Sara Garodnik fue una de las tantas voluntarias que acompaƱaron a los obreros de El ChocĆ³n en la masiva huelga de 1970. A 43 aƱos de aquel hecho histĆ³rico, recuerda una foto que la tiene como protagonista, embarazada de tres meses, pidiendo apoyo a los vecinos de Senillosa para colaborar con la protesta.
Por Mario Cippitelli
A comienzos de 1970, Sara Garodnik tenĆa 25 aƱos, pero esa juventud no le impedĆa participar activamente en causas polĆticas y sociales. Lo llevaba en la sangre. Lo habĆa aprendido de su padre, de su familia. Y despuĆ©s, de su marido, RubĆ©n Mansilla, otro incansable a la hora de reclamar y luchar por las desigualdades y las injusticias. (Ampliar en mĆ”s informaciĆ³n)
Sara se habĆa recibido de docente, pero trabajaba como asistente social en la Municipalidad de NeuquĆ©n. A travĆ©s del sindicato habĆa comenzado a militar como delegada en la CGT de NeuquĆ©n, pese a las limitaciones que la actividad gremial tenĆa en esos tiempos.
El general Juan Carlos OnganĆa, la cara mĆ”s conocida de la RevoluciĆ³n Argentina, que habĆa comenzado con el golpe de Estado que derrocĆ³ a Arturo Illia en 1966, gobernaba el paĆs con impronta militar. Pero en NeuquĆ©n los sindicatos tenĆan intensa actividad pese a la dictadura y confluĆan mayoritariamente a travĆ©s de sus delegados en la central que los agrupaba, la CGT.
En el inicio de la dĆ©cada del 70 NeuquĆ©n era un pueblo humilde con sueƱos de gran ciudad. Esas ilusiones de crecimiento y desarrollo tenĆan un fuerte sustento. El paĆs comenzaba a conocer la provincia patagĆ³nica por la “Obra del Siglo”, tal la denominaciĆ³n que le habĆan dado a la represa de El ChocĆ³n, cuyas bases se habĆan comenzado a construir dos aƱos antes.
El faraĆ³nico proyecto tenĆa el triple propĆ³sito de generar energĆa, irrigar zonas desĆ©rticas y domar al enĆ©rgico Limay, que en Ć©pocas de deshielo o de lluvias intensas invadĆa tierras, causaba estragos y atemorizaba a las poblaciones.
Semejante proyecto demandaba una extraordinaria cantidad de trabajo, por lo que a fines de los '60 y principios de los '70 una oleada de inmigrantes provenientes de todas las provincias y de paĆses vecinos habĆan comenzado a llegar a NeuquĆ©n para trabajar en la Obra del Siglo.
Sin embargo, aquellas promesas de empleo y pujanza para los obreros serĆan cumplidas a medias. Las condiciones laborales eran duras y los horarios de trabajo se extendĆan hasta 12 horas diarias, tanto en los inviernos helados como en aquellos veranos sofocantes y secos.
La pequeƱa villa de trabajo que se habĆa levantado en inmediaciones de la represa agrupaba una serie de galpones que albergaban a un centenar de personas que dormĆan en hileras de camas, una al lado de la otra. En los primeros meses de iniciada la obra no habĆa baƱos. La calefacciĆ³n prĆ”cticamente no existĆa. Estaba prohibido el ingreso de mujeres y nadie podĆa tomar una gota de alcohol, aun fuera del horario laboral. La paga era miserable y las condiciones de seguridad prĆ”cticamente no existĆan. La sumatoria de todas esas carencias y atropellos fue la que originĆ³ la chispa del reclamo.
En agosto de 1969 comenzaron a escucharse las primeras quejas. Una serie de accidentes de trabajo que dejaron varios muertos motivaron una primera asamblea y el reclamo formal a la dirigencia de la UOCRA neuquina. Desde la capital, el gremio se comprometiĆ³ a ocuparse del caso, pero nada mejorĆ³.
Dos semanas despuĆ©s los obreros decidieron actuar por cuenta propia. Se autoconvocaron y eligieron a sus propios delegados, desconociendo a sus representantes sindicales. Se reiteraron los reclamos por aumentos salariales y condiciones de trabajo. Impreglio-Sollazo, una de las tres empresas que trabajaban en la obra, rechazĆ³ el petitorio y ademĆ”s despidiĆ³ a los delegados, lo que originĆ³ una huelga masiva. El Choconazo estaba en marcha.
“Voy a colaborar”
Las noticias del levantamiento obrero llegaron rƔpidamente a la capital neuquina. En la CGT, los delegados se reunieron y decidieron participar para apoyar el reclamo. Lo mismo hizo el Obispado de NeuquƩn, a travƩs de Jaime de Nevares.
Sara lo hablĆ³ con su marido RubĆ©n y con sus padres. Les dijo que querĆa colaborar con el reclamo a travĆ©s de redes solidarias, que ya comenzaban a formarse para llevar alimentos, ropa y todo lo que hiciera falta para que la huelga no cayera. Pero en el fondo dudaba. Desde que se casĆ³ habĆa tratado de quedar embarazada infructuosamente, pero ahora lo habĆa logrado. En su vientre tenĆa un bebĆ© de tres meses de gestaciĆ³n y era riesgoso trasladarse a un lugar que era un volcĆ”n a punto de reventar.
