La presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su adversaria más vehemente, la diputada Elisa Carrió, tienen por lo menos una cosa en común: no les gusta para nada que alguien trate de "correrles por izquierda". Si bien tanto aquí como en el resto del mundo la izquierda, tanto democrática como totalitaria, se ha convertido en una corriente decididamente minoritaria, repudiada por el grueso del electorado, debido al fracaso de casi todos los gobiernos de dicho signo, en nuestro país las palabras usadas para calificar a los adherentes de otros movimientos, como "derechista", "conservador" y "liberal", siguen empleándose como insultos, lo que plantea ciertas dificultades a los interesados en ubicar a los distintos políticos en el mapa ideológico. Así y todo, mientras que la chaqueña es reacia a entrar en detalles cuando da a entender que es tan "izquierdista" como el que más, o sea, es de suponer, tan solidaria con los pobres, la santacruceña adoptiva acaba de sorprendernos al declarar que lo único que hay a su izquierda es "la pared". De tomarse al pie de la letra tal afirmación, Cristina –una señora que, como tantos peronistas, fue en su momento una menemista fervorosa antes de descubrir lo malo que es el "neoliberalismo" atribuido al caudillo riojano– comparte los puntos de vista, y el código ético, de Joseph Stalin, Pol Pot y otros íconos de la izquierda extrema, pero por fortuna no existen motivos para suponer que a la presidenta le encantaría someter al país a una sanguinaria dictadura colectivista.
Sea como fuere, el que las palabras empleadas para definir las actitudes y propuestas de los distintos políticos se hayan desactualizado hasta tal punto que carecen de sentido, debería motivar cierta preocupación. Aunque no cabe duda de que mucho ha cambiado en las décadas últimas, los analistas siguen utilizando términos que hace casi un siglo comenzaban a ser anacrónicos. Por razones propagandísticas, los comunistas lograron convencer no sólo a sus propios militantes sino también a casi todos los demás de que, no obstante las apariencias, su credo era radicalmente diferente de aquellos de los fascistas del exsocialista italiano Benito Mussolini y del socialista nacional alemán Adolf Hitler. Asimismo, la mayor parte del peronismo, que nació como un movimiento militarista estrechamente relacionado con el fascismo italiano y el franquismo español, consiguió trasladarse hacia un lugar en el lado izquierdo del brumoso territorio ideológico. Lo acompañaron en el viaje virtual el radicalismo y una plétora de agrupaciones menores. De quererlo, podría hacer lo mismo el PRO de Mauricio Macri, pero parecería que los estrategas de la agrupación del dirigente porteño han llegado a la conclusión de que les sería mejor subrayar su supuesta distancia del grueso de la clase política nacional que, sin excepciones, se ufana de su hipotético progresismo.
Regímenes supuestamente izquierdistas, como los de Venezuela, Cuba y Corea del Norte, son en verdad ultraconservadores, ya que luchan denodadamente contra el cambio en nombre de ciertos planteos decimonónicos. Por su parte, los gobiernos de "centroizquierda" que esporádicamente se forman en Europa no tardan en verse "corridos por izquierda" por contestatarios que los acusan de practicar "neoliberalismo". Si bien en la Argentina muchos, sobre todo los kirchneristas, hablan del mismo modo, a esta altura pocos, salvo algunos intelectuales, toman demasiado en serio las manifestaciones de nostalgia por épocas en que las viejas ideologías aún parecían disfrutar de salud. Lo comprenden los precandidatos presidenciales que, según las encuestas de opinión, en la actualidad encabezan la incipiente carrera electoral. No suelen aludir a sus eventuales preferencias ideológicas, ya que les parece más útil insistir en que su prioridad consiste en "solucionar los problemas de la gente", o sea, ser pragmáticos. No extraña, pues, que hayan resultado vanos los esfuerzos por encontrar diferencias ideológicas entre Macri, Daniel Scioli, Sergio Massa y Julio Cobos que, conforme a las encuestas, en su conjunto acumulan el 80% de las intenciones de voto. En todos los casos, pesará más la imagen personal y aquella de la agrupación a la que pertenece, que su eventual compromiso con un ideario determinado, por prestigioso que fuera.
lunes, 18 de agosto de 2014
Una presidenta muy izquierdista
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# Fuente: Editorial Río Negro.-

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