Sabine Kradolfer. Durante su estudio conoció a un hombre de origen mapuche y se casó.
Sabine Kradolfer es una destacada antropóloga y socióloga formada en Europa que ha pasado buena parte de su vida estudiando y trabajando junto a comunidades mapuches en Neuquén. Escribió en francés un libro acerca de sus experiencias y hoy vive entre la Patagonia y Suiza, sus dos patrias, donde desarrolla una intensa actividad académica. "La gente mapuche está obligada a luchar todos los días para ser reconocida como tal", le indicó en una charla a "Río Negro".
Una invitación marcó la vida de la antropóloga y socióloga suiza Sabine Kradolfer. Una sugerencia que funcionó más que como un mandato, como una herencia inesperada en el sur del mundo. "Usted tendría que escribir nuestra historia", le dijo el anciano mapuche, y con ese "tendría" Sabine y el hombre de la tierra sellaron un pacto secreto.
La joven Sabine se fue a Europa para, tiempo después y convertida ya en profesional, volver a la Patagonia a completar su tarea. A cerrar un círculo y descifrar su destino.
Aquello sucedió en 1989 cuando Sabine recorría Neuquén al encuentro de una prima que se había venido desde el Viejo Continente. "Algo me pasó", cuenta hoy, a 22 años de aquel encuentro, quien en la actualidad se desarrolla como becaria pos-doctoral del FNS en la Universidad Autónoma de Barcelona y en la Universidad Nacional de Río Negro para el proyecto: "Reivindicaciones indígenas y afirmaciones identitarias en América Latina. Cómo el respeto de las diferencias engendra diferencias".
"Al volver a Suiza lo pensé: ¿por qué no?", relata Sabine. Sus viajes iniciáticos continuaron durante un tiempo aunque esta vez se marchó a la India. "No me gustó el choque cultural, en cambio con la Patagonia yo tenía otras sensaciones".
Puede que la palabra del abuelo haya desatado aquello que preexistía en su interior. Una energía desconocida pero consistente. Lo cierto es que decidió estudiar Antropología y Sociología en la Universidad de Lausanne (Suiza) y, con ambas carreras a cuestas, delimitó las fronteras de su máster.
En 1994 regresó al país y durante dos años desarrolló un trabajo de campo con las comunidades mapuches. "Me dije: si me quieren contar que me cuenten", recuerda.
Su tesis es hoy un voluminoso libro escrito originalmente en francés y que aún no tiene traducción al castellano: "Organisation sociale, don et identité dans les communautés mapuche de la province de Neuquén (Argentine)".
Sin embargo, su biografía personal, vinculada sobre todo a la comunidad Antiñir-Pilquiñan, cerca de Los Miches, no se redujo a esos dos años de estudios y largas escuchas. Kradolfer hizo de su trabajo su vida entera. O, dicho de otro modo, la cultura ancestral mapuche atravesó los poros de su piel y su manera de entender el mundo.
"Aprendí el castellano con un acento campestre. Cuando estaba en Buenos Aires y me tomaba un taxi para ir a Ezeiza, hablaba con mi nueva tonada. Entonces el chofer me preguntaba ¿a qué va usted a Ezeiza?".
- ¿Se pierden los antropólogos al interior de su objeto de estudio?
-Sí, he tenido colegas que después de estar años estudiando una determinada cultura en medio de la selva, por ejemplo, han dejado la profesión para volcarse a una vida natural lejos de lo académico o lo intelectual. En más de una oportunidad me pregunté: ¿dónde seguirá mi vida? Un poco todavía estoy en eso porque vivo entre Suiza y la Patagonia.
El sur explicado a Europa
¿Cómo se explica el sur en un espacio geográfico y político que ha sido por milenios el centro intelectual del planeta? La pregunta puede parecer pura retórica pero no, existen trámites que perfilan bien ciertas distancias culturales y tecnológicas.
"Años atrás, cuando estaba llenando desde la misma Comunidad los formularios académicos para el Fondo Nacional Suizo para la Investigación Científica, me encontraba con que había apartados que no se podían llenar: ¿dirección? (no había numeración especifica) ¿teléfono? (no había, o había uno pero lejos). Desde Suiza me decían: ¿pero no tienen un teléfono allí? Pero acá no había entonces", explica Sabine.
Que esto no se entienda mal. Sabine Kradolfer no tiene quejas al respecto. Tampoco pretende que los recursos de Europa sean literalmente traspuestos a la identidad local ni que sean tomados como un modelo a seguir. Sabine es cuidadosa en sus apreciaciones. Su mirada hacia el pueblo mapuche es, sobre todo, de respeto y de afecto. Hablando de afecto, en el transcurso de estos años conoció a un hombre de origen mapuche y con él se casó. No formará parte del encuentro con "Río Negro" (que ocurre en las oficinas de la Carrera de Antropología de la UNRN en Bariloche) porque Sabine prefiere protegerlo de la exposición pública.
-¿Sentiste algún tipo de rechazo o discriminación cuando llegaste en tu papel de investigadora?
-Fue una discriminación al revés. Es como que al suizo o al francés (Sabina es francófona); todo se le perdona. Como si fuera superior.
-En el país existe una discusión constante acerca del "ser nacional"...
