Por Nicolás Poggi (@pogginico), acreditado de NOVA en Casa Rosada.
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En el juego de las coincidencias en que Amado Boudou ha incursionado desde su citación para prestar declaración indagatoria por el caso Ciccone, la estrategia es ganar tiempo a como dé lugar. Sus vacilantes pero medidas palabras demuestran que sabe más de lo que dice y que, si llegara la hora del apremio, su amenaza al interior del Gobierno será prender el ventilador y arrastrar a muchos. A todos los que pueda.
El vice comenzó a dar las primeras señales en ese inquietante camino. En vía judicial, pidió ante Lijo investigar la "ruta del dinero" de la compra de Ciccone, en busca de insertarse en una maniobra administrativa más grande incluso que su poder de entonces como ministro de Economía; en la arena política, mientras tanto, envió una fuerte señal a sus compañeros (o ex) del kirchnerismo.
Los cronistas de la causa relatan el mantra de Boudou sobre su actuación por un supuesto pedido de Néstor Kirchner para arrebatarle a Boldt el control de la impresión de los billetes, por entonces en manos del duhaldismo. Citan excusas de cumplimiento de órdenes. Ese oscuro acatamiento justificaría la poco entendible protección de Cristina, dispuesta a arriesgar su capital político. Pero los lazos que el vice tendió con la cúpula kirchnerista en su estrategia de defensa no se agotan ahí.
Previsible o no, metió en el entuerto a Scioli. Identificó la sugestiva presencia del ex motonauta en la persona de Guillermo Gabella, el ejecutivo de Boldt que atestiguó que el huidizo José María Núñez Carmona le exigió, en nombre del vice, que devolviera talleres alquilados a Ciccone.
Boudou pidió que, en caso de que se constate que Gabella trabajó en el Congreso, “las cámaras indiquen a cargo de qué legislador o autoridad política trabajó”. Pidió una respuesta que conoce. Porque, para él, todos los caminos conducen a Scioli.
Boudou se aferró para eso a un dato de currículum. A fines de los 90, Gabella estuvo bajo las órdenes de Scioli en el Congreso, en tiempos de su iniciación política. Nadie puede asegurar que el vice no profundice esa línea si las circunstancias queman.
Aunque el torrente con el que amenaza al Gobierno no busca amenazar sólo al aspirante presidencial predilecto por el kirchnerismo para el tiro al blanco. Horas después de visitar Tribunales, el vice habló de los "machos del off" que cuentan intimidades de pasillo a los periodistas. Fue un cuestionamiento que evidenció un encono de siempre. El destinatario de sus palabras no fue otro que Florencio Randazzo.
Boudou acusa al ministro del Interior de ser el responsable de haber filtrado a Clarín las primeras informaciones del caso Ciccone. Tanto que una vez el propio Randazzo tuvo que desmentirlo.
Si esa acusación con reminiscencias a "House of Cards" o a las intrigas palaciegas del Vaticano tuviera algo de veracidad, podría decirse que la jugada fue exitosa: como sea, hoy Randazzo está en la discusión de los presidenciables del FpV, mientras el vice, que en 2011 era observado como el elegido de Cristina para la sucesión, se hunde lentamente en la arena movediza del descrédito.
Más allá de esa sospechada gravitación de gargantas profundas en Balcarce 50, la reacción de un Boudou acorralado agrieta al Gobierno. La vieja discusión por halcones y palomas se reeditó a la luz del caso Ciccone. Están los que quieren protegerlo a ultranza, en línea con la decisión de la Presidenta, y están quienes, por el contrario, desean apartarlo del camino y abandonarlo a su suerte. Ignoran -o niegan- que el camino de Boudou en Ciccone podría haber sido allanado por mandos superiores, de confirmarse algunas acusaciones de la investigación judicial.
Enigmas
Mientras tanto, la novela arroja más interrogantes. ¿Dónde está Núñez Carmona? El socio del vice, amigo desde los tiempos felices de Mar del Plata, se excusó de declarar por no estar en el país -aunque no dijo dónde- y obligó a Lijo a fijar una nueva fecha; el juez aclaró de todos modos que, si el próximo jueves no se presenta, pedirá su captura internacional.
Las contradicciones se advierten entre la decisión de Boudou de poner el cuerpo, cuando incluso podría haber presentado un escrito, y la esquiva conducta de Núñez Carmona y el enigmático Vandenbroele, sindicado como su presunto testaferro. Si todos están seguros de su buena fe en la maniobra de levantamiento de la quiebra de Ciccone, ¿por qué no presentarse ante Lijo?
El juez, por cuyo temple vela hasta el papa Francisco, ordenó en tanto avanzar en con la "ruta del dinero" que reclamó el imputado mayor, además de los detalles de la impresión de boletas del FpV para la campaña presidencial de 2011.
Lijo quiere saber de dónde salieron los fondos aplicados a The Old Fund y Ciccone Calcográfica y "verificar" las capacidades financieras de las "personas físicas y jurídicas" vinculadas a ambas. Cuando hablan del tema, los bufones del peronismo opositor se burlan por lo bajo de que podría haber sido un negocio redondo. Pero algo falló.