"Antes era mucho más fácil gobernar que ahora" - Piedra OnLine

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lunes, 12 de mayo de 2014

"Antes era mucho más fácil gobernar que ahora"


 Pedro Salvatori es una mezcla de pionero, de viejo zorro y de caballero educado en épocas en las que la política era una materia digna de practicar.
Mario Cippitelli
Cippitellim@lmneuquen.com.ar


Es una mezcla de pionero, de viejo zorro y de caballero educado en épocas en las que la política era una materia digna de practicar.
Nació hace 80 años en Plottier, cuando el pueblo no era ni siquiera un pueblo y Neuquén todavía andaba a los tropezones pero camino a convertirse en una gran provincia. Se crió junto a cuatro hermanos en el campo, donde fueron a vivir por las obligaciones laborales de su padre, un italiano que llegó al valle en 1925 como jefe de Irrigación. Y por mandato paterno se recibió de ingeniero, aunque él siempre quiso ser abogado.
Pedro Salvatori fue gobernador de Neuquén entre 1987 y 1991, aunque ya era un testigo destacado de la historia.

“Había más respeto”, dice casi suspirando cuando se le pregunta sobre si antes era más fácil gobernar que ahora. “Mucho más fácil, porque el respeto era de todos… la oposición, los gremios”. Sospecha que tal vez eso ocurría porque Neuquén venía de sufrir muchas necesidades que, al final, fueron atendidas por “un hombre extraordinario que se llamaba Felipe Sapag".
Encuentro
Al líder del MPN lo conoció el día en que volvió a Neuquén desde Bahía Blanca con el título de ingeniero químico. Julio César Fuentes, un vecino de Plottier (padre del sindicalista Julio Fuentes), le recomendó que dejara YPF, empresa que lo había contratado, para empezar a colaborar con el Gobierno.
“Cuando vine a Neuquén sabía de Sapag, de la creación del MPN, y me sedujo la plataforma social. Yo era desarrollista, pero me pareció que la mezcla del desarrollismo con el peronismo iba a dar un resultado extraordinario. Y lo dio”, afirma. Hasta ese entonces, las cuestiones partidarias no eran su pasión. En su juventud se interesaba más por leer las crónicas deportivas que las de la sección política de los diarios. Salvatori cuenta que en esa primera entrevista que tuvo con Felipe, el gobernador estaba  preocupado por emplazar una fábrica de cemento, ya que había sido uno de los tantos compromisos electorales que había asumido. Y le preguntó a Pedro si él tenía conocimientos al respecto.  “¡Claro, soy ingeniero químico; soy un especialista!”, dice que le respondió. Pero se tuvo que ir a estudiar, porque en realidad “no tenía la más puta idea”.
En esa primera charla, Salvatori quedó cautivado por la personalidad de Felipe Sapag. A tal punto que no le costó proponerle, tiempo después, la creación de un ente que comenzara a planificar obras y acciones para la provincia. El organismo se llamaría Copade (Consejo de Planificación y Acción para el Desarrollo). “Y salimos adelante. No nos podíamos equivocar, porque estaba todo por hacer”, bromea.
La vida política de Pedro siguió creciendo, hasta que finalmente tuvo la gran posibilidad de convertirse en gobernante y tomar la posta dejada por aquel líder que admiraba. “Fui feliz gobernando”, asegura. Y destaca que durante su mandato creó la Universidad de Neuquén (hoy, UNCo), fundó 13 pueblos y consiguió que se elaborara un documento relacionado con los recursos naturales que sirvió para la reforma de la Constitución de 1994.
“Disfruté la gobernación”, repite. “No me costó gobernar, porque tenía un equipo de colaboradores excepcionales”, subraya, y explica que, como gobernador, supo ser un tipo tranquilo y paciente, que "casi no puteaba" y que se "calentaba, pero no tanto", cuando alguna cosa no salía bien.
Salvatori asegura que tiene un carácter similar en el hogar que comparte con la misma mujer desde hace 51 años. Ella le dio cuatro hijos que, a su vez, lo hicieron abuelo de 12 nietos.
“Nora es extraordinaria", reconoce. Y recuerda que con ella ya se casó tres veces por Iglesia, para renovar los votos de amor. Durante la última ceremonia religiosa, el cura que los casaba le dijo: “Qué interesante que quiera renovar sus votos, Pedro”. “¿Sabe lo que pasa?”, le contestó al sacerdote, “Que cuando yo escucho la palabra ‘votos’, me la juego.”
Hoy, en el otoño de su vida, Pedro Salvatori jura que fue y que es un tipo feliz.  “Estoy contento con mi vida”, suelta con voz profunda y pausada. Y reconoce que hace tiempo dio un paso al costado para dejar espacio a las nuevas generaciones. Aunque aclara que el “retiro” es a medias: “Uno deja de ser político cuando se muere”.