Una madre en el Choconazo - Piedra OnLine

InformaciĆ³n del Mundo

domingo, 20 de octubre de 2013

Una madre en el Choconazo

Sara Garodnik fue una de las tantas voluntarias que acompaƱaron a los obreros de El ChocĆ³n en la masiva huelga de 1970. A 43 aƱos de aquel hecho histĆ³rico, recuerda una foto que la tiene como protagonista, embarazada de tres meses, pidiendo apoyo a los vecinos de Senillosa para colaborar con la protesta.
Por Mario Cippitelli

A comienzos de 1970, Sara Garodnik tenĆ­a 25 aƱos, pero esa juventud no le impedĆ­a participar activamente en causas polĆ­ticas y sociales. Lo llevaba en la sangre. Lo habĆ­a aprendido de su padre, de su familia. Y despuĆ©s, de su marido, RubĆ©n Mansilla, otro incansable a la hora de reclamar y luchar por las desigualdades y las injusticias. (Ampliar en mĆ”s informaciĆ³n)

Sara se habƭa recibido de docente, pero trabajaba como asistente social en la Municipalidad de NeuquƩn. A travƩs del sindicato habƭa comenzado a militar como delegada en la CGT de NeuquƩn, pese a las limitaciones que la actividad gremial tenƭa en esos tiempos.
El general Juan Carlos OnganĆ­a, la cara mĆ”s conocida de la RevoluciĆ³n Argentina, que habĆ­a comenzado con el golpe de Estado que derrocĆ³ a Arturo Illia en 1966, gobernaba el paĆ­s con impronta militar. Pero en NeuquĆ©n los sindicatos tenĆ­an intensa actividad pese a la dictadura y confluĆ­an mayoritariamente a travĆ©s de sus delegados en la central que los agrupaba, la CGT.
En el inicio de la dĆ©cada del 70 NeuquĆ©n era un pueblo humilde con sueƱos de gran ciudad. Esas ilusiones de crecimiento y desarrollo tenĆ­an un fuerte sustento. El paĆ­s comenzaba a conocer la provincia patagĆ³nica por la “Obra del Siglo”, tal la denominaciĆ³n que le habĆ­an dado a la represa de El ChocĆ³n, cuyas bases se habĆ­an comenzado a construir dos aƱos antes.
El faraĆ³nico proyecto tenĆ­a el triple propĆ³sito de generar energĆ­a, irrigar zonas desĆ©rticas y domar al enĆ©rgico Limay, que en Ć©pocas de deshielo o de lluvias intensas invadĆ­a tierras, causaba estragos y atemorizaba a las poblaciones.
Semejante proyecto demandaba una extraordinaria cantidad de trabajo, por lo que a fines de los '60 y principios de los '70 una oleada de inmigrantes provenientes de todas las provincias y de paƭses vecinos habƭan comenzado a llegar a NeuquƩn para trabajar en la Obra del Siglo.
Sin embargo, aquellas promesas de empleo y pujanza para los obreros serĆ­an cumplidas a medias. Las condiciones laborales eran duras y los horarios de trabajo se extendĆ­an hasta 12 horas diarias, tanto en los inviernos helados como en aquellos veranos sofocantes y secos.
La pequeƱa villa de trabajo que se habĆ­a levantado en inmediaciones de la represa agrupaba una serie de galpones que albergaban a un centenar de personas que dormĆ­an en hileras de camas, una al lado de la otra. En los primeros meses de iniciada la obra no habĆ­a baƱos. La calefacciĆ³n prĆ”cticamente no existĆ­a. Estaba prohibido el ingreso de mujeres y nadie podĆ­a tomar una gota de alcohol, aun fuera del horario laboral. La paga era miserable y las condiciones de seguridad prĆ”cticamente no existĆ­an. La sumatoria de todas esas carencias y atropellos fue la que originĆ³ la chispa del reclamo.
En agosto de 1969 comenzaron a escucharse las primeras quejas. Una serie de accidentes de trabajo que dejaron varios muertos motivaron una primera asamblea y el reclamo formal a la dirigencia de la UOCRA neuquina. Desde la capital, el gremio se comprometiĆ³ a ocuparse del caso, pero nada mejorĆ³.
Dos semanas despuĆ©s los obreros decidieron actuar por cuenta propia. Se autoconvocaron y eligieron a sus propios delegados, desconociendo a sus representantes sindicales. Se reiteraron los reclamos por aumentos salariales y condiciones de trabajo. Impreglio-Sollazo, una de las tres empresas que trabajaban en la obra, rechazĆ³ el petitorio y ademĆ”s despidiĆ³ a los delegados, lo que originĆ³ una huelga masiva. El Choconazo estaba en marcha.
 
