La ética mediática - Piedra OnLine

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sábado, 11 de agosto de 2012

La ética mediática

Desde hace siglos, autoritarios de distinto tipo están librando una guerra ideológica contra la libertad de expresión, tratándola como una ilusión perversa, ya que según ellos todos, en especial aquellas personas que se afirman independientes, están al servicio de alguno que otro interés económico, político o religioso. 
Es sobre la base de la tesis así supuesta que los kirchneristas han emprendido una campaña no sólo propagandística sino también económica a favor de lo que llaman el "periodismo militante" y en contra de los medios que se niegan a someterse a su tutela. (Leer en más información)


Era de prever, pues, que tarde o temprano la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, comprometida como está con la noción de que casi todos sus problemas se deben a la maldad periodística, aprovecharía una vez más la cadena nacional de radio y televisión para opinar que "necesitamos una ley de ética periodística" que, entre otras cosas, obligaría a quienes escriben en los medios a revelar "de qué empresas reciben dinero". 
Aunque Cristina trató de diferenciarse de los menemistas que en su momento habían propuesto algo muy similar, aclarando que los periodistas mismos deberían redactar dicha "ley", habló con la intención indisimulada de desacreditar a un comentarista bien conocido del Grupo Clarín, Marcelo Bonelli, por una nota sobre los problemas de gestión de YPF, ya que, "desde el año 2008 un familiar suyo, su mujer, y un socio recibían por año 240.000 pesos en concepto de servicios que no sabemos si son periodísticos". Dicho de otro modo, en opinión de la presidenta, Bonelli no es un periodista auténtico sino un lobbista a sueldo porque su esposa ha trabajado para una empresa que, andando el tiempo, sería fuente de muchos hechos de interés público.
En principio, el planteo de Cristina tiene sus méritos. Sería con toda seguridad positivo que, como ya es habitual en algunos países, "quienes son por allí estrellas" nos informaran si reciben pagos, que pudieron incidir en sus puntos de vista, de empresas, fundaciones u organizaciones políticas o religiosas. En la mayoría de los casos no se trata de los vínculos "inconfesables" que fueron anatematizados por la presidenta ya que, lejos de intentar ocultar lo que se proponen, los empresarios y otros que invierten en el ámbito mediático quieren publicitar sus productos o llamar la atención a su compromiso con idearios determinados. 
Asimismo, si la presidenta se siente preocupada por la presunta falta de transparencia del periodismo nacional, podría pedir a todos los medios, incluyendo, desde luego, a los "militantes", que nos digan cuál es la proporción de sus ingresos que procede del Estado nacional para que, a los lectores, radioescuchas o televidentes, les sea más fácil distinguir entre propaganda oficialista comprada y opiniones relativamente independientes.
Parecería que, conforme a la teoría de Cristina, en última instancia todo depende del dinero, pero hay que distinguir entre el aportado por el sector privado por un lado y, por el otro, el público, o sea, por todos los contribuyentes. Además de contar con el apoyo es de suponer interesado de muchos de los empresarios privados más ricos del país, los kirchneristas no han vacilado en apropiarse de los recursos del Estado a fin de crear su propio imperio periodístico que, además de la cadena nacional y canales televisivos públicos, incluye una cantidad notable de medios supuestamente independientes que, sin los millones de dólares que reciben del gobierno, no tardarían en caer en bancarrota. 
De regir una "ley de ética periodística", formal o informal, como la propuesta por Cristina, muchos "militantes" oficialistas se verían obligados a cambiar de categoría por tratarse no de periodistas sino de funcionarios, cuando no de operadores políticos, que se limitan a actuar como voceros de la facción gobernante. 
En cuanto a los criticados, "con nombre y apellido", por la presidenta, les convendría brindar una explicación de su relación con distintos grupos empresariales, aunque sólo fuera para disipar la nube de sospechas que personajes de mentalidad autoritaria están esforzándose por generar con miras a desprestigiar no sólo al Grupo Clarín sino a todos aquellos medios periodísticos que, a pesar de las tentaciones económicas y las presiones, siguen siendo reacios a subordinarse al "proyecto" de Cristina.