NeuquĆ©n > El viejo dicho de que nunca es tarde para cumplir los sueƱos es lo que tuvo presente Gustavo Baeza quien no dudĆ³ en vender todo lo que tenĆa para emprender un viaje por AmĆ©rica Latina.
A mediados de 2008 este joven oriundo de Cutral Co, criado en esta ciudad y cuya familia proviene de Andacollo, sintiĆ³ que era momento de poner en marcha un sueƱo que acunaba desde la adolescencia: viajar. Un dĆa vendiĆ³ el fondo de comercio de una librerĆa que tenĆa sobre la calle Mitre y su automĆ³vil y con ese dinero emprendiĆ³ el viaje. “Todo el mundo me decĆa que estaba loco. Mi objetivo era conocer la costa del Caribe, pensaba que quedaba acĆ” nomĆ”s”, relata Gustavo. (Ampliar en mĆ”s informaciĆ³n)
De Buenos Aires se fue en micro a AsunciĆ³n del Paraguay. Dice que tuvo mĆ”s agallas para emprender el recorrido porque era una persona que nunca habĆa salido del paĆs. “Regreso a la Argentina por Salta y ahĆ empieza mi camino. Paso la frontera hacia La Paz y luego a Sucre, trayecto que me llevĆ³ un mes y medio. De Bolivia me voy a Tacna, en PerĆŗ. Hasta ahĆ lleguĆ© con los fondos que tenĆa. Ya me habĆan robado como cuatro veces, y eso que me habĆan recomendado no ir por determinados lugares porque iba solo”, relata Gustavo quien regresĆ³ a NeuquĆ©n hace dos meses y medio.
RecorriĆ³ parte de la ruta que hizo el General San MartĆn a la vez que recopilĆ³ informaciĆ³n porque asegura que no le gusta que le cuenten la historia sino que le gusta vivirla y sentirla en primera persona.
“DespuĆ©s de este viaje hay un antes y un despuĆ©s, una mirada profunda de lo que significa AmĆ©rica Latina y de los pueblos que la integran”, cuenta.
Luego en Quito se embarcĆ³ por el Amazonas donde fue bajando por el rĆo atravesando parajes.
Para solventar los gastos no dudĆ³ en realizar cualquier tipo de trabajo: desde limpiar baƱos en los barcos, trabajar en plantaciones, en cosecha de yuca, de Ʊame, corozo (frutas propias de la zona) hasta vender jugos en las pequeƱas aldeas.
Sin proponĆ©rselo, llegĆ³ al lugar mĆ”s conflictivo que hay en la triple frontera que conforman Tabatinga (Brasil), Santa Rosa (PerĆŗ) y Leticia (Colombia).
Pero conociĆ³ el Amazonas, se encontrĆ³ con Ć”rboles de 80 metros y con poblados que parecĆan congelados en el tiempo.
“De Tabatinga no pude bajar porque me habĆa quedado sin dinero. Pero siempre me sorprendiĆ³ la solidaridad de la gente. Cuando se enteraban de que era argentino me hablaban siempre de Messi”, asegura.
Y agrega: “Creo que hice una locura que me dejĆ³ grandes enseƱanzas. Me encontrĆ© mĆ”s conmigo mismo y me encontrĆ© en una situaciĆ³n de decir hasta dĆ³nde somos capaces de llegar”.
Rescata la importancia de tener una meta, un propĆ³sito que sirva de guĆa para llevar adelante los sueƱos.
Desprecio por la vida
En Leticia lo que mĆ”s le impactĆ³ fue que durante los fines de semana aparecĆan en los poblados diferentes grupos, ya sea de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), paramilitares o de los escuadrones de la muerte, pero nunca nadie decĆa a cuĆ”l pertenecĆa. PodĆan festejar todo el dĆa y al otro dĆa se mataban entre ellos.
“Me impactĆ³ profundamente el desmerecimiento de la vida que hay en esa zona por los grupos violentos. Uno ve la violencia naturalizada. Vi mucho temor en esos lugares, principalmente por el control territorial. En el caso de los paramilitares, para el control de la droga. La gente no habla sobre la violencia pero sale por decantaciĆ³n”, seƱala Gustavo.
AƱade que sobre todo se da en pueblos como la zona selvĆ”tica del lĆmite entre Colombia con Ecuador o Colombia con PerĆŗ, donde se dan los grandes cultivos de la hoja de coca.
“No hay una presencia del Estado. Hoy las FARC estĆ”n mucho mejor armadas que el EjĆ©rcito. Tienen unos cien frentes con 300 personas en cada uno de ellos. Hay retenes de la guerrilla y de paramilitares. Con la guerrilla podĆ©s entablar un diĆ”logo para pasar, con los paramilitares te extorsionan y si les caes mal te matan ahĆ nomĆ”s. Al principio tuve miedo, despuĆ©s uno se acostumbra a ver muertes”, explica.
Su fin era conocer el Caribe, entonces emprende su camino hacia ahĆ. Se quedĆ³ mucho tiempo en Cartagena de Indias y, para costearse los gastos, trabajĆ³ de mozo y de vendedor de jugos de mango, hasta que un amigo de la embajada argentina en BogotĆ” le ofreciĆ³ vender ron y aguardiente para una distribuidora reconocida, y eso le permitiĆ³ conocer Nicaragua y Venezuela.
“TenĆa ganas de hacer algo mĆ”s y me sumĆ© a un grupo cristiano que trabajaba con chicos, de entre 13 y 19 aƱos, desplazados y desmovilizados de ambos bandos (FARC y paramilitares), y traquetos, que son los capos que controlan el narcotrĆ”fico y que despuĆ©s los llevan a las bandas criminales emergentes (Bacrim) de Colombia. Se juntan entre diez y treinta personas que van por las aldeas matando gente por el control polĆtico. Son chicos sin padres a los que tratamos de asistir”, cuenta Gustavo.
“Lo triste es que despuĆ©s de tantos aƱos no hay un acuerdo de paz. Colombia es maravillosa y a pesar de todo es un pueblo feliz. Ahora ha disminuido el tema de la violencia y eso ha permitido que se explote el turismo”, analiza.
Nuevos sueƱos y solidaridad
Asegura que al ver tanta crudeza, como tambiĆ©n tantas maravillas, lo motivĆ³ a trabajar por esa gente. AsĆ armĆ³ Casa Argentina, en Barranquilla, cuyo propĆ³sito es que se dedique a la conformaciĆ³n de bibliotecas y proyectos para los jĆ³venes de la costa caribeƱa. "TambiĆ©n quiero armar una fundaciĆ³n en NeuquĆ©n en conexiĆ³n con la de allĆ” para ver quĆ© se puede hacer".
"Todo lo que he visto acerca de la violencia y la locura del narcotrƔfico es lo que no quiero para mi provincia, ni para mi ciudad", comenta.
Del viaje se queda con la posibilidad de tener una mirada propia de AmĆ©rica Latina: “DejĆ© de ser argentino para convertirme en latinoamericano, pero con el corazĆ³n neuquino”.