el bien y el mal se
manifiestan en todas sus terribles dimensiones", el rƩgimen totalitario y
genocida que decidiĆ³ el exterminio de un pueblo, los crueles avatares
de la guerra, la actuaciĆ³n de los bienintencionados que aportaron la
preciosa ayuda para que algunos pudieran sobrevivir, los inocentes
condenados, los indiferentes, los obedientes incondicionales... CrĆ³nicas de Hans Schulz, para B2000.
El diario de Anne Frank. Detalle (Ampliar en mĆ”s informaciĆ³n)
El miĆ©rcoles 17 de octubre en compaƱĆa de mi hija y de algunos
integrantes de la comunidad judĆa de Bariloche visitamos la muestra “Ana
Frank, una historia vigente” que recorre la corta e intensa vida y obra
de la joven alemana de familia judĆa Annaliese Marie Frank (1929-1945).
(1) Y digo obra porque sin la permanencia de su extraordinario diario
personal, como tantas otras vidas jĆ³venes que se perdieron en los
oscuros laberintos de la sombrĆa red de campos de exterminio que
diseƱaron y construyeron los burĆ³cratas nacionalsocialistas en pos de la
“soluciĆ³n final al problema judĆo”, la vida de Ana seguramente se
hubiese hundido en el olvido.
Para un argentino descendiente de alemanes recorrer este tipo de muestras que despliegan frente a nuestros ojos todo el horror del que fue capaz un rĆ©gimen genocida alemĆ”n siempre representa un desafĆo emocional. Sin embargo debemos seguir apoyando consistentemente el necesario esclarecimiento crĆtico de esta oscura etapa de la historia de la humanidad para ayudar “a prevenir el eterno retorno del mal absoluto” como dijera el Juez MartĆn Lozada en su disertaciĆ³n previa a la presentaciĆ³n del libro “Mandato paterno. El frĆ”gil hilo del recuerdo” en la sede de la Comunidad JudĆa de Bariloche hace sĆ³lo unos pocos dĆas.
AquĆ, en los claroscuros de esta historia mĆnima, el bien y el mal se manifiestan en todas sus terribles dimensiones: el rĆ©gimen totalitario y genocida que ha decidido el exterminio de un pueblo, los crueles avatares de la guerra, la actuaciĆ³n de los bienintencionados que aportaron la preciosa ayuda para que algunos pudieran sobrevivir, los inocentes condenados por su religiĆ³n y pertenencia a un pueblo determinado, los indiferentes, los obedientes incondicionales a las Ć³rdenes de las organizaciones criminales, los delatores.
En los tramos finales de la segunda gran guerra del “siglo de las tinieblas” el refugio ideal en que Ana y sus familiares se mantuvieron escondidos tampoco estuvo a salvo de la maldad de los hombres. A causa de una denuncia anĆ³nima y a sĆ³lo pocas semanas de la llegada liberadora de los ejĆ©rcitos aliados, Ana, su familia y los miembros de otras familias que compartĆan el refugio secreto fueron detenidos por los nazis. Estos saquearon las habitaciones en busca de joyas y dinero e ignoraron el diario. Los dueƱos de la casa lo encontraron tirado entre el desorden general que ofrecĆa el escondite despuĆ©s del arresto. Los fieles lacayos del genocidio en curso se llevaron a los seres humanos y otros elementos que consideraron importantes. Pero despreciaron la palabra escrita que muda en el piso esperaba un mejor momento.
Para un argentino descendiente de alemanes recorrer este tipo de muestras que despliegan frente a nuestros ojos todo el horror del que fue capaz un rĆ©gimen genocida alemĆ”n siempre representa un desafĆo emocional. Sin embargo debemos seguir apoyando consistentemente el necesario esclarecimiento crĆtico de esta oscura etapa de la historia de la humanidad para ayudar “a prevenir el eterno retorno del mal absoluto” como dijera el Juez MartĆn Lozada en su disertaciĆ³n previa a la presentaciĆ³n del libro “Mandato paterno. El frĆ”gil hilo del recuerdo” en la sede de la Comunidad JudĆa de Bariloche hace sĆ³lo unos pocos dĆas.