-A mayor heterogeneidad mejor, más diversidad. El intento de homogeneidad baja desde los poderes; ese intento de que todos sean y estén iguales. Con los mapuches ocurre que deben estar explicándose todo el tiempo ¿por qué? Si un argentino dice "soy argentino" no se le pide que se explique. O que se defina. Lo argentino es obvio pero nadie te lo define realmente. Si dices "soy mapuche" de inmediato te pedirán que te expliques "qué... ¿hablas mapudungun?
-La nacionalidad le fue impuesta al pueblo mapuche, sin duda.
-Fue impuesta. Y no hay que olvidar que, como pueblo, se lo quiso hacer desaparecer y no han pasado muchos años desde entonces. Es más, las ironías persisten.
- Un periodista de "The Guardian" mencionaba meses atrás en un artículo todos los lugares, pueblos y ciudades que llevan el nombre de Julio Argentino Roca.
-La ironía de su rostro en los billetes, sí.
-¿Qué sensación tienes hoy del pueblo mapuche después de años de trabajar y vivir en una comunidad?
-Son demasiadas cosas. En varios sentidos es un pueblo desarticulado y con personas que están obligadas a luchar todos los días para ser reconocidos como mapuches. Sin embargo, hay más cosas: el humo, el silencio que no es silencio, es el sonido de la naturaleza, dulce la mirada, el mate, la violencia de la naturaleza porque la naturaleza es violenta y vivir en medio de eso, arriba en la cordillera con las chivas... hay que estar, ¿eh?. Diría: dulce y duro.
- Uno tiene la sensación de que la sociedad occidental o la civilización marcada por la cultura occidental (entiéndase Europa, Estados Unidos) tiende a la progresión; un ir hacia un sitio que después se puede discutir cuál es. Pero que hay un evolución. Y en las culturas autóctonas esto se percibe distinto. Son culturas en una relación diferente con el ámbito en el cual viven y con un ritmo de acción menos acelerado. Pero tal vez sean prejuicios de mi parte y punto.
-No creo que sea así. Los mapuches tienen tantos deseos de crecer y estar bien como cualquiera. La gente se pregunta ¿por qué no podemos tener teléfonos y calefacción? ¿Por qué no podemos crecer económicamente? ¿Por qué tiene que venir una empresa de afuera a traer turistas a nuestra tierra y no podemos hacerlo nosotros? El pueblo mapuche tiene capacidad de organización.
-Esto tiene que ver con el desconocimiento, con prejuicios acerca de una cultura que estaba aquí antes de la llegada de los españoles.
-Se han creado imágenes: en Chile se los tiene como rebeldes, aquí como desaparecidos del mapa. Recuerdo que un mapuche me dijo hace unos años que hubo un tiempo en que los de su comunidad creían ser los últimos mapuches sobre la tierra, hasta que en los ´70 comenzaron a tomar contacto entre las distintas familias y grupos y se dieron cuenta que no, que en realidad son muchos.
- ¿Cuál crees que es la visión hoy mismo de Europa hacia Latinoamérica en general y la Argentina en particular?
-Bueno, te voy a contestar como antropóloga: depende de dónde miras y adónde miras; o sea, no sé cómo contestarte porque ni Europa, ni Latinoamérica, ni Argentina son bloques homogéneos y me parece que tenemos que cuidarnos mucho de hacer generalizaciones. No existe un "todos los Europeos piensan" porque Europa es un menjunje de muchas culturas, grupos, opiniones, miradas, representaciones, fuerzas políticas y económicas, etcétera. Ídem Latinoamérica. Y Argentina no es mirada de la misma manera desde España, Polonia o Grecia, y tampoco de la misma manera desde Madrid o desde Alicante. Y no sé si se mira Argentina o sólo Buenos Aires. Ya sabes, el interior sigue siendo el interior. O sea, no puedo contestar tu pregunta, y si quieres una repuesta rápida, podría ser Argentina es igual a buena carne y tango. Es muy reductor, ¿no?
- Desde el Estado muchas veces se habla del "problema mapuche", refiriéndose a conflictos de carácter limítrofe, tierras, mesuras. En definitiva, el punto es la propiedad de la tierra. ¿Qué opinión tienes acerca de una posible resolución de las diferencias entre la cultura mapuche y el Estado Argentino?
-Cuando hablamos de estos problemas de mensuras de tierras, en Suiza, me suelen aconsejar la siguiente cosa: "hay que irse a Catastro y así sabes enseguida quién es dueño de qué terreno". Pero aquí las cosas son más complicadas, lo sabemos bien. Hemos escuchado de mojones que se corren, de relaciones de poder que hacen que las cosas cambien, no en pro de los más desprotegidos y de trámites que nunca terminan. Y es asombroso pensar que sólo pasaron 125 años desde el final de la mal nombrada "Conquista del Desierto" y que un territorio tan grande como la Patagonia -que hasta ese momento estaba bajo mando indígena- pasó a manos de unos pocos terratenientes, mientras los indígenas sobrevivientes a la Conquista fueron reubicados en pequeñas franjas de tierra, muchas veces bien lejos de donde vivían antes. Y estos hechos están todavía en la memoria de la gente mapuche y tehuelche.
- ¿Sobrevivirá la cultura mapuche?
-Por supuesto, como todas la culturas que están vivas.
Claudio Andrade
candrade@rionegro.com.ar
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