Utiliza el micrófono institucional para ubicarse en el lugar del “pollo mojado” que recibe críticas crueles e infundadas. Imitando a Cristina, se hace la víctima.
Aunque parezca obvio, quizá deba decírsele que la política es básicamente un juego de comparaciones. En ese sentido, es igual al fútbol o a la literatura. Lo que nos gusta y preferimos se construye en relación a otros. Maradona es mejor o peor jugador que Pelé, Borges es mejor o peor escritor que Marechal y Jorge Augusto será mejor o peor gobernante que Don Felipe, o que Sobisch.
Mediante este modo tan simple y primario, las comparaciones, los humanos construimos nuestras preferencias y nuestras identificaciones.
Ahora bien, ¿Qué sucede cuando una personalidad expuesta a las comparaciones de la opinión pública, NO TOLERA las comparaciones, especialmente las desfavorables a su figura?. Por estos días lo vemos en la figura de Cristina Kirchner y en algunos de sus adulones.
Muere el fiscal Nisman de la forma en que todos lo imaginamos y el gobierno, responsable de su muerte, dice que se trata de un complot universal en su contra.
En paralelo, yo digo que el tío de Jorge Augusto reprobaría severamente la entrega de nuestra soberanía hidrocarburífera (recordemos el heroico NO AL CAÑO) , o que no tuvo empacho alguno en firmar las cláusulas secretas que le impuso CHEVRON, o que los hospitales ya no son ni sombra de lo que fueron, o que Cutral Có sigue, tras décadas, sin agua, o que la industria turística provincial no recibe las respuestas, los estímulos, ni las inversiones que precisa en dirección de desarrollarse a pleno, o que la inseguridad y el delito recorren nuestra geografía como nunca antes y que las peores bandas están siempre ligadas políticamente al poder provincial, o que la droga que mata o pulveriza a nuestros hijos ingresó a Neuquén y permanece aquí sin que nadie le pida documentos….y Jorge Augusto responde que se siente atacado personalmente.
Jorge Augusto vive en un mundo donde los patos le tiran a las escopetas. Ve todo al revés. No tolera escuchar que el Neuquén que él administra no se parece en casi nada al Neuquén de su tío, y ni siquiera al Neuquén de otros gobernantes de su propio partido que nunca se olvidaron de amar a su pueblo.
Jorge Augusto quiere que el pueblo lo ame, pero eso no ocurre porque él nunca amó a su pueblo. Este pueblo no olvidará jamás que fue su gobierno el que nos entregó atados de pies y manos al poder de Buenos Aires.
Lo que le ocurre, suele pasar con algunos herederos que terminan despilfarrando las fortunas o los prestigios construidos por sus antecesores, simplemente porque nunca entendieron lo que costó construirlos.
Insisto entonces con que quien ha faltado el respeto a alguien es Jorge Augusto. Le ha faltado el respeto al pueblo de Neuquén al entregar sus riquezas a pedido del gobierno central. Le ha faltado el respeto al firmar “cláusulas secretas” en beneficio de empresas extranjeras, le ha faltado el respeto al destruir el historial federalista y de defensa de los intereses neuquinos que fueron bandera de su partido hasta su llegada al poder. Le falta el respeto a los empleados públicos provinciales al amenazarlos con es despido si no lo votan en las elecciones.
Hoy lo digo yo, pero antes que yo han dicho lo mismo porciones muy significativas de su partido que lo enfrentaron con distintas suertes en los últimos tiempos.
No Jorge. No sos incomparable. Nadie que participe del espacio público podría lograr semejante cosa. Y si en la inevitable comparación con tus ancestros no te va bien, yo te sugiero pensar que vos tendrás algo que ver.
Ahora, obligado a irte del gobierno, has diagramado una sucesión a la que pretendes presentar como renovación generacional. Nadie te cree Jorge. Ni a vos, ni a ellos. El primer acto de los “renovadores” fue jurar lealtad a vos y a tu conducción.
El futuro, Jorge, no le rinde pleitesía y reverencia al pasado. Si es genuino, sólo le rinde pleitesía al futuro. Porque cuando el futuro debe obedecer al pasado no es futuro. Es sólo la prolongación del ayer con otra cara y otro apellido.
