Frankenstein, la pulga y el bon vivant - Piedra OnLine

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domingo, 19 de enero de 2014

Frankenstein, la pulga y el bon vivant

“Las diferentes sensaciones de encantamiento o disgusto descansan, no tanto sobre la condiciĆ³n de las cosas externas que las suscitan, como sobre la sensibilidad peculiar a cada hombre para ser grata e ingratamente impresionado por ellas. De ahĆ­ proviene que algunos sientan placer con lo que a otros produce repulsiĆ³n.
Immanuel Kant (1724-1804); de ‘Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime’ (1764)
Si a Borges nunca le dieron el Nobel de Literatura, ni el Citizen Kane de Welles ganĆ³ un Oscar, ¿realmente podemos confiar en la ecuanimidad de ciertos premios, aĆŗn los mĆ”s prestigiosos? ¿Sirven para algo? Los que entrega el mundo del fĆŗtbol de elite, al menos, son Ćŗtiles para atraer sponsors, facilitar alianzas comerciales y potenciar aĆŗn mĆ”s el negocio, mientras los jugadores y sus parejas exhiben sus modelos exclusivos. ¿No es encantador? Tanto brillo ciega, a veces. (Ampliar en mĆ”s informaciĆ³n)


El BalĆ³n de Oro fue una excelente idea que, en 1956, tuvo la revista France Football para aumentar la venta de ejemplares en diciembre, consagrando al mejor jugador europeo de la temporada con el voto de un centenar de colegas de todo el continente. Al principio no habĆ­a ceremonia, ni trofeo: sĆ³lo el honor de aparecer en la Ćŗltima tapa del aƱo. Con los aƱos, el premio se convirtiĆ³ en un clĆ”sico. En 1995 se incluyĆ³ a los extranjeros –lo ganĆ³ el liberiano George Weah–y ya en 2007 internet globalizĆ³ la competencia. Esto “inspirĆ³” a Blatter que, resignado a que el FIFA World player of the year creado por Havelange en 1991 jamĆ”s alcanzarĆ­a ni su prestigio ni su repercusiĆ³n, le propuso al Grupo Amaury, propietario de la publicaciĆ³n, asociarse y unificar los premios. AsĆ­, en 2010, naciĆ³ el BalĆ³n de Oro FIFA. Negocio para todos.
Elegir un “mejor jugador” niega, de hecho, el espĆ­ritu colectivo del juego donde cada pieza cumple con un rol. ¿Pero a quiĆ©n le importan estas nimiedades? Todo es comparable si la gente se engancha, se divierte y, sobre todo, si consume. Vayamos a lo nuestro, entonces. La entrega de la pelotita dorada 2013 y la polĆ©mica que desatĆ³.
La ceremonia fue como todas. Tediosa, con sonrisas de ocasiĆ³n, un clima de acto escolar donde la tensiĆ³n se devora lo festivo. Otra vez Messi sorprendiĆ³ con un audaz traje fucsia aterciopelado de Dolce & Gabbana, pero se lo veĆ­a algo incĆ³modo, como un adolescente en su primer baile. SĆ³lo lo rescataba la sonrisa de Antonella Roccuzzo, su mujer, preciosa con su vestido entallado de lentejuelas color azul petrĆ³leo.
Franck RibĆ©ry –que tuvo un aƱo soƱado y ganĆ³ todo con el Bayern, por lejos el mejor equipo del aƱo–, llegĆ³ resignado, sonriente, disimulando la bronca, de la mano con su discreta mujer. Esa debĆ­a ser su noche, pero todos sabĆ­an que el premio serĆ­a para el otro. El tercero en discordia. El jugador que parece diseƱado en un laboratorio. El que deslumbra, irrita; divide aguas. Cristiano Ronaldo.
LlegĆ³ con un sobrio smoking negro junto a la deslumbrante Irina Shayk y el mundo se detuvo. ParecĆ­a el Sean Connery de 1964, en Goldfinger. Los planos cortos de las cĆ”maras eran impiadosos, crueles. La Pulga –que por primera vez no llegĆ³ como favorito despuĆ©s de un aƱo difĆ­cil con problemas fĆ­sicos y extrafutbolĆ­sticos– se aburrĆ­a; y el pobre RibĆ©ry parecĆ­a De Niro en el Frankenstein de Coppola. Imposible no darle el oro al baby face que, encima, llevĆ³ a Junior, su hijito de tres aƱos. GanĆ³ James Bond, obvio. ¿Fue justo? SĆ­. Ya dirĆ© por quĆ©.
¿QuĆ© es Cristiano Ronaldo sin la pelota? Una multinacional, un producto; un bon vivant. Que no es lo mismo que ser un dandy, ojo. Lo aclara con precisiĆ³n de cirujano Jules Barbey d’Aurevilly en su ensayo de 1845 Lord Brummell y el dandismo, que cuenta la vida del cĆ©lebre Beau Brummell y dice: “Lejos del veleidoso bon vivant, el colmo de la mundanidad del dandy es su orgulloso desdĆ©n de lo mundano; mantener la elegancia, sĆ­, pero alejado de los excesos del lujo”.
No creo que a Cristiano Ronaldo lo angustien estas sutilezas. Por lo que se ve es un bon vivant sin culpas, metrosexual de manual, fĆ­sico perfecto, rostro impecable, ropa de marca, mansiones, yates, Ferraris, esas cosas. Se exhibe, vende y se esconde.
¿Y quĆ© es Cristiano Ronaldo en la cancha? Un fenĆ³meno. Que tuvo la mala suerte de ser contemporĆ”neo de esa extravagancia llamada Lionel Messi. Es completo. Tiene una pegada fantĆ”stica, sin problemas de perfil, con pelota detenida y en movimiento; es veloz, potente, juega por las bandas, por el centro; define como un killer y es un cabeceador temible gracias a su doble salto, la misma tĆ©cnica que usaba PelĆ©. LevantĆ³ su segundo BalĆ³n de Oro con una efectividad asombrosa en el Madrid: 230 goles en 223 partidos en su quinta temporada. ¿Promedio? ¡1,03! En un aƱo sin tĆ­tulos, metiĆ³ 62 tantos en 53 encuentros; 56 en 46 fechas en el club; y 6 mĆ”s en 7 partidos con Portugal, que de su mano llegĆ³ al Mundial. Impresionante.
¿RibĆ©ry? Es un extremo formidable. Pieza clave en el arrollador Bayern de Heynckess. ¿Lo merecĆ­a? Si la competencia hubiese sido entre “terrenales” por supuesto. Pero la brecha entre el dĆŗo Messi-Ronaldo y los demĆ”s sigue siendo abismal. Hace seis aƱos que la pelea es entre ellos. Tercero puede ser cualquiera, y Ć©se serĆ” su techo.
Malditas lesiones, Leo. Mal aƱo para ganarlo todo, Franck, con el orgulloso CR7 harto de tragarse el sapo de ser el eterno segundo de Messi en cada ceremonia. No habƭa manera: Ʃste era para Ʃl.
Podemos burlarnos. Llamarlo fifĆ­, soberbio, muƱequito de torta, llorĆ³n; reĆ­rnos porque el padre lo llamĆ³ Ronaldo porque admiraba a Ronald Reagan –hay que atreverse, ¿eh?–; verlo mĆ”s como objeto que como sujeto. Lo que sea. Pero el tipo no es Beckham, que le pegaba como pocos, pero jugaba como muchos. Este es un crack que dejarĆ” su marca en la historia. Bravo, entonces. Lo ganĆ³ en buena ley.
Pero ojalĆ” sea el Ćŗltimo.