Por Virginia Messi
Vienen a vivir, pero también a hacer sus negocios.
El crimen de Jairo “Mojarro” Saldarriaga, el último martes en Barrio Norte, dejó en evidencia que Buenos Aires se convirtió en base de operaciones pero también en escenario de las vendettas.
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Martes, 19 horas. La moto del sicario que mató a “Mojarro” Saldarriaga (izquierda.).
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El 15 de noviembre de 1999 una mujer de aspecto sereno y su hijo, diseñador de interiores, fueron detenidos por la Unidad Antiterrorista de la Policía Federal en su coqueto semipiso del barrio de Núñez. Fue un escándalo: aquella señora de buenos modales e inocultable tonada colombiana –a la que sus vecinos conocían como María Isabel Santos Caballero– no se llamaba así sino que su verdadero nombre era Victoria Eugenia Henao Vallejo. Se trataba de la viuda de Pablo Escobar Gaviria, el jefe narco por excelencia , “El Patrón”, asesinado en Colombia en 1993.
Que Henao Vallejo se hubiera radicado en Argentina en 1995, con el OK del Gobierno de Carlos Menem y con un documento falso expedido por su país, cayó como una bomba en la opinión pública.
Era sólo el comienzo.
Ya pasaron casi trece años de eso. La mujer y su hijo fueron absueltos de los cargos de lavado de dinero y siguieron con sus vidas en nuestro país. Pero no fue lo único que cambió: con perfil bajo, aunque de manera constante, otros narcotraficantes colombianos y sus familias comenzaron a ver Buenos Aires como el lugar en el cual seguir sus negocios (de lavado o directamente de tráfico), vivir con comodidad en lujosos barrios y, sobre todo, armar una nueva vida lejos de los secuestros y vendettas entre carteles.
Igual, a algunos de ellos su pasado los persiguió hasta aquí.
La última “víctima” conocida de esta guerra ajena en el patio propio fue Jairo “Mojarro” Saldarriaga (39), a quien un sicario mató de cinco balazos el martes a la tardecita en pleno Barrio Norte (Marcelo T. de Alvear y Talcahuano). Según investigaciones de la Policía colombiana, “Mojarro” –que desde agosto de 2011 se movía en Buenos Aires con la identidad falsa de Carlos Brausin García– ya había conocido nuestro país en 2008. Entonces, como un sicario experto, fue el encargado de fusilar a dos compatriotas en el estacionamiento del shopping Unicenter. Lo hizo por mandato de su jefe, Daniel “El Loco” Barrera Barrera, señalado actualmente como el capo narco colombiano número uno.
“Mojarro” era quien manejaba los sicarios de Barrera, pero el destino quiso que él mismo cayera a manos de un asesino profesional en Buenos Aires y por orden de su ex jefe, quien comenzó a sospechar que había entregado a la Policía un cargamento de 500 kilos.
En Argentina, “Mojarro” se movía con un operador local, el mismo que tuvo relación con el colombiano Juan Galvis Ramirez (asesinado el 23 de febrero de 2009, también por sicarios, frente a un local de lanchas en San Fernando). Casualidad o no, Galvis había llegado aquí el mismo día del doble crimen de Unicenter.
Gran parte del fenómeno narco pudo verse y explicarse el último Viernes Santo cuando, en el llamado “Operativo Luis XV” (79 allanamientos simultáneos, más de 30 detenidos, la mitad colombianos), cayeron la ex mujer de Barrera Barrera (que se casó con un argentino) y la viuda de uno de sus socios , Pedro Guerrero Castillo, alias “Cuchillo”. Ambas vivían en Nordelta con sus verdaderas identidades y habían logrado la radicación temporaria. En esa causa también quedó con pedido de captura Mauricio Alvarez Sarria (28), otro de los caminos que llevan a Barrera Barrera.
Es que, para extender su negocio hacia los Estados Unidos, Barrera Barrera se asoció con su compatriota Luis Caicedo Velandia (44 años, alias “Don Lucho”), que pronto comenzó a ser buscado por la Justicia de Nueva York. Finalmente un dato de la DEA terminó, el 12 de abril de 2010, con la detención de “Don Lucho” mientras caminaba por... Palermo.
Caicedo Velandia hizo un pacto con las autoridades norteamericana y a cepto una rápida extradición .
Ya en Estados Unidos declaró e involucró en su millonaria ruta del narcotráfico a dos hermanos colombianos: Juan Fernando Alvarez Meyendorff (42 años, quien estaba con él cuando lo atraparon en Buenos Aires pero fue liberado porque en ese entonces no tenía captura) y su hermano mayor, Ignacio Alvarez Meyendorff (51).
Caicedo dio interesantes detalles de las reuniones que tuvo con ambos hermanos en su campo de la provincia de Buenos Aires, una de las tantas propiedades de Ignacio (quien se radicó en la Argentina en 2005 ).
A “Nacho” lo detuvieron un año después.
El 24 de abril de 2011 se hizo efectiva su captura internacional en el aeropuerto de Ezeiza, cuando regresaba con su familia de unas vacaciones en Tahití. Sobre Juan Fernando –de quien se dice que vive en Venezuela, igual que Barrera Barrera– pronto comenzó a pesar una recompensa de cinco millones de dólares.
Detenido Ignacio, su hijo menor (Mauricio Alvarez Sarria, hoy con captura por el operativo “Luis XV”) comenzó a manejar sus negocios. Estos, sospecha la Justicia, solo son varias fachadas para encubrir un mismo fin millonario: lavar aquí dinero del narcotráfico.