AquĆ, en los claroscuros de esta historia mĆnima, el bien y el mal se manifiestan en todas sus terribles dimensiones: el rĆ©gimen totalitario y genocida que ha decidido el exterminio de un pueblo, los crueles avatares de la guerra, la actuaciĆ³n de los bienintencionados que aportaron la preciosa ayuda para que algunos pudieran sobrevivir, los inocentes condenados por su religiĆ³n y pertenencia a un pueblo determinado, los indiferentes, los obedientes incondicionales a las Ć³rdenes de las organizaciones criminales, los delatores.
En los tramos finales de la segunda gran guerra del “siglo de las tinieblas” el refugio ideal en que Ana y sus familiares se mantuvieron escondidos tampoco estuvo a salvo de la maldad de los hombres. A causa de una denuncia anĆ³nima y a sĆ³lo pocas semanas de la llegada liberadora de los ejĆ©rcitos aliados, Ana, su familia y los miembros de otras familias que compartĆan el refugio secreto fueron detenidos por los nazis. Estos saquearon las habitaciones en busca de joyas y dinero e ignoraron el diario. Los dueƱos de la casa lo encontraron tirado entre el desorden general que ofrecĆa el escondite despuĆ©s del arresto. Los fieles lacayos del genocidio en curso se llevaron a los seres humanos y otros elementos que consideraron importantes. Pero despreciaron la palabra escrita que muda en el piso esperaba un mejor momento.
Actualmente todos conocemos el diario de Anna Frank y muchos lo hemos
leĆdo. Sin embargo cada vez que abordamos el tema lo hacemos desde otro
lugar y en otro contexto personal, social y polĆtico. Por mera empatĆa
vivencial el que esta vez recorriera la muestra junto a mi hija de 16
aƱos y otras/os jĆ³venes provocĆ³ en mĆ un cambio en la mirada y en las
percepciones sobre la vida de la joven Ana. Al recorrerla no pude dejar
de imaginarse situaciones similares para la propia familia. La Europa
soƱada de la que me hablaron mis padres convertida en atroz pesadilla.
Lo “no dicho”, lo silenciado y las tragedias deliberadamente ignoradas
entre los mĆos en una larga serie de paneles explicativos expuestos en
una sala de la Escuela NĀŗ 266 en Bariloche el mes de octubre del aƱo
2012.
Tal vez fue el horror de la dictadura y los consiguientes juicios por delitos de Lesa Humanidad llevados a cabo en nuestro paĆs los que cambiaron la percepciĆ³n de las cosas de una gran parte de los intencionalmente desafectados en estas latitudes, es decir de la de aquellos que se habĆan adscrito a la teorĆa de los dos demonios, los negadores, los banalizadores. Es posible. Nadie puede permanecer inmune ante tanto horror.
Poderosa es la palabra escrita y los testimonios de victimas y testigos presenciales pero incluso ellos a veces no alcanzan. TodavĆa hoy, cuando el Presidente de facto de la Junta Militar que gobernĆ³ el paĆs entre los aƱos 1976 y 1983 ya reconociĆ³ y reivindicĆ³ el uso de los mĆ©todos criminales que se diseƱaron desde el gobierno en aquellos aƱos, se escuchan argumentos que niegan que haya existido en el paĆs una polĆtica deliberada de terrorismo de Estado. (2)
A veces esta obsecuencia tambiĆ©n envuelve las discusiones sobre los crĆmenes europeos. En una conversaciĆ³n informal que tuve en Buenos Aires hace sĆ³lo unas semanas en el marco de la presentaciĆ³n de mi libro mi interlocutor argumentaba que el Holocausto no pudo haber sido posible “porque no habĆa tantos judĆos en Europa”. Sin embargo el detallado informe de la “tabla europea” que presentara Eichmann en la conferencia de Wannsee a principios del aƱo 1942 decĆa otra cosa: 11 millones incluyendo a los judĆos de la UniĆ³n SoviĆ©tica. (3) DespuĆ©s de mĆ”s de sesenta aƱos de ocurrida la ShoĆ” y con una irrefutable profusiĆ³n de documentaciĆ³n disponible este banalizador argentino contemporĆ”neo persistĆa en sus obsesivos argumentos fundamentalistas mĆ”s allĆ” de la prueba irrefutable de los meticulosos nĆŗmeros de los mismos burĆ³cratas alemanes. ¿CuĆ”ntas muestras, instalaciones y memoriales son necesarios para mantener viva la necesaria reflexiĆ³n crĆtica sobre la historia? ¿CuĆ”ntos debates deberemos todavĆa llevar a cabo para esclarecer lo ocurrido en nuestra historia reciente?
