By Guillermo ElíaEl efecto del “tremendo” crecimiento que tendrá Neuquén gracias a Vaca Muerta ha llegado a oídos de todos. Como los narcos no son sordos –y sus negocios funcionan mejor en ciudades donde la capacidad de consumo es significativa– es que comenzaron a migrar a una Patagonia que poco tiene de rebelde. Ayer desbarataron una banda (ver página 38) que llegó hace unos pocos meses de Bahía Blanca. Fundaron una pyme familiar para comercializar droga en Plottier y zonas aledañas. El negocio les funcionó bien. Crecieron y sumaron: delivery y punteros en Senillosa y el oeste neuquino. Todo eso en siete meses. Un logro que solo ofrece la sumamente rentable actividad narco, de ahí que muchos estén dispuestos a correr riesgos. Un pesquisa brindó un dato novedoso: “Esta es la primera banda que cae pero se están viniendo de afuera para hacer pie en Neuquén”. Los investigadores ya han advertido y son conscientes de que Neuquén no solo es una provincia de paso sino que ahora los narcos la eligen para establecerse y crecer. Una preocupación en aumento es que a luz de las experiencias de otras provincias afectadas por la narco-criminalidad, estos desembarcos de bandas foráneas antes o después derivan en sendas peleas territoriales que no tardaran en afectar el espacio público. El fenómeno narco ya está instalado en Neuquén y en casi todos los barrios los vecinos saben quién les vende droga a los pibes y los utilizan como soldaditos. Es más, algunos delincuentes, desde hace un par de años, han migrado a la actividad narco porque les genera ganancias significativas con menos exposición. A su vez, como manejan una cantidad de clientes importantes, negocian apoyo del poder. Así, se ha ido construyendo una estructura de narco-punteros que nadie se anima a investigar.