“Todo el mundo me decĆa que no fuera, que me cuidara…”, recuerda 43 aƱos despuĆ©s mirando la fotografĆa en la que se la ve subida a un camiĆ³n hablando ante un grupo de personas en Senillosa, lugar al que habĆa llegado con la denominada “caravana solidaria” que llevaba ayuda a los obreros del ChocĆ³n.
Cuando comenzĆ³ la huelga, las primeras acciones que llevĆ³ adelante la CGT fue la conformaciĆ³n de una multisectorial para colaborar con los obreros.
“RecorrĆamos los comercios de NeuquĆ©n y les pedĆamos ayuda porque los obreros estaban levantando la "Obra del Siglo" y para la provincia era muy importante”, asegura.
Una vez que lograban recolectar ropa, alimentos y todo tipo de ayuda, se hacĆan esas caravanas que finalmente confluĆan en el campamento donde estaban los trabajadores en la huelga.
Las mujeres arreglaban pantalones porque habĆa muchas donaciones de ropa. TejĆan, bordaban, hacĆan servilletas, repasadores. Colaboraban en todo lo que podĆan y tenĆan un rol estratĆ©gico acompaƱando aquella protesta.
Coraje
La posibilidad de que Sara participara activamente en aquellos viajes era realmente de un alto riesgo.
“Era una contradicciĆ³n ir a la huelga con mi panza. Pensaba si no era mejor que yo me quedara en la cama cuidando mi embarazo”, recuerda y duda.
Pero finalmente tomĆ³ la decisiĆ³n y comenzĆ³ a realizar aquellos viajes solidarios que no siempre tendrĆan un final feliz. “CuidĆ© las dos decisiones. CuidĆ© el embarazo y cuidĆ© mi compromiso”, sostiene.
Cuando la huelga estaba avanzada y las obras de la represa se mantenĆan paralizadas intervino la fuerza.
Un dĆa que la caravana llegaba hasta el campamento principal, la PolicĆa no dejĆ³ ingresar a nadie. Hubo discusiones acaloradas. Luego, corridas, balas de goma, gases lacrimĆ³genos.
Sara corrĆa tapĆ”ndose el rostro con una mano y con la otra sosteniendo su panza, como si ese acto reflejo fuera una protecciĆ³n suficiente para dejarla a salvo de cualquier agresiĆ³n o de cualquier herida.
“Yo no sĆ© si el embarazo genera defensas o cierta fantasĆa de que a una la recubre la impunidad. Creo que las mujeres embarazadas toman coraje”, asegura. Por eso, aquellos enfrentamientos no la amedrentaron y ella siguiĆ³ trabajando hasta el final.
El final
La resistencia de los obreros del ChocĆ³n no durĆ³ mĆ”s que un par de meses. El mismo desgaste del tiempo hizo que muchos desistieran de mantener aquella protesta y comenzaran a abandonar los puestos de lucha. La huelga, que en un principio tenĆa el apoyo de miles de trabajadores, quedĆ³ reducida a un grupo de no mĆ”s de 400 personas.
En marzo de 1970, GendarmerĆa recuperĆ³ la obra y quienes todavĆa protestaban y reclamaban no tuvieron mĆ”s remedio que aceptar una serie de propuestas que realizaron las empresas aun cuando estaban muy lejos de aquellos petitorios que habĆan elevado en un principio.
El Choconazo fue un punto de inflexiĆ³n en la historia de las luchas obreras en NeuquĆ©n y en el paĆs. Si bien no tuvo el final que todos esperaban demostrĆ³ una gran unidad y solidaridad no sĆ³lo de aquellos que protestaban sino de toda la comunidad. Y tambiĆ©n fue una demostraciĆ³n de resistencia -una mĆ”s- hacia un gobierno dictatorial como el de OnganĆa.
“Fue importante porque permitiĆ³ que los trabajadores pudieran elegir a sus representantes. La gente lo entendiĆ³ porque comprendiĆ³ que era una obra clave y todos los sectores -empresarios, sociales y sindicales- querĆan que la provincia se desarrollara a travĆ©s de este proyecto”, asegura Sara.
Seis meses despuĆ©s de que finalizara aquella gran huelga, naciĆ³ Mariano, contra todas las dudas y todos los miedos. Luego la familia se ampliarĆa.
A lo largo del tiempo, Sara siguiĆ³ participando activamente en movimientos de defensa de los derechos humanos y en todo tipo de luchas sociales. En la actualidad mantiene ese compromiso solidario. El mismo que la empujĆ³ hace 43 aƱos a acompaƱar a aquellos obreros en la gran huelga.
Revisando una caja de fotos viejas, Sara mira las imĆ”genes con cariƱo y nostalgia. “Son recuerdos muy frescos”, sostiene.
SĆ³lo algunas crĆ³nicas de la Ć©poca referidas al Choconazo la recuerdan como Sara Garodnik o la esposa de RubĆ©n Mansilla, una de las tantas mujeres que saliĆ³ en defensa de los obreros del ChocĆ³n. Los testimonios grĆ”ficos la inmortalizaron de manera mĆ”s anĆ³nima. Las fotos en blanco y negro la muestran como la joven que estaba en todas las caravanas. La que levantaba la voz subida al camiĆ³n. Aquella flaca de carĆ”cter fuerte con pancita de futura mamĆ”.