El atroz encanto de ser argentino.- - Piedra OnLine

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miƩrcoles, 20 de marzo de 2013

El atroz encanto de ser argentino.-


La nota de opiniĆ³n "El atroz encanto de ser argentinos", publicada dĆ­as atrĆ”s en el diario chileno La Tercera disparĆ³ el debate, con voces a favor y en contra. 

A continuaciĆ³n el artĆ­culo publicado en ese medio:
Que el nuevo Papa sea el primer americano ha impresionado a todo el mundo. A los chilenos, sin embargo, nos llega con mĆ”s fuerza un solo dato: que es argentino. Para muchos, no se trata de algo grato, porque miramos con mucho recelo a nuestros vecinos. Salvo unos pocos, como un amigo que me dice, “por fin ha quedado claro que son mejores que nosotros”. Bueno, no sĆ© si es asĆ­, pero nos guste o no, la verdad es que ellos generan un encanto, algo que nos cuesta entender, en parte porque los vemos como rivales. Pero al final, aunque nunca lo confesemos, tambiĆ©n nos gustarĆ­a encantar asĆ­. Y no sabemos cĆ³mo hacerlo. (Ampliar en mĆ”s informaciĆ³n)

¿QuĆ© tienen los argentinos? Bueno, aquĆ­ tenemos claro lo que no tienen. Nos gusta decir que es un paĆ­s que se farreĆ³ su situaciĆ³n econĆ³mica. Recordar que eran uno de los 10 mĆ”s ricos del mundo y que hoy estĆ” en la ruina. Y si bien ello es cierto, tambiĆ©n lo es que siguen siendo una naciĆ³n muy rica en individualidades. Personas que, en distintos Ć”mbitos, son destacadas a nivel internacional. El Papa Francisco es un ejemplo mĆ”s.

Tener individuos destacados es tan importante como tener una sociedad organizada. Es cierto, sin sus compaƱeros, Messi, probablemente, no serĆ­a el mejor jugador de fĆŗtbol del mundo. Pero Ć©l no es uno mĆ”s; es el alma, el motor del Barcelona. El que genera la pasiĆ³n de los hinchas por el equipo y por ello su presencia es fundamental. Porque en el fĆŗtbol, como en toda actividad, no basta ganar; tambiĆ©n hay que encantar.

Las figuras argentinas no nacen solas, la sociedad las potencia, las adora, llevƔndolas a estados superiores. Y las defienden cuando caen en desgracia, como a Maradona. Para ellos, todos son los mejores del mundo, cosa que a los chilenos nos revienta, porque nosotros somos exactamente lo contrario: somos chaqueteros. Y si son ganadores, los tiramos para abajo. Como a Pablo Neruda, por ejemplo, que lo ninguneamos. Porque era comunista, dicen algunos. Porque era creƭdo, otros. Y pocos, muy pocos, lo leen. Al final del dƭa, a Neruda le hubiera convenido ser argentino, porque serƭa un dios, un grande, el mejor.

Algunos dicen que esto tiene que ver con nuestra baja autoestima, que no nos creemos el cuento. Que nos carga ver el Ć©xito ajeno y por eso castigamos al que lo alcanza. ¿A quiĆ©n le ha ganado? ¿De dĆ³nde saliĆ³ este? ¿QuĆ© se cree? Claro, uno podrĆ­a decir que los argentinos tienen demasiada autoestima. Pero les resulta, ellos sĆ­ se la creen y generan hĆ©roes. Y por eso generan personas que llaman la atenciĆ³n en todo el mundo, mientras los chilenos no encantamos a casi nadie. Ni siquiera a nosotros mismos.

Todo este encanto seduce, entusiasma y logra grandes individualidades. Pero tambiĆ©n es atroz cuando la sociedad no funciona. Pero la mezcla contraria tambiĆ©n es mala. Es cierto, tener una economĆ­a ordenada sirve para pagar las cuentas, lo que no es menor. Pero vivir para eso no conmueve a nadie. Porque al final del dĆ­a, la estabilidad sĆ³lo genera el piso sobre el cual podemos construir. Llegar al techo, al lĆ­mite, requiere de personas notables, distintas, que corren riesgos inesperados, que se creen el cuento. Y esos tipos no sĆ³lo mueven las cosas, sino que tambiĆ©n generan entusiasmo necesario para que todos avancen. Apostar a ellos es fundamental.