Noche de brujas: no es fiesta de niños ni de calabazas, es de mujeres - Piedra OnLine

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martes, 30 de octubre de 2012

Noche de brujas: no es fiesta de niños ni de calabazas, es de mujeres

Por Ana Bertolini
La Noche de Brujas, que se celebra cada 31 de octubre en casi todo el mundo, nada tiene que ver con el Halloween a la usanza de Miami, ni es una fiesta de chicos expertos en calar calabazas, disfrazarse y pedir dulces.
Para empezar, es el Samhain o año nuevo celta; y los celtas, que hace 3.000 años ocupaban Francia, lo festejaban sin haber visto nunca una calabaza, ni un alfajor, ni un chicle globo.
Prendían fogatas, tomaban a más no poder, colgaban muérdago en las puertas para ahuyentar a los espíritus malignos y se pintaban la cara para asustarlos, lo que luego derivó en disfraces.(Ampliar en más información)
Ellos creían que en Samhain se abría la ventana que separaba a los muertos de los vivos, y que aquellos despertaban y se aparecían en los hogares a demandar un lugar. Darles de comer y de beber era una forma de mandarlos de vuelta.
Mucho después esta fiesta derrapó en la consabida adaptación hollywoodense del "trick or treat" (dulce o treta): fue cuando los irlandeses emigraron en 1840 a los Estados Unidos y llevaron consigo la celebración del Samhain, heredada de los celtas, con el aditamiento de una leyenda propia, la de "Jack-o-lantern".
Se decía que al morir el infeliz de Jack, ni Dios ni el Diablo le permitieron entrar al Cielo o al Infierno, por lo que cada 31 de octubre su alma en pena trajinaba con una linterna (un repollo hueco con un carbón ardiente) buscando una hendija para colarse en alguno de esos reinos.
Con el tiempo, el repollo fue reemplazado por la calabaza por una pragmática razón: es más fácil de ahuecar.
A todo esto, los romanos -que habían corrido a los celtas de la Europa continental, arrinconándolos en Irlanda- ya habían "contagiado" el Samhain con su Fiesta de Pomona, la diosa de los frutos, a la que veneraban entre octubre y noviembre, en agradecimiento por la buena vendimia.
Al consolidarse el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, la Iglesia pretendió borrar estas fiestas paganas y reemplazarlas por otras: así nacieron el 1 de noviembre como Día de Todos los Santos y el 2 de noviembre como Día de Todos los Muertos.
En Gran Bretaña al Día de Todos los Santos se le llamó "All Hallow Day"; en consecuencia, la noche anterior, es decir, el 31 de octubre, pasó a denominarse "All Hallow Even" (víspera de todos los santos), lo que a fuerza de contracciones se convirtió primero en "All Hallow E'en" y luego en "Halloween".
En los Estados Unidos, esta fiesta comenzó a celebrarse a mediados del siglo XIX entre las comunidades irlandesas y recién se popularizó a partir de 1921, cuando se celebró en Minnesota el primer desfile de Halloween.
Pero afortunadamente en la Argentina, como en muchos otros países, la celebración del 31 de octubre es una auténtica Noche de Brujas, es decir, de mujeres adultas que salen a divertirse.
Es una noche de tarot, de horóscopos a la carta, de baile, de canto, de tragos y, si se les canta, también de sexo seguro.
En esto último, lo del sexo seguro, parece estar la llave que devela el real misterio de esta celebración.
Ocurre que durante tres siglos (entre 1450 y 1750) tuvo lugar en Europa y Estados Unidos una auténtica caza de brujas. Al cabo de 110.000 procesos, se produjeron unas 60.000 ejecuciones, la mayor parte en Polonia, donde se mataron 10.000 mujeres, según se lee en "La caza de las brujas en la Europa Moderna", de Brian Levak.
En los juicios de Salem, Nueva Inglaterra, Massachusetts, se apresó a Dorcas Good, de solo 4 años, por ser hija de una "bruja"; y en 1615, a la madre del astrónomo Johannes Kepler, que pasó un año en prisión.
Allí, en 1692 los puritanos procesaron y ahorcaron a decenas de mujeres acusándolas de herejes. "Muere, bruja, muere", fue el grito de Salem.
Se decía que, ganadas por el demonio, ellas volaban por las noches, vestidas de negro y montadas en escobas, imagen que, vaya paradoja, constituye hoy el logo turístico de aquel pueblo y su único atractivo.
Católicos, protestantes, puritanos y anglicanos cumplieron con este cometido; solo las iglesias orientales no participaron. En Europa continental las quemaban vivas; en Inglaterra y Estados Unidos, las ahorcaban.
En 1484, el papa Inocencio VIII emitió la bula "Summis Desiderantes", que le dio base legal a la Inquisición para perseguirlas.
El "Constitutio Criminalis Carolina" del emperador Carlos V condenó en 1532 la brujería, el aborto y la anticoncepción.
Martín Lutero quería "matar a todas las brujas"; Juan Calvino pedía que las "exterminaran"; y William Perkins proponía eliminar a las "buenas": "Sería mil veces mejor si todas las brujas, pero especialmente las brujas beneficiosas, fueran matadas", decía.
Pero, ¿por qué, si había brujos, se les endilgaba solo a ellas una supuesta comunión con el Diablo?
La brujería no fue la razón sino la excusa: había que eliminar a las mujeres que proveían de hierbas abortivas y anticonceptivas a sus congéneres, en un momento en que se estimó necesario alentar la concepción, porque la epidemia de "peste negra" había aniquilado a un tercio de la población europea.
Por entonces los médicos solo asistían a las cortes o a los señores feudales y les estaba prohibido revisar a una mujer; eran las comadronas o improvisadas parteras quienes ayudaban en el alumbramiento y proveían las hierbas para evitar otro embarazo.
En el siglo XV, como secuela de la peste, sobrevino el derrumbe del sistema feudal a causa de la pérdida de esclavos, lo que afectó especialmente a la Iglesia, que poseía el 30% de las tierras y vivía del cobro de impuestos.
A fin de repoblarlas, se predicó la procreación sin límites como un deber ante Dios; y el conocimiento herbológico de control natal que poseían las parteras fue destruído junto con ellas.
Europa logró duplicar de este modo, en un par de siglos, su población ya que, según estudios etnológicos, de la media de 3,3 hijos vivos por familia que había en el siglo X, se pasó entre los siglos XVI y XIX a 6.5 hijos.
Total que, hacia 1750, ya no hizo ninguna falta seguir quemando brujas y la cacería concluyó.
Dicho esto, la Noche de Brujas no podría ser un festejo, sino el luctuoso recuerdo de esa cacería cruel e injusta; sin embargo, cabe celebrar con alegría que ya en aquel entonces había mujeres que les enseñaban a sus congéneres a hacer valer su derecho a disponer de su propio cuerpo. (Télam)