Martín Soria: “No se si algún día podré perdonar a mi madre” - Piedra OnLine

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lunes, 22 de octubre de 2012

Martín Soria: “No se si algún día podré perdonar a mi madre”

NOTA DEL DIARIO LA NACION

Martín Soria es el heredero político de Carlos Soria, el intendente de General Roca, diputado nacional, jefe de la SIDE y gobernador de Río Negro, que murió de un balazo a 21 días de asumir, en la madrugada trágica del 1° de enero pasado, en medio de una discusión con su esposa, Susana Freydoz.
En un diálogo con La Nación, cuenta cómo vivió la primera semana de un juicio en el que está imputada su madre. Habla en su despacho de la intendencia de General Roca, que le toca conducir. Por su propia decisión lo rodean las fotos, el mobiliario y la decoración que heredó de su padre.
Freydoz está procesada por el delito de homicidio calificado por el vínculo, agravado por el uso de un arma de fuego, pero nunca estuvo detenida. Vivió los últimos nueve meses internada en el área de Salud Mental del hospital público de Cipolletti. El intendente de Roca fue el único de los hijos de Soria que dio su testimonio con presencia de público en la sala y se prestó a un diálogo llano, cargado de emoción, en el que recordó la herencia política de su padre y la pasión enfermiza con la que desarrollaba su actividad.

-¿Pudo hacer el duelo? (Ampliar en más información)

-El juicio es una segunda etapa de duelo. La primera etapa fue la ausencia. No sé cuál es el duelo, porque yo salgo a la vereda y me vienen a abrazar las señoras que pasan y hablan todo el tiempo de lo que hizo mi viejo. Es muy difícil hacer un duelo así.

-¿Le molesta esa comparación?
-No, la llevo como una mochila positiva. Él le puso el alma y por eso muchas veces se enfermó y seguramente enfermó a los que lo rodeaban. Porque hay que vivir así… Hay una provincia que quedó huérfana de un proyecto político. Después de diez meses de gobierno provincial se evidencia la ausencia del líder, la falta de un liderazgo. Me siento doblemente huérfano: porque el 1° de enero de 2012 perdí a mi viejo, pero al mismo tiempo perdí el núcleo básico que tiene cualquier persona, con mi madre. ¿Después de semejante tragedia cómo voy a poder volver a mirarla a la cara? Un día volvía de visitarla y no podía creerlo: no me preguntó por el entierro de mi viejo.

-¿Cree que podrá perdonarla?
-Sí, pero si se comprueba que fue un accidente. Si el juicio demuestra que fue un accidente, si lo que escuchó mi hermana fue parte de la dinámica de ese accidente. Porque lo que ella escucha de la pelea es la voz de mi madre que dice: “Me voy a matar”.

- En esa relación, ¿dónde se ubicaban usted y sus hermanos?
-Carlos, mi hermano más chico, y yo trabajamos juntos. Mis otros hermanos (María Emilia, abogada, de 27 años, y Germán) no estaban vinculados a la política. De hecho, mi hermana vivía en Buenos Aires y se había mudado a Roca dos días antes de la muerte de mi padre. Con su novio paraban en la chacra porque todavía no habían conseguido un departamento para alquilar. Imaginate lo que fue esa recepción. Germán y María Emilia veían toda esta pelea a la distancia, mi vieja los llamaba y los volvía locos. Mis hermanos me llamaban: “Che, ¿qué pasa, es cierto que papá tiene no sé cuántas minas?” Yo estaba todo el día con él y pensaba: “¿Pero en qué momento?” Mi vieja me llamaba para decirme que mi papá no le atendía el teléfono porque estaba con otra. Y yo le aseguraba que había salido de una reunión y no la atendía porque estaba ocupado en sus actividades políticas. Fue un delirio. Pronto se va a oír el testimonio de una amiga de mi vieja que la acompañaba a perseguir a mi papá en el auto.

-¿En qué momento sintió que la relación entre sus padres se había complicado?
-Conociendo a mis viejos jamás pensé que iban a terminar así.

-¿Esa noche hubo un detonante o fue una situación descolgada de lo que había sucedido antes?
-Tiene que haber sido un instante. No me la imagino a mi vieja dejando la mesa puesta, por la obsesión que ella tenía por la limpieza y los detalles. Y hay otra cosa. Alguien que está preparando y planificando el día siguiente en familia es improbable que piense ahora cuando se vayan todos agarro un arma y le pego un tiro.

-Se habló mucho del mensaje de texto de una supuesta relación extramatrimonial de su padre
-No, no. Muchos hablan de los mensajes de texto, pero tienen los celulares y los pueden enviar a analizar. Yo dudo de que eso haya sido el desencadenante. Creo que tenés que tener una predisposición a pensar que te están engañando, u otros motivos que te hagan suponerlo. Ella tenía una celopatía total.

-¿Cómo tomó los dichos del psiquiatra de su madre cuando dijo que ustedes “no eran la familia Ingalls”?
-Estuvo bien, porque no existe esa familia. Me tocó crecer en una familia que no es normal. El apasionamiento de mi viejo por la política no fue normal. Cuando era chico, mis amigos miraban series en la televisión y yo miraba a Neustadt y a Grondona.

-Tu papá tenía adoración por sus nietas [las hijas de Martín Soria], ¿cómo fue el camino para contarles lo que había pasado?
-La más grande tiene 5 años y era inevitable que en el jardín tuviera contacto con lo que pasó. Hace seis meses me vino a preguntar: “¿Es cierto que la abuela le pegó un tiro al abuelo?” Y ahí tuvimos que explicarle todo.

-¿Cree que luego del proceso judicial pueda recuperar algo del vínculo con su madre?
-Es muy duro pensar hoy que se pueda recomponer tan fácilmente algo así. Ella no siente nada, está como sedada. No siente remordimiento, está flotando. Es muy duro no poder hablar con ella de nada o que te diga que no recuerda lo que sucedió. Una vez fui a visitarla con los patos volados y te empieza a hablar de lo lindo que está el día. Y cuando le preguntás, te dice: “No me acuerdo de nada”. Y se larga a llorar. Nosotros la internamos porque ella estaba guardando pastillas para tomárselas todas juntas. Si no tendría que estar en mi casa. Y yo no sé si quiero que esté en mi casa. Sé que es duro lo que digo.

-Como creyente, ¿le pide a Dios poder perdonar a su madre por lo que hizo?
-Obvio, (se emociona), pero no sé si alguna vez la podré perdonar. Hoy; no sé más adelante. Es lo que más me gustaría.

Gastón Roitberg
Con la colaboración de Luis Leiva.