“Voy a colaborar”
Las noticias del levantamiento obrero llegaron rƔpidamente a la capital neuquina. En la CGT, los delegados se reunieron y decidieron participar para apoyar el reclamo. Lo mismo hizo el Obispado de NeuquƩn, a travƩs de Jaime de Nevares.
Sara lo hablĆ³ con su marido RubĆ©n y con sus padres. Les dijo que querĆ­a colaborar con el reclamo a travĆ©s de redes solidarias, que ya comenzaban a formarse para llevar alimentos, ropa y todo lo que hiciera falta para que la huelga no cayera. Pero en el fondo dudaba. Desde que se casĆ³ habĆ­a tratado de quedar embarazada infructuosamente, pero ahora lo habĆ­a logrado. En su vientre tenĆ­a un bebĆ© de tres meses de gestaciĆ³n y era riesgoso trasladarse a un lugar que era un volcĆ”n a punto de reventar.
“Todo el mundo me decĆ­a que no fuera, que me cuidara…”, recuerda 43 aƱos despuĆ©s mirando la fotografĆ­a en la que se la ve subida a un camiĆ³n hablando ante un grupo de personas en Senillosa, lugar al que habĆ­a llegado con la denominada “caravana solidaria” que llevaba ayuda a los obreros del ChocĆ³n.
Cuando comenzĆ³ la huelga, las primeras acciones que llevĆ³ adelante la CGT fue la conformaciĆ³n de una multisectorial para colaborar con los obreros.
“RecorrĆ­amos los comercios de NeuquĆ©n y les pedĆ­amos ayuda porque los obreros estaban levantando la "Obra del Siglo" y para la provincia era muy importante”, asegura.
Una vez que lograban recolectar ropa, alimentos y todo tipo de ayuda, se hacĆ­an esas caravanas que finalmente confluĆ­an en el campamento donde estaban los trabajadores en la huelga.
Las mujeres arreglaban pantalones porque habƭa muchas donaciones de ropa. Tejƭan, bordaban, hacƭan servilletas, repasadores. Colaboraban en todo lo que podƭan y tenƭan un rol estratƩgico acompaƱando aquella protesta.
 
Coraje
La posibilidad de que Sara participara activamente en aquellos viajes era realmente de un alto riesgo.
“Era una contradicciĆ³n ir a la huelga con mi panza. Pensaba si no era mejor que yo me quedara en la cama cuidando mi embarazo”, recuerda y duda.
Pero finalmente tomĆ³ la decisiĆ³n y comenzĆ³ a realizar aquellos viajes solidarios que no siempre tendrĆ­an un final feliz. “CuidĆ© las dos decisiones. CuidĆ© el embarazo y cuidĆ© mi compromiso”, sostiene.
Cuando la huelga estaba avanzada y las obras de la represa se mantenĆ­an paralizadas intervino la fuerza.
Un dĆ­a que la caravana llegaba hasta el campamento principal, la PolicĆ­a no dejĆ³ ingresar a nadie. Hubo discusiones acaloradas. Luego, corridas, balas de goma, gases lacrimĆ³genos.
Sara corrĆ­a tapĆ”ndose el rostro con una mano y con la otra sosteniendo su panza, como si ese acto reflejo fuera una protecciĆ³n suficiente para dejarla a salvo de cualquier agresiĆ³n o de cualquier herida.
“Yo no sĆ© si el embarazo genera defensas o cierta fantasĆ­a de que a una la recubre la impunidad. Creo que las mujeres embarazadas toman coraje”, asegura. Por eso, aquellos enfrentamientos no la amedrentaron y ella siguiĆ³ trabajando hasta el final.
 
El final
La resistencia de los obreros del ChocĆ³n no durĆ³ mĆ”s que un par de meses. El mismo desgaste del tiempo hizo que muchos desistieran de mantener aquella protesta y comenzaran a abandonar los puestos de lucha. La huelga, que en un principio tenĆ­a el apoyo de miles de trabajadores, quedĆ³ reducida a un grupo de no mĆ”s de 400 personas.
En marzo de 1970, GendarmerĆ­a recuperĆ³ la obra y quienes todavĆ­a protestaban y reclamaban no tuvieron mĆ”s remedio que aceptar una serie de propuestas que realizaron las empresas aun cuando estaban muy lejos de aquellos petitorios que habĆ­an elevado en un principio.
El Choconazo fue un punto de inflexiĆ³n en la historia de las luchas obreras en NeuquĆ©n y en el paĆ­s. Si bien no tuvo el final que todos esperaban demostrĆ³ una gran unidad y solidaridad no sĆ³lo de aquellos que protestaban sino de toda la comunidad. Y tambiĆ©n fue una demostraciĆ³n de resistencia -una mĆ”s- hacia un gobierno dictatorial como el de OnganĆ­a.
“Fue importante porque permitiĆ³ que los trabajadores pudieran elegir a sus representantes. La gente lo entendiĆ³ porque comprendiĆ³ que era una obra clave y todos los sectores -empresarios, sociales y sindicales- querĆ­an que la provincia se desarrollara a travĆ©s de este proyecto”, asegura Sara.
Seis meses despuĆ©s de que finalizara aquella gran huelga, naciĆ³ Mariano, contra todas las dudas y todos los miedos. Luego la familia se ampliarĆ­a.
A lo largo del tiempo, Sara siguiĆ³ participando activamente en movimientos de defensa de los derechos humanos y en todo tipo de luchas sociales. En la actualidad mantiene ese compromiso solidario. El mismo que la empujĆ³ hace 43 aƱos a acompaƱar a aquellos obreros en la gran huelga.
Revisando una caja de fotos viejas, Sara mira las imĆ”genes con cariƱo y nostalgia. “Son recuerdos muy frescos”, sostiene.
SĆ³lo algunas crĆ³nicas de la Ć©poca referidas al Choconazo la recuerdan como Sara Garodnik o la esposa de RubĆ©n Mansilla, una de las tantas mujeres que saliĆ³ en defensa de los obreros del ChocĆ³n. Los testimonios grĆ”ficos la inmortalizaron de manera mĆ”s anĆ³nima. Las fotos en blanco y negro la muestran como la joven que estaba en todas las caravanas. La que levantaba la voz subida al camiĆ³n. Aquella flaca de carĆ”cter fuerte con pancita de futura mamĆ”.