Escraches: la democracia que nos han robado. - Piedra OnLine

InformaciĆ³n del Mundo

sƔbado, 28 de diciembre de 2013

Escraches: la democracia que nos han robado.

“Si un perro salchicha me ataca en la calle, le arranco la cabeza”, dice un diputado. Si por molestarte en la calle mereces ver tu cabeza arrancada del tronco, ¿cuĆ”l es la pena proporcional por dejarte sin trabajo? ¿Y por no poder pagar el colegio de tus hijos? ¿Y por perder la casa en la que has metido todos tus ahorros durante los Ćŗltimos diez aƱos?¿Y por endeudarte de por vida aunque ademĆ”s hayas perdido la casa? ¿Y por perder el acceso a la sanidad, a la universidad, a una pensiĆ³n, al seguro de desempleo?, -¿ Y si el sueldo no te alcanza?--¿ Y si no llegas a fin de mes por la hiperinflaciĆ³n? (Ampliar en mĆ”s informaciĆ³n)
Los que dieron el golpe de Estado en Argentina dijeron que los moviĆ³ el amor a la Argentina.
Pero de Argentina, como dijo PerĆ³n, les sobraba la mitad de los ciudadanos. Que eran Argentinos .
Que estĆ”n todavĆ­a enterrados en zanjas y cunetas. Desde la patronal nos dijeron que nos fuĆ©ramos a trabajar al exterior. Una parte importante de los jĆ³venes le ha tenido que hacer caso. Los de siempre. Nunca han existido dos Argentinas.
Eso siempre ha sido una mentira. Hay una Argentina mayoritaria y una minoritaria con mucho poder, capaz de acercar a su bando a una parte de la mayorĆ­a.
El miedo hace el resto.
En la Argentina de ellos siempre estĆ”n los mismos. Desde los Reyes CatĆ³licos y su InquisiciĆ³n. Por eso, el MPN no necesita arrancarle la cabeza a los Ćŗltimos que pusieron el miedo en su bando. EstĆ”n ahĆ­, hechas tierra y vergĆ¼enza para nuestra democracia.

El poder, sobre todo, posee eficaces herramientas para amedrentar a una parte importante de la ciudadanĆ­a.
Medios de comunicaciĆ³n, iglesias, puestos de trabajo, presencia social, ritos, cultura y el SICARIO.
Un diputado dice que no le tiembla la mano para volver a ejecutar disidentes POLITICOS. Antes eran rojos. Ahora, como ya no hay UniĆ³n SoviĆ©tica, son perros SALCHICHAS.
El miedo, y los nombres, siempre los han administrado ellos. Y exhumar asesinados, expropiar unos carritos de la compra, decirles en el puerta de su casa que nos estĆ”n arruinando la vida y la del futuro, cuestionar la monarquĆ­a o recordarles que estĆ”n robĆ”ndose el paĆ­s que dicen que aman, les hace caer en una angustia existencial, propia de quien nunca ha tenido la sensaciĆ³n de sobrar en ningĆŗn lado.

¿No cabrĆ­a situar en la inconstitucionalidad a dos partidos, MPN y PJ, que han dinamitado el carĆ”cter social de nuestro paĆ­s y de la ConstituciĆ³n?

La dureza de la respuesta del MPN a los escraches es muy lĆ³gica.
La derecha entiende siempre muy rƔpido las cosas del poder.

La legitimidad del sistema polĆ­tico ARGENTINO estĆ” en cuestiĆ³n.
Cuando los esclavos dejan de interiorizar su condiciĆ³n, el amo ya no puede dormir tranquilo.
El MPN lo sabe: lo que ayer era permitido, ahora no lo es.
Aunque lo sigan diciendo las leyes. HabĆ­an puesto al mismo nivel cosas que no se pertenecen.
La ConstituciĆ³n, las leyes, los jueces, los policĆ­as y el portero de su casa les saludaban como personas importantes.
Pero han surgido nuevas preguntas. ¿Por quĆ© no permitimos un diputado que defienda la pederastia o la ejecuciĆ³n de las minorĆ­as o la lapidaciĆ³n de las herejes o adĆŗlteras —lo perseguirĆ­amos hasta debajo de las piedras, porque la democracia tiene derecho a defenderse—, pero permitimos QUE un diputado que estĆ© a favor de que el sueldo del empleado publico sea mal pago? Ese es el cambio.
Y es lo que les pone de los nervios.
Es una lucha polƭtica. Si podemos perseguir a los que roban nuestra tranquilidad, estƔn en peligro.
Estamos escribiendo nuevas reglas del juego. Y los que siempre han sido dueƱos del tablero se asustan.

