El desayuno, nos dicen, es la comida más importante del día. Ahora,
los neurólogos están comenzando a entender por qué. Pasar por alto la
primera comida del día no sólo significa que uno comerá más en el
almuerzo, descubrieron las investigaciones, sino que nuestro cerebro se
preparará para buscar durante el resto del día alimentos poco
saludables, con mayor cantidad de calorías. Más complicaciones del tema:
las personas que hacen dieta y se saltean comidas también tienen mal
pronóstico porque terminan aumentando de peso en el largo plazo. (Ampliar en màs información)
Tony
Goldstone, del Centro de Ciencia Clínica MRC en el Imperial College
London, descubrió que los ayunos prolongados parecen tener un efecto muy
nocivo, hacen que determinadas regiones del cerebro se inclinen por
alimentos con más calorías cuando se tiene acceso finalmente a la comida
. “Si uno se encuentra en un estado negativo en materia de equilibrio
energético, lo que prima es el sentido de la evolución. Uno no va a
perder tiempo buscando lechuga” aseguró este endocrinólogo
asesor.Goldstone presentó su estudio este martes en la Sociedad de
Neurología de New Orleans, Estados Unidos. El investigador escaneó los
cerebros de hombres y mujeres –todos de casi 25 años– durante dos días,
mientras se les hacía mirar fotografías de alimentos y se clasificaba el
grado de atractivo que encontraban en diferentes comidas, desde
chocolate a verduras. Un día, los voluntarios no desayunaban antes de
los escaneos. Al día siguiente tenían un desayuno de 750 calorías.
Después de los escaneos, los voluntarios almorzaban.
“No sorprende que cuando ayunan tienen hambre y catalogan a los alimentos de muchas calorías como más atrayentes”.
Cuando los voluntarios pasaban por alto el desayuno, comían un 20 por ciento más en el almuerzo.
Sus
escaneos mostraron también que la actividad de la corteza orbitofrontal
era especialmente sensible a los alimentos de alto contenido calórico.
Los estudios de escaneo cerebral del equipo de Goldstone en pacientes
sometidos a cirugía gástrica descubrieron que la actividad de la corteza
orbitofrontal era menor en aquellos que habían sido sometidos a
cirugías de bypass en comparación con los que tenían un cinturón
gástrico. “Pensamos que le va mejor a la gente que se sometió a un
bypass porque se alteran las ganas por alimentos con muchas calorías,
algo en lo que interviene la corteza orbitofrontal”.
Traducción: Silvia Simonetti