Violencia escolar, ¿sin fin? - Piedra OnLine

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domingo, 9 de noviembre de 2014

Violencia escolar, ¿sin fin?

Un nuevo hecho de violencia dentro de una escuela, esta vez protagonizado por un chico de 8 años, volvió a conmocionar a la sociedad neuquina y a buscar respuestas en relación con los motivos que generan este tipo de agresiones. 
El hecho ocurrió el jueves pasado en el Colegio San Martín durante el recreo. El agresor, provisto de un cuchillo que ocultaba en la manga del guardapolvos, quiso agredir a un compañero de clase. Otro chico alertó a la maestra, quien trató de sacarle el arma blanca y, tras forcejear, recibió una patada en la cara.
La agresión fue calificada desde el Consejo Provincial de Educación como “brote psicótico por bullying”. Se comentó que el agresor había llegado del norte de la provincia y que el alumno que iba a recibir el ataque era “terrible”.
Más allá de estas consideraciones, lo que plantea este hecho de violencia es la conflictividad y tensión entre pares y la necesidad de profundizar en el abordaje de prevención por parte de las autoridades. Portar un arma, y aún más si el portador es un chico, nos hace pensar en que parece ser que la única forma de resolver un conflicto es a través de la ley del más fuerte.
La problemática social, incluida la violencia, irrumpió en el seno de las instituciones educativas. Y con ello, padres que no logran imponer su papel de referentes y de autoridad y docentes a los que les cuesta sostener acuerdos de convivencia entre sus alumnos.
OPINIONES
Límites que se transgreden
Alejandra Olivera
Vicedirectora de la Escuela 59 de Centenario

La violencia que se manifiesta hoy con tanta naturalidad nos abruma cuando se trata de los pequeños y los adolescentes. ¿Qué está pasando al respecto en las escuelas? ¿Qué está sucediendo con los límites que se transgreden permanentemente mediante el desorden, la indisciplina, el atropello, el abuso o la agresividad?
La sociedad va a la escuela y esta vive a diario la violencia que ha generado la nueva sociedad que desconoce los límites y que no encuentra su paz como poseedora de derechos y obligaciones legítimos, reclamando equivocadamente mediante la fuerza y el abuso lo que ha perdido y le corresponde legítimamente.
La violencia de nuestras calles, casas, diarios y televisores traspasa patios y aulas. La violencia social, el hambre, la falta de trabajo dignificante que es el que provee, protege, alimenta, educa y proyecta el primer núcleo social que es la familia, han impedido el intento de un progreso sano.
Desde muy temprano los niños aprenden que la violencia es una forma eficaz para “resolver” conflictos interpersonales, transformándose  en el modo habitual de expresar los distintos estados emocionales, situación que se refleja en la interacción de cada uno de los miembros de la familia con la sociedad.
“La violencia escolar es siempre consecuencia de múltiples causas y combinación de factores externos y personales”. Los docentes tenemos la posibilidad de mostrarles a nuestros alumnos que hay otra manera de relacionarse, de comunicarse, de manifestar lo mejor de cada uno, de influenciar en la vida de los demás. Está en cada uno de nosotros hacer todo lo posible para que sus vidas que pasan por nuestras manos, ofreciéndonos todo lo que son, sean en el futuro tan íntegras y capaces como merecen serlo.
La violencia escolar es un fenómeno que debe ser asumido de manera conjunta, las autoridades educativas, los docentes, los padres y los propios alumnos que tienen derecho a ejercer su voz, para establecer acciones preventivas más que correctivas.
Sancionar las acciones, no a las personas
María de los Ángeles Cabrera Christiansen
Lic. en Psicopedagogía. Asesora Pedagógica de la Escuela Nuestra Señora de la Guardia
En la institución educativa se plantea la necesidad de convivir, vivir y compartir con otros. Esto trae aparejado el conflicto, inherente a las relaciones humanas. Ahora bien, ¿cómo se previene el ingreso de la violencia a la escuela? Y en el caso de que esté instaurada, ¿cómo se trabaja con ella?
Tanto la prevención como el abordaje son diferentes momentos de un proceso de intervención en el problema. Según cómo se defina la situación será la modalidad de abordaje.
Considero los hechos de violencia como efectos, no como causas; como expresiones de situaciones en las que no media la palabra y surge el mero acto; no como algo personal y puntual, sino como emergentes que indican la cultura implícita de la institución, a veces en disonancia con las normas explícitas. Para prevenirla es necesario que en la escuela se propicie un espacio y un tiempo para la reflexión sobre cómo se desarrollan las relaciones interpersonales, con normas distintas a las del barrio, con códigos que permitan resolver los conflictos de manera creativa, resoluciones en las que intervenga y medie la palabra. Pensar la escuela como un lugar de transformación en el que los estudiantes se permiten ensayar modos de acción, acompañados y orientados por los adultos. Un espacio en el que se sancionan las acciones, no a las personas. La decisión política y la responsabilidad primera de darnos tiempo para esta construcción es de los adultos. A nosotros nos corresponde ayudar a niños y adolescentes a traducir la realidad, según sus posibilidades, ya que son sujetos en crecimiento y, además, vulnerables. Por ello necesitan de un adulto que pueda situarse desde un lugar de asimetría que lejos de erigirse superior, es protector.
Los adultos debemos sostener la apuesta de que tenemos algo para dar, que podemos ofrecer espacios de escucha y expresión que, en los niños son el juego, la narrativa, la ficción, y en los adolescentes son los ensayos y la posibilidad de construir una ilusión, un proyecto.
El problema de las disputas entre pares
Luis Martínez
Lic. en Psicología e integrante de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
El filósofo Thomas Hobbes dice que el hombre es lobo del hombre y que las pasiones lo llevan a un estado de enfrentamiento “hasta que conoce una ley que las prohíbe”, ley que se acuerda respecto de una persona que las hace y las ejerce. ¿Es esa ley la que funciona en el mundo actual? Esas leyes que parten de la prohibición hoy no están funcionando y quienes estarían encargados de hacerlas cumplir tampoco están investidos de la autoridad que permita mediar esa disputa; por el contrario están desautorizados, y cuando quieren ejercerla es leída y cuestionada más como exceso que como pacificante. En este caso es notable cómo la acción de la autoridad para hacer deponer la actitud agresiva del niño rápidamente se convierte en una situación de rivalidad más, es decir, donde sigue agrediendo a un nuevo rival. ¿Cómo explicar esta ineficacia de la acción de la autoridad? Pensemos en todas las situaciones donde se producen enojos y rechazo de aquellos que son afectados por alguna medida decidida por alguna figura de autoridad. El psicoanálisis detectó tempranamente la declinación de esas figuras de autoridad. 
Para este niño el llamado a la autoridad pacificante por parte de otro niño no resultó. Tampoco funcionó en el niño, que según lo que consta en la crónica periodística, ejercía maltrato sobre el menor que llevó el cuchillo. Llevar un arma implica que la única forma de resolver ese conflicto para el niño estaba puesta en la ley del más fuerte. La cuestión psicopatológica en todo caso acentuó más la desesperación con la que fue llevada a cabo la acción, pero la situación donde alguien se siente desamparado frente al abuso de algún otro es un hecho frecuente hoy en día.
Quedan preguntas: ¿cuál será el modo de resolver la agresividad en el mundo actual? No es posible encontrar un modo si primero no se le da lugar a pensar la violencia entre pares como un problema a resolver en el lazo social contemporáneo y la búsqueda de nuevas formas de mediación del conflicto en una comunidad.