Lewis siempre quiso tener una pista de aterrizaje a tiro de su mansión. Estuvo a punto de lograrlo en el año 2005, pero desistió por la presión de los vecinos autoconvocados. Llamativamente, su capataz, Nicolás Van Ditmar, construyó en 2007 y en sólo tres meses un aeropuerto a orillas del mar, sobre la breve costa de la provincia de Río Negro, en una zona conocida como Playas Doradas. Según denunció en su momento la ex diputada del ARI, Magdalena Odarda, el complejo –que se ve clarito a través de Google Earth– se halla dentro de la zona de seguridad de frontera y viola la Ley de Seguridad Interior. Al margen de esta polémica, todos los comentarios, finalmente, señalaban que Lewis se había hecho en la costa el aeródromo premium que no pudo tener en las montañas.
Pero Dalida Pinacho, abogada y vocera del inglés en la comarca andina, dice que no. Está del otro lado del teléfono y está enojada: “Estamos realmente agotados de tener que dar explicaciones sobre estos temas. Nosotros no tenemos que ver con ningún aeropuerto. Lo de la costa es un emprendimiento de Van Ditmar, no de Lewis. Cuando quisimos hacer un aeropuerto en 2005, desistimos, y con esta historia nueva no tenemos nada que ver. Estamos cansados de andar viendo qué publican los medios informativos para iniciarles querellas por injurias”, explica, rotunda, la mujer.
El proyecto que Romera promueve, el proyecto del escándalo al que el 76% de la población se opuso a través de un plebiscito no vinculante, consiste en hacer un aeropuerto internacional en un sitio ubicado a 30 kilómetros de la ciudad, a la vera de la ruta nacional 40. El lugar es conocido como “la recta de Palma”. Sobre esas tierra llovería una inversión de 250 millones de pesos. Romera insiste con que eso, el dinero y la obra, sería vital para el turismo y para los habitantes de El Bolsón. Pero el abanico de opositores es amplio y hasta incluye a comunidades mapuches que habitan la zona desde hace varias generaciones. Lo que Romera no dice –aquí lo llamativo– es que las tierras donde proyectó su terminal de vuelos lindan con los campos majestuosos del británico Lewis. En este punto, la historia se detiene.
Cacho Romera define a Lewis bajo el rótulo de “buen vecino”. Ha llegado a ponerse al frente de una campaña de firmas para defender al inglés de los vecinos que lo acusaban de trabar el acceso a lago Escondido. Esta última semana, dice la gente de la comarca, volvió a insistir con la necesidad lotear la recta de palma para levantar ahí un aeropuerto. En El Bolsón viven por censo 18 mil personas. Hay poco más de mil empleados públicos. Cerca de dos mil habitantes reciben planes jefes y jefas de familia y planes trabajar. El resto son artesanos que comercializan sus productos en la feria hippie todos los martes y sábados desde la mañana, pequeños empresarios turísticos –principal ingreso de la zona– y productores de lúpulo que año tras año venden su cosecha a la cervecera Quilmes. Casi ninguno de ellos apoya la idea de un aeropuerto. Con excepción de unos pocos.
Pero Dalida Pinacho, abogada y vocera del inglés en la comarca andina, dice que no. Está del otro lado del teléfono y está enojada: “Estamos realmente agotados de tener que dar explicaciones sobre estos temas. Nosotros no tenemos que ver con ningún aeropuerto. Lo de la costa es un emprendimiento de Van Ditmar, no de Lewis. Cuando quisimos hacer un aeropuerto en 2005, desistimos, y con esta historia nueva no tenemos nada que ver. Estamos cansados de andar viendo qué publican los medios informativos para iniciarles querellas por injurias”, explica, rotunda, la mujer.
El proyecto que Romera promueve, el proyecto del escándalo al que el 76% de la población se opuso a través de un plebiscito no vinculante, consiste en hacer un aeropuerto internacional en un sitio ubicado a 30 kilómetros de la ciudad, a la vera de la ruta nacional 40. El lugar es conocido como “la recta de Palma”. Sobre esas tierra llovería una inversión de 250 millones de pesos. Romera insiste con que eso, el dinero y la obra, sería vital para el turismo y para los habitantes de El Bolsón. Pero el abanico de opositores es amplio y hasta incluye a comunidades mapuches que habitan la zona desde hace varias generaciones. Lo que Romera no dice –aquí lo llamativo– es que las tierras donde proyectó su terminal de vuelos lindan con los campos majestuosos del británico Lewis. En este punto, la historia se detiene.
Cacho Romera define a Lewis bajo el rótulo de “buen vecino”. Ha llegado a ponerse al frente de una campaña de firmas para defender al inglés de los vecinos que lo acusaban de trabar el acceso a lago Escondido. Esta última semana, dice la gente de la comarca, volvió a insistir con la necesidad lotear la recta de palma para levantar ahí un aeropuerto. En El Bolsón viven por censo 18 mil personas. Hay poco más de mil empleados públicos. Cerca de dos mil habitantes reciben planes jefes y jefas de familia y planes trabajar. El resto son artesanos que comercializan sus productos en la feria hippie todos los martes y sábados desde la mañana, pequeños empresarios turísticos –principal ingreso de la zona– y productores de lúpulo que año tras año venden su cosecha a la cervecera Quilmes. Casi ninguno de ellos apoya la idea de un aeropuerto. Con excepción de unos pocos.
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