Aunque sĆ³lo fuera porque la Argentina y Venezuela suelen ocupar lugares destacados en las listas de los paĆses considerados como los mĆ”s corruptos del mundo, muy pocos supondrĆ”n que las relaciones comerciales entre ellos han sido idealmente transparentes. Por el contrario, en vista de lo que ya sabemos de algunos de los personajes que se encargaron de aprovecharlas, hubiera sido asombroso que lo fueran. AsĆ y todo, como entienden muy bien los acusados de armar una "embajada paralela" en Caracas con el fin de cobrar comisiones jugosas a los interesados en aprovechar las oportunidades para lucrar que les fueron brindadas por sus amigos venezolanos, por ahora al menos, obligarlos a rendir cuentas ante la Justicia por las irregularidades presuntamente cometidas no serĆ” tan sencillo como serĆa el caso en un paĆs mĆ”s acostumbrado que el nuestro a exigirles a sus gobernantes que respeten la ley. Por lo demĆ”s, en sociedades en las que la corrupciĆ³n es endĆ©mica y los Ćŗnicos que soƱarĆan con dejar pruebas fidedignas de sus transacciones son los irremediablemente honestos, lo que mĆ”s cuenta en Ćŗltima instancia es el poder polĆtico, razĆ³n por la que tanto aquĆ como en otras partes de AmĆ©rica Latina ya es rutinario que los enjuiciados y condenados por irregularidades graves sean funcionarios vinculados con un gobierno que ha caĆdo en desgracia.
TambiĆ©n es rutinario que las denuncias en tal sentido comiencen a proliferar cuando un gobierno antes hegemĆ³nico, cuyos lĆderes habĆan imaginado que les serĆa dado aferrarse al poder por dĆ©cadas, estĆ” batiĆ©ndose en retirada. Es lo que, por enĆ©sima vez, estĆ” ocurriendo aquĆ desde que se esfumĆ³ la popularidad de la presidenta Cristina FernĆ”ndez de Kirchner y su marido. Mientras los kirchneristas dominaron el escenario polĆtico, sus integrantes pudieron mofarse de las versiones que circulaban acerca de la manera heterodoxa de recaudar dinero de sus integrantes, pero a juzgar por la forma en que el ex presidente NĆ©stor Kirchner y el ministro de PlanificaciĆ³n, Julio de Vido, han reaccionado ante las acusaciones formuladas en Tribunales por el ex embajador Eduardo Sadous, las que segĆŗn parece ratificĆ³ el jueves pasado en el transcurso de una reuniĆ³n supuestamente confidencial con la comisiĆ³n de Relaciones Exteriores de la CĆ”mara de Diputados, los dos "pingĆ¼inos" ya se sienten bastante preocupados. En vez de defenderse contra las denuncias con la tranquilidad que hubiera sido apropiada, Kirchner intentĆ³ hacer pensar que, como ya habĆa afirmado el canciller HĆ©ctor Timerman, se trataba de un "invento" extravagante del periodismo, o sea, de aquel "delincuente Magnetto que es el dueƱo de ClarĆn", mientras que De Vido se ensaĆ±Ć³ con Sadous, a su juicio "una persona de una mediocridad espantosa" y un "pĆ©simo embajador", motivo por el que en su opiniĆ³n fue necesario crear una "embajada paralela" ya que el diplomĆ”tico asĆ calificado "se la pasaba de copetĆn en copetĆn y de cĆ³ctel en cĆ³ctel". Huelga decir que la forma asĆ supuesta de expresarse nos dijo mucho mĆ”s sobre el estado de Ć”nimo de Kirchner y De Vido que sobre las eventuales deficiencias personales de Magnetto y Sadous. Por cierto, no reaccionaron como harĆan los blancos inocentes de denuncias arbitrarias.
ParecerĆa que los integrantes mĆ”s poderosos del elenco gobernante no quieren tanto politizar el caso de la "embajada paralela" en Caracas cuanto procurar tratarlo como si fuera el fruto de la malignidad sin lĆmites de un empresario periodĆstico y de la estupidez apenas concebible de un diplomĆ”tico profesional respetado. Dadas las circunstancias, serĆa difĆcil pensar en una estrategia defensiva menos convincente que la supuesta por la voluntad de Kirchner y De Vido de cubrir de gruesos insultos a un ex embajador y a un "dueƱo" de ClarĆn, lo que, lejos de ayudar a brindar la impresiĆ³n de que se trata de un malentendido lamentable que pronto se aclararĆ”, hace pensar que el ex presidente y su colaborador mĆ”s apreciado se saben responsables de haber convertido la embajada en Caracas en la sede de una empresa delictiva con la colaboraciĆ³n entusiasta de los hombres de Hugo ChĆ”vez y por lo tanto no les queda nada mĆ”s para hacer que tratar de desahogarse rabiando con furia contra los presuntos responsables de atraparlos.
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