Poi Pucón: Un siglo de humildad (Pcia de Neuquén) - Piedra OnLine

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domingo, 10 de marzo de 2013

Poi Pucón: Un siglo de humildad (Pcia de Neuquén)

Por Ana Laura Calducci

Neuquén ; En el paraje Poi Pucón, a pocos kilómetros de Aluminé, el paisaje sobrevive al tiempo. Las casas de adobe, distribuidas a lo largo del camino, poco han cambiado en las últimas décadas. Hacia el oeste, se recorta la silueta a contraluz del cerro La Horqueta. Allí, los pobladores viven a su propio ritmo, sin más apuro que el que marca la claridad del sol.

En una curva del sendero de ripio que lleva hacia el paraje, con el mate a un lado y la protección de la sombra, Segundo Alcafil ve pasar los días y los autos desde el patio de su casa. Afirma tener un siglo de vida, aunque recuerda poco de su infancia. Desde la mitad de su existencia, lo acompaña Filomena Kalfurrayén, de unos 65 años. Ninguno de los dos sabe con exactitud su edad. Viven de manera austera, agradeciendo lo poco que tienen a la voluntad de Dios.
Cerca de allí está la antigua casa de adobe que albergó en sus últimos días a Juan Benígar, el croata que se enamoró de estas tierras y logró trascendencia a principios del siglo pasado con sus libros sobre la forma de vida de las comunidades mapuches, a las que denominaba “araucanos”. (Ampliar en más información)

Poi Pucón apenas figura en el mapa y comparte el nombre con el arroyo que riega el ingreso a Aluminé. Logró trascendencia en los medios de la región por un conflicto territorial entre las comunidades y un estanciero, hace casi dos años. Viven en el paraje menos de 100 habitantes, prácticamente todos de origen mapuche, como Segundo y su mujer.
En su relato, entre risas y sin soltar el sombrero, el hombre centenario va hilando una idea con otra de manera irregular, saltando de un tema al siguiente de imprevisto y nombrando recurrentemente su dolencia -“calambres”, según explica- y su fe religiosa.
Sostuvo que residió en la zona gran parte de su vida, “o sea como 100 años”, y que sufre todavía las consecuencias “de un daño que me hicieron”, que lo llevó incluso a una internación hospitalaria. “Me hicieron un mal y no hubo remedio. Eso estaba escondido, como el Diablo, que está en contra de nosotros, y casi morí, pero gracias al Señor eso no pasó”, contó.
Por fortuna, encontró una compañera que cuida de su salud con paciencia infinita. “Tenemos juntos como 46 años”, indicó con rigurosa precisión y recordó, mostrando una sonrisa cómplice, cómo hizo para conquistarla: “Yo estaba solo, un día quedé solo y ella vino y me acompañó. Y, bueno, pasó que ella dijo que sí y yo también dije sí y atrás llegó el agua, como se dice”.
Ocasionalmente, interrumpen los mates al aire libre para ver televisión en la casa del hijo, que queda al lado. El joven hace trabajos en madera y los bancos improvisados del matrimonio son, justamente, troncos traídos del bosque para su labor. Del mismo material es la cerca que marca los límites del hogar. “El muchacho tiene tele y algo eso me gusta”, explicó Filomena y su marido acotó: “Es que nosotros no estudiamos, solamente trabajamos, por eso no leemos mucho ni tenemos esas cosas”.
Gran parte de lo que conocen del mundo llegó de la mano de la religión. En palabras de Segundo, su vida está marcada por “el pensamiento de Dios, el camino de Dios, porque yo hice un cambio para tener una manera de ser mejor adentro”.
“No sabemos nada cuando somos nuevos, pensamos puras macanas, en juguetes o bailar chamamé; yo era cantor y bailarín, casi que amanecí así criado y vivía de joda”, confesó. De adulto, conoció la responsabilidad y el sacrificio a través del trabajo en numerosas tareas, desde el cultivo de la tierra a la construcción de viviendas “y fui hasta comerciante, porque nací en la parte de Ruca Choroi pero siempre he andado”, aseguró. La búsqueda del salario lo llevó por varios lugares y, según afirma, “en un tiempo tuve muchos animales y mucha plata; vendíamos con mi padre como mil bolsas de semillas”. Eso se perdió con el tiempo, pero la vejez trajo una vida más calmada y sedentaria, con menos necesidades materiales.
“Anteayer nomás veía que no queda nada, ni huerta nomás, se fueron todos”, contó Segundo con la mirada en el suelo. Del futuro, según repite constantemente, espera sólo una cosa: disfrutar de la paz que tantos años le llevó encontrar.
POI PUCÓN
• Su nombre significa “con muchos ingresos” y tiene una población estimada de entre 60 y 80 habitantes.

• Los habitantes de la zona pertenecen en su mayoría a la comunidad  Wiñoy Tayín Rakizuam.
• Cerca de la casa de Alcafil está la vivienda histórica de Juan Benígar, inmigrante croata y pionero de Aluminé, conocido por sus estudios sobre la forma de vida del pueblo mapuche.

• Los primeros pobladores llegaron con la Campaña al Desierto, que despojó a las comunidades de la zona de sus tierras.