Con una estrategia de defensa que involucró a todo el poder constituido del oficialismo, Omar Gutiérrez enfrió, al menos por un tiempo, la tensión interna que se generó en el MPN a partir de la mirada crítica que inauguró la senadora Lucila Crexell sobