Felipe Camiroaga era el conductor televisivo mĆ”s famoso y querido de Chile. TenĆa conocidas posiciones polĆticas, apoyaba a la ConcertaciĆ³n, y estaba comprometido con distintas causas sociales, estaba junto a los estudiantes y acompaƱaba proyectos ambientales y solidarios. Se desmarcaba asĆ del ambiente superficial televisivo que lo habĆa transformado en una estrella poco comĆŗn.
Felipe Camiroaga no era el Marcelo Tinelli chileno. A no ser que Tinelli tuviera posiciones polĆticas manifiestas capaces de incomodar a un Ministro, condujera un programa de variedades matinal donde no pasaran grandes cosas (nada de chicas de senos imponentes colgadas de un caƱo), o apoyara las reivindicaciones estudiantiles y, de paso, dejara colgado en su Twitter poemas de Alejandra Pizarnik.
Y no es que el malogrado conductor chileno fuera el opuesto absoluto del celebre Marcelo, una espada en llamas que brillaba en la noche de las injusticias. Ni cerca.
Camiroaga, desaparecido el 2 de septiembre en un vuelo fatal que lo conducĆa al archipiĆ©lago Juan FernĆ”ndez, en el marco de una actividad solidaria, era un animador bien dotado: simpĆ”tico, fachero, ameno y, hasta cierto punto, impredecible para sus jefes del canal estatal, TVN.
Ya es histĆ³rica, por ejemplo, la ocasiĆ³n en que Camiroaga interpelĆ³, en directo, al Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, en su programa “Buenos DĆas a Todos”, acerca del polĆ©mico proyecto termoelĆ©ctrico Barrancones, en la caleta de Chungungo, a 21 km de Punta de Choros. Una iniciativa muy cuestionada por las organizaciones ambientalistas y que finalmente no prosperĆ³.
“Nosotros tenemos el privilegio en nuestros trabajos de tener lĆnea directa con autoridades tan importantes como usted. Sabemos de lo amante que es el Presidente del medio ambiente y de la naturaleza. Quiero pedirle a tĆtulo personal, pero sĆ© que represento a la gran mayorĆa de los chilenos, que por favor el Gobierno, el Presidente, su equipo, se oponga con todas las fuerzas que sean necesarias a esta termoelĆ©ctrica que quieren poner en un santuario maravilloso”, le dijo a un sorprendido ministro que se comprometiĆ³ pĆŗblicamente a hablar con SebastiĆ”n PiƱera.
En concreto, Camiroaga era un habitante del varietĆ© televisivo pero eso no le quitaba protagonismo en otras Ć”reas sensibles de la realidad chilena. Por caso, hace poco le enviĆ³ un afectuoso mensaje a los estudiantes que aun reclaman al gobierno por una mejor educaciĆ³n: "Creo que han dado una lucha impecable, creativa, sensible, tremendamente valiente, que de verdad, como chileno, siento un orgullo gigante. La educaciĆ³n no puede ser un negocio para nadie y tambiĆ©n creo que la educaciĆ³n es lo que cambia este mundo de raĆz", sentenciĆ³.
Este carĆ”cter comprometido tiene que ver con una infancia difĆcil. Camiroaga fue abandonado por su madre, quien se marchĆ³ a EspaƱa cuando Ć©l tenĆa 6 aƱos, y debiĆ³ criarse de un modo humilde junto a su padre. Como miles de otros chilenos, Camiroaga sabĆa de quĆ© verbos estĆ” compuesta la palabra “pobreza”.
Su padre, Jorge, un hombre vinculado a las tareas agrĆcolas, le habĆa advertido 20 aƱos atrĆ”s a su hijo que si este se dedicaba al campo siempre iba a ser un empleado (“nuestra familia no es de poseer tierras”), y si se inclinaba por la televisiĆ³n estarĆa obligado a mantenerlo durante toda su existencia. Para alegrĆa de ambos, se equivocĆ³ y, al momento de morir, Camiroaga trabajaba por puro placer. Con las ganancias obtenidas en sus Ćŗltimos aƱos, en los que condujo los programas de mayor rating de la televisiĆ³n trasandina, actuĆ³ en pelĆculas y telenovelas, protagonizĆ³ numerosos comerciales y condujo en dos ocasiones el Festival de ViƱa del Mar, Camiroaga se imaginaba en el corto plazo siendo padre - era soltero - y retirado en un campo de Coyhaique, sur de Chile.
“Cuesta romper los paradigmas que ha tenido el medio en que me desenvuelvo, donde los animadores tenemos que ser transversales y neutros en algunos temas. Me provoca mucha sorpresa cuando nos hablan de ser lĆderes de opiniĆ³n, pero resulta que los lĆderes de opiniĆ³n no podemos hablar mĆ”s que puras leseras y no acerca de los temas profundos que interesan al paĆs. No es que me haya rebelado, pero siento que uno tiene que hacer un cambio de switch”, apuntaba Camiroaga en 2009.
A principios de 2011, Camiroaga habĆa perdido en un incendio una importante propiedad en las afueras de Santiago, la casa donde guardaba todas sus colecciones y recuerdos personales. Era el espacio que compartĆa con su padre. Apenas unas horas despuĆ©s del incendiĆ³ Camiroaga saliĆ³ al ruedo y continuo trabajando. "Estoy muy acompaƱado y ya estamos pensando en empezar a limpiar y reconstruir, ese es el espĆritu que tenemos los chilenos, por eso que me siento sĆŗper identificado con la gente que se ha puesto de pie", dijo esa misma noche a la prensa al pie de los escombros y vestido con un tradicional poncho.
Camiroaga mantenĆa una clara posiciĆ³n polĆtica y su apoyo a la ConcertaciĆ³n era pĆŗblico y notorio. "Si Chile es un paĆs admirado, es gracias a la ConcertaciĆ³n. Hay cosas que mejorar como siempre y como todo", habĆa dicho cuando Eduardo Frei perfilaban una nueva candidatura.
AsĆ era Felipe Camiroaga, un personaje que parecĆa desenvolverse sin dramas entre la seriedad del ecosistema polĆtico y social, y la fiesta, siempre eterna, casi siempre tontolona, del Ć”mbito televisivo. Una divisiĆ³n de territorios que al animador le incomodaba: "a uno en este paĆs lo obligan a hablar, por lo tanto te obligan a ejercer polĆtica, sin embargo cuando uno tiene que hablar de polĆtica (dicen) 'no este seƱor es animador de televisiĆ³n y tiene que ser transversal y puede que algĆŗn seƱor de derecha le parezca mal".
En julio de este aƱo habĆa transcrito en su Twitter (@halconmatinal) un fragmento de un poema del laureado Gonzalo Rojas: "Del aire soy, como todo mortal, del gran vuelo terrible y estoy aquĆ de paso a las estrellas".
Un verso de gran belleza, premonitorio y, de ahora en adelante, cargado de misticismo.
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