Por GABRIEL RAFART
Al terminar la semana parecieran contenidas algunas cuestiones que tocan al consumidor, al ahorrista y el comerciante a través de mayores avances en los acuerdos de precios para frenar aumentos desmedidos, domando a su vez el precio del dólar al ofrecer mejoras en las posiciones en pesos bancarizados, entre tantas medidas técnicas tomadas por el Gobierno. Hasta el nivel de reservas en moneda extranjera del Banco Central encontraron un dique de contención. Además, ciertas promesas trajeron alivio al equipo económico. Es que los grandes operadores del comercio de granos estarían mejor dispuestos a liquidar sus agro-dólares sin que les cayera encima el sayo de un decreto presidencial recuperando o inventando una institución estatal que les saque de las manos el control de sus negocios. Esta cuestión será parte de la agenda legislativa del Congreso Nacional. Igualmente el Gobierno sigue atento a aquellas promesas, ya que fueron incumplidas en más de una ocasión.
Ciertamente, el tiempo actual reclama otras discusiones, y no necesariamente del final de una época. Por ejemplo: discutir los alcances de la economía de la demanda. Se trata de cómo corregir el desajuste de los salarios reales frente a un mes como enero que cuenta a partir de su inflación, la más alta de la última década. Los efectos sobre febrero no serán menores. El anuncio presidencial triplicando lo que le toca a cada hijo escolarizado del trabajador en blanco es una respuesta hacia el bolsillo. Por supuesto que no alcanza pero es una mejora y su llegada es rápida. Se suma, según se dice, un próximo anuncio mejorando las actuales asignaciones familiares. Todo en dosis adecuada, como lo fue hace tres semanas, la presentación del plan Progresar, una suerte de ampliación de la Asignación Universal por Hijo, pero destinada a los jóvenes. La idea del Gobierno sigue en pie: sostener la demanda agregada, de acuerdo con su plafón keynesiano. Es cierto que algunos trabajadores sindicalizados cuentan con incrementos salariales de una paritaria que para muchos ya es olvido pero que arrancó a principios del año pasado y proyectó mejoras para el primer trimestre de este año. Eso significa que muchos recibirán aumentos durante estos meses. También están aquellos que acomodan sus salarios por fuera de los acuerdos paritarios. Petroleros, conductores de colectivos y camioneros siempre encuentran la forma de ampliar sus ingresos tanto a finales como a principio de cada año. Pero hay otros asalariados que desean acomodar de manera urgente sus ingresos. Lo que ocurra en la semana con los docentes nacionales señalará los dos caminos en discusión entre sindicatos y autoridades del área laboral: aumento ya del básico o suma fija para todos para después proyectar porcentajes que se anualizarían o, pensar en la “paritaria normal” que solo contemple lo segundo. Todo indica que al no haber mucho tiempo de negociación si se quiere iniciar el ciclo escolar sin el magisterio en huelga, Gobierno y sindicatos se inclinarían por la primera propuesta. Por supuesto muy lejos de lo que se dice que sería la exigencia mínima -superior al 60%- planteada por la totalidad de los gremios del sector.
Hay otra discusión en marcha: el destino del vicepresidente. Todo lo suyo se ha complicado por estar en la nómina de un fiscal junto a una decena de personas. Todas deberían ir al despacho de un juez federal para responder por un caso judicial que por momentos parece ser parte de una sesuda investigación criminal y en ocasiones solo espuma proveniente de medios críticos al Gobierno que luego es utilizada por la oposición política. Es cierto que lo que se le imputa a Amado Boudou podría plantearse como parte de la experiencia de vigilancia democrática de una “prensa de vanguardia”, esa que brinda cobertura cada vez más agresiva, aunque en su labor vaya perdiendo grados de profesionalismo e independencia. Bajo el signo de esto último todo parece indicar que gran parte de esa prensa y las fuentes de las cuales se han servido deben ser vista desde consideraciones oportunistas.
Tampoco ha pedido vigencia la discusión de la proximidad de un fin de ciclo. Por supuesto que su presencia trata de potenciar sentimientos de desorientación y malestar. Esta insistencia en que todo se termina, adelantada tantas veces, confronta con la realidad de que ya no se sabe cómo administrar esos sentidos, en consecuencia todo pinta a abismo. Esa idea de final se aplica a todo y a todos. Incluye por supuesto a las ideologías en disputa, aunque se siga con la cantinela de qué han muerto y que lo único que queda son cadáveres insepultos que de tanto en tanto tocan a los vivos aunque estos son una fortaleza en si mismo porque han sido ganados por un individualismo que procura el buen vivir.
En la Argentina actual se ha dicho tantas veces que al neoliberalismo debería dárselo por muerto como otros cuerpos de ideas duras, pero también se sigue hablando de su capacidad de supervivencia, de que estaría agazapado, al acecho, como cual quintacolumnista dispuesto a reaparecer para hacer de las suyas. Las voces del Gobierno en curso asumen esa posición: de allí arman sus huestes y casamatas. Mientras tanto, los críticos se plantan con igual firmeza y frontalidad. Estos a su vez insisten desde hace décadas de un final para el populismo, y si se resiste a morir es porque el actual gobierno ha encontrado la fórmula adecuada para engañar a todos. Y que su caída ex próxima porque está condenado a un desenlace fatal. De allí el anuncio varias veces planteado de la caída del actual gobierno y su populismo contrahistorico. Solo recordar lo discutido en aquellos años de 2008 y 2009, cuando se anuncio la salida anticipada de la Presidenta. Con los resultados electorales de agosto y octubre del año pasado, más su licencia por problemas de salud, se dijo hasta el cansancio que la caída era inminente por que el país ya no disponía de un centro de mando y que este era imposible de restablecerse con el actual vicepresidente. Que este último sería vaciado de poder efectivo, que lo suyo era meramente decorativo y el gobierno efectivo estaría en manos de un secretario o de un integrante de la familia Kirchner. Nada de eso ocurrió y tanto la Presidencia como su Vice siguen en su lugar. La misma Cristina Fernández regresó a la escena con las exigencias que la destacan, ofreciendo anuncios que apuntan al bolsillo de jubilados y trabajadores, balances de época, además de polemizar con propios y extraños. En definitiva, todo lo que se discute sobre el final de lo que sea debe ser sometido a la prueba de su permanencia.