NeuquĆ©n.- El clima del desierto parece recrudecer en la meseta, pero eso no impide que Gloria y Juan Carlos trabajen todos los dĆas a la intemperie. Cuando el sol inclemente raja la tierra y descompone los residuos del basurero, cuando la humedad intensifica el olor del guano fermentado, de cenizas y plĆ”stico quemado, cuando la lluvia les pega en la cara mientras separan los materiales para reciclar, ellos se vuelven parte de las 300 personas que viven de la basura en NeuquĆ©n y que temen perder su fuente de ingresos con la llegada de la cooperativa de reciclaje.
"EstĆ”n anotando a la gente y a nosotros todavĆa no. No sĆ© por quĆ© van a sacar el basurero que lleva tantos aƱos ahĆ", seƱaló Juan Carlos, apoyado sobre la tranquera de su humilde casa en Colonia Rural Nueva Esperanza.
Lejos de los anuncios de gestión integral de residuos que hizo la Municipalidad, los pobladores de la meseta piensan que pueden perder su Ćŗnica fuente de dinero. Se acuerdan de los que, como ellos, cirujean para vender y de los otros, aquellos que husmean entre la basura en busca de ropa vieja para ponerse o del Ćŗnico plato de comida que ese dĆa va a llenarles el estómago.
Las manos callosas y ennegrecidas de Juan Carlos se acostumbraron a hurgar la basura sin guantes. Gloria no. Ella revuelve con las manos protegidas, pero los metales suelen rasgar la tela y lastimarle las manos, en las que ostenta unos tatuajes descoloridos hechos con tinta china. Cuando llegan a casa, los dos se lavan dos veces con jabón y lavandina.
"EstƔn anotando gente y a nosotros no", cuentan en la meseta.
En el verano se acentúan los olores y los residuos se descomponen mÔs rÔpido. A veces, cuando levantan una bolsa o dan vuelta la chatarra, el gas que despiden los residuos les penetra en la nariz y llega directo a los ojos. Regresan con la vista enrojecida y cansada. "Nos dicen que todos los que vamos al basural estamos quedando cortos de vista", señaló Gloria.
En verano también aumenta la población en el basurero. Con la llegada de las vacaciones, muchos niños salen a cirujear junto con sus padres. "A veces puede ser peligroso porque se lastiman o queman la basura y los gases hacen mal", se preocupó la mujer.
La pareja y sus tres hijos salen temprano al basurero en un carro tirado por un caballo de crines largas y se quedan hasta las 19. En un buen dĆa, juntan medio kilo de cobre que se comercializa a 30 pesos entre los compradores de Buenos Aires. Con los bolsillos vacĆos, se apuran por venderle a un concentrador local que apenas les paga la mitad.
Ya conocen todos los horarios. La basura del centro arriba por la noche y, cuando ellos llegan, los camiones descargan los residuos de los barrios. Lo mejor sucede cuando traen el contenido de los containers de la construcción o los deshechos de los supermercados. "La gente se vuelve loca, van corriendo a buscar lo que llegó", señaló Gloria.
Los dos se ilusionan con trabajar en mejores condiciones, en caso de ser incorporados a la cooperativa. "SerĆa bueno tener un sueldo, trabajar en un lugar mĆ”s lindo", soñó Juan Carlos. Sin embargo, por ahora todo es incertidumbre, ya que no se sabe si el Municipio va a incorporar a todos los cirujas. "OjalĆ” nos den prioridad a nosotros, que trabajamos de esto hace 20 aƱos", apuntó Gloria.
Historia de amor entre bolsas
"Nos conocimos tirÔndonos bolsas", dice Juan Carlos y ofrece una sonrisa sincera y desdentada. Es que ambos de solteros trabajaban en el basurero y fue allà donde se conocieron.
Gloria ya habĆa recibido un terreno en la Colonia, que ahora estĆ” pagando con los ingresos del cirujeo, y con ella se mudó Juan Carlos. Juntos tuvieron tres hijos (ahora tienen 14, 11 y 4 aƱos). Durante el verano, los chicos los ayudan a criar chanchos y cargar materiales para vender. Aunque tienen una estricta rutina -trabajan de lunes a sĆ”bado todo el dĆa-, cuando van los chicos tratan de aliviar la faena. "El otro dĆa hacĆa mucho calor y salimos un poco mĆ”s temprano para ir a una laguna porque ellos querĆan baƱarse", dice Gloria.
El proyecto que tiene el Municipio
Con el inicio del año, los vecinos comenzaron a separar los residuos domiciliarios entre secos y húmedos, con el fin de prepararse para cuando el Complejo Ambiental de la ciudad se ponga en funcionamiento. Según explicó en diciembre Alejandro Hurtado, subsecretario de Servicios Concesionados de la Municipalidad, en la planta de la meseta trabajarÔn unos 40 cirujas por turno nucleados en una cooperativa. Ellos se encargarÔn de separar los residuos secos y prepararlos en fardos listos para vender. Hurtado detalló también que la nueva modalidad de recolección permitirÔ fabricar compost con los residuos húmedos, que servirÔn para abonar un vivero que funcionarÔ en el mismo lugar, y tendrÔ producción de biogÔs propia.
domingo, 7 de febrero de 2016
Juntan basura para vivir y no quieren perder su trabajo
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# Fuente: lmneuquen.com.ar
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