Los aƱos pasan y a la distancia, para las nuevas generaciones, los acontecimientos se vuelven difusos. Los sobrevivientes y testigos presenciales de una Ć©poca se desvanecen. Entonces: ¿QuĆ© es lo que nos queda para el ejercicio de la memoria responsable? Las ruinas del horror, los memoriales, los registros visuales y ante todo la palabra escrita, como el precioso diario de Ana, fruto de la minuciosa prĆ”ctica que la joven ejercitĆ³ a lo largo de mĆ”s de dos aƱos en su vulnerable refugio. Vulnerable a la tenaz persistencia del mal absoluto.
Tal vez fue el horror de la dictadura y los consiguientes juicios por delitos de Lesa Humanidad llevados a cabo en nuestro paĆs los que cambiaron la percepciĆ³n de las cosas de una gran parte de los intencionalmente desafectados en estas latitudes, es decir de la de aquellos que se habĆan adscrito a la teorĆa de los dos demonios, los negadores, los banalizadores. Es posible. Nadie puede permanecer inmune ante tanto horror.
Poderosa es la palabra escrita y los testimonios de victimas y testigos presenciales pero incluso ellos a veces no alcanzan. TodavĆa hoy, cuando el Presidente de facto de la Junta Militar que gobernĆ³ el paĆs entre los aƱos 1976 y 1983 ya reconociĆ³ y reivindicĆ³ el uso de los mĆ©todos criminales que se diseƱaron desde el gobierno en aquellos aƱos, se escuchan argumentos que niegan que haya existido en el paĆs una polĆtica deliberada de terrorismo de Estado. (2)
A veces esta obsecuencia tambiĆ©n envuelve las discusiones sobre los crĆmenes europeos. En una conversaciĆ³n informal que tuve en Buenos Aires hace sĆ³lo unas semanas en el marco de la presentaciĆ³n de mi libro mi interlocutor argumentaba que el Holocausto no pudo haber sido posible “porque no habĆa tantos judĆos en Europa”. Sin embargo el detallado informe de la “tabla europea” que presentara Eichmann en la conferencia de Wannsee a principios del aƱo 1942 decĆa otra cosa: 11 millones incluyendo a los judĆos de la UniĆ³n SoviĆ©tica. (3) DespuĆ©s de mĆ”s de sesenta aƱos de ocurrida la ShoĆ” y con una irrefutable profusiĆ³n de documentaciĆ³n disponible este banalizador argentino contemporĆ”neo persistĆa en sus obsesivos argumentos fundamentalistas mĆ”s allĆ” de la prueba irrefutable de los meticulosos nĆŗmeros de los mismos burĆ³cratas alemanes. ¿CuĆ”ntas muestras, instalaciones y memoriales son necesarios para mantener viva la necesaria reflexiĆ³n crĆtica sobre la historia? ¿CuĆ”ntos debates deberemos todavĆa llevar a cabo para esclarecer lo ocurrido en nuestra historia reciente?
Los aƱos pasan y a la distancia, para las nuevas generaciones, los acontecimientos se vuelven difusos. Los sobrevivientes y testigos presenciales de una Ć©poca se desvanecen. Entonces: ¿QuĆ© es lo que nos queda para el ejercicio de la memoria responsable? Las ruinas del horror, los memoriales, los registros visuales y ante todo la palabra escrita, como el precioso diario de Ana, fruto de la minuciosa prĆ”ctica que la joven ejercitĆ³ a lo largo de mĆ”s de dos aƱos en su vulnerable refugio. Vulnerable a la tenaz persistencia del mal absoluto.