Los escraches son reformismo. Pero hasta el reformismo asusta.
De ahĆ­ la ridiculez de comparar escraches y terrorismo.
Recuerdan Pisarello y Asens que “los escraches son una acciĆ³n informativa, que se ha de hacer “de manera totalmente pacĆ­fica” y sin “importunar a los vecinos”.

TambiƩn se estipula que deben realizarse en dƭas laborables y en horario escolar, de modo que los niƱos nunca sean interpelados.
Los casos personales se intentarƔn explicar sin insultos ni amenazas.
Se evitarĆ”n ruidos o molestias innecesarios y se procurarĆ” ser amables con quienes trabajan en comercios y con los transeĆŗntes.
No todas las antiguas reglas han perdido su sentido.
SĆ³lo aquellas que Ćŗnicamente sirven a unas minorĆ­as privilegiadas.
Pero la situaciĆ³n polĆ­tica estĆ” tan podrida que hasta las reglas mĆ­nimas de la democracia les estĆ”n sobrando.

El escrache es una forma de desobediencia civil.
Cumple las tres reglas que marcĆ³ Habermas para que sea tal y no caiga en otras formas de desobediencia que carecen de legitimidad: son pacĆ­ficas, lo que se reclama tiene carĆ”cter universal —no se reclama en exclusiva para uno mismo, sino para todos— y se estĆ” dispuesto a asumir las consecuencias de los propios actos.

La desobediencia civil es una vƔlvula de seguridad democrƔtica.
Surge cuando las demandas sociales van por delante de las leyes y del comportamiento polĆ­tico institucional.
Las leyes que ayer nacieron para defender a los polĆ­ticos del acoso de los monarcas absolutos -inviolabilidad, inmunidad, fueros especiales- se han convertido hoy en formas de privilegio.

Si en la provincia tuviĆ©ramos una ConstituciĆ³n como la alemana, hace tiempo que el Tribunal Constitucional tendrĆ­a que haber llamado al derecho de resistencia o habrĆ­a declarado fuera de la ConstituciĆ³n a, cuando menos, los dos Ćŗltimos gobiernos del mpn.
¿Por quĆ© los jueces son tan solĆ­citos para algunas cuestiones y, en cambio, han tolerado la ruina de la provincia en las dos Ćŗltimas gestiones del mpn?
¿No cabrĆ­a situar en la inconstitucionalidad a dos partidos, MPN y PJ, que han dinamitado el carĆ”cter social de nuestro paĆ­s, Y de la ConstituciĆ³n?

Vemos HOY con sorpresa que lo que estaba prohibido, ahora estĆ” permitido —sueldos desorbitados, sacar dinero del paĆ­s, vaciar instituciones, usar informaciĆ³n privilegiada—, y que lo que estaba permitido —derecho a manifestaciĆ³n, libertad de expresiĆ³n, derecho de reuniĆ³n— estĆ”n, de facto, prohibidos.

Vemos que desaparecen las garantĆ­as de reparto de la riqueza social y aumentan las desigualdades; que los polĆ­ticos que gestionan la transferencia de renta desde las clases medias y bajas a los ricos tienen la llave de la puerta giratoria que les permite un futuro cĆ³modo en las grandes empresas; que cualquier tipo de protesta pasa a ser criminalizada por esos polĆ­ticos que estĆ”n gestionando ese robo de los de abajo hacia los de arriba (llevando a suelo patrio lo que antes se hacĆ­a entre continentes). “Por la mitad de lo que estos estĆ”n haciendo yo me he pasado diez aƱos en la cĆ”rcel”, dice el brĆ³ker de Wall Street, la pelĆ­cula de Oliver Stone, viendo a nuestros actuales dirigentes.

Y eso que no sabĆ­a el gobierno que la salud, la educaciĆ³n y la seguridad estan en terapia , no lo creo.Ha cierto que los politicos no tienen problemas con el issn y la educacion y la seguridad.
Cuando lo ilegĆ­timo se convierte en legal, nace el momento de la desobediencia.
El pueblo neuquino se pregunta porque se demoro tanto tiempo en reclamar un sueldo digno?.

Los escraches son nuevas reglas del juego para una nueva partida democrƔtica.
Y tienen la misma oposiciĆ³n que en su dĆ­a tuvo el sufragio universal, el derecho a huelga o a manifestaciĆ³n.
El escrache es un diĆ”logo directo con los “mandatarios” que se convierten otra vez, gracias a ese acto de diĆ”logo forzado, en “mandatados”. Que es lo que siempre han sido, aunque el abandono de la conciencia democrĆ”tica le dio la vuelta a los papeles.

Los escraches tenemos que entenderlos como la actualizaciĆ³n en el siglo XXI de la rendiciĆ³n de cuentas democrĆ”tica, de la exigencia del cumplimiento cabal de los programas electorales (o la convocatoria de nuevos comicios), de la reclamaciĆ³n de comportamientos acordes con la soberanĆ­a popular, de la renovaciĆ³n de la construcciĆ³n de la voluntad popular mĆ”s allĆ” de la distancia que marcan los partidos, de la reivindicaciĆ³n de la honestidad en el ejercicio de los cargos pĆŗblicos.

Los escraches son el penĆŗltimo intento amable de un pueblo que quiere hacerse escuchar.

DĆ©jenme repetirlo: los escraches son el penĆŗltimo intento amable de un pueblo que quiere hacerse escuchar. Con los escraches, el escenario, en cualquier caso, se clarifica: los diputados que no soporten la cercanĆ­a de los electores, que se marchen.

En democracia, es el pueblo el que manda. Aunque expresarnos asĆ­ parece devolvernos a un lenguaje que se hablaba en tiempos arcaicos. ¿Quieren seguir manteniendo los polĆ­ticos la impunidad? ¿Quieren trabajar para otro seƱor que no es el pueblo y que nadie les demande por su traiciĆ³n? ¿Va a convertirse la polĆ­tica en un negocio paralelo al desmantelamiento de los sistemas de previsiĆ³n social?

La salida fƔcil es decir que los escraches son una forma de amedrantamiento que pertenece a los regƭmenes fascistas.
Se equivocan.

Las tensiones entre sectores sociales pertenecen a todos los regĆ­menes que mantienen desigualdades. ¿QuiĆ©n sin que se le caiga la cara de vergĆ¼enza va a defender que un escrache es mĆ”s violento que una persona que pierde su trabajo, que un despido, que un corralito, que el cierre de la universidad y las urgencias mĆ©dicas, que una mentira electoral, que las machacadas de los antidisturbios, que las multas por ejercer la democracia?

Los que estƔn en contra de los escraches son los que estƔn a favor de otras formas de protesta que ya no cambian nada.
El mismo diputado que vota a favor de chevron y encontra del pueblo sin realizar una consulta popular y democratica , es decir, es el mismo diputado que construye “fascismo social” expulsando de la ciudadanĆ­a a una parte importante de los neuquino, dice que a los escraches los repudia.Es al revĆ©s: son ellos los que nos cuelgan en el pecho culpables,negĆ”ndonos el sustento, la vivienda, la salud.
Esa democracia que defienden los diputados sĆ³lo existe en sus discursos.
Hace tiempo que se ha ido.

Igual que Israel se comporta con los palestinos con maneras de nazis, el neoliberalismo estĆ” haciendo de nuestros paĆ­ses un enorme campo de concentraciĆ³n enmascarado en formas democrĆ”ticas.

"Una queja que no es oĆ­da no tiene efectos democrĆ”ticos". (Ampliar en mĆ”s informaciĆ³n)

Por eso los escraches estƔn devolviendo la democracia perdida o quizƔ, incluso, estƔn permitiendo el advenimiento de la democracia que nunca hemos tenido.
La democracia se gana siempre en la confrontaciĆ³n.
Por eso dijo FELIPE SAPAG que la calle era suya.
Los derechos siempre se ganan o se pierden en el pulso polĆ­tico. Y una forma clara de ese pulso, hoy, son los escraches.
Es normal que el MPN estƩ en contra. Tan evidente como que hay que regresar a los lugares donde nacieron los partidos. A la calle.
Los escraches ya han empezado a marcar el camino.
AUTOR:R-R-R-28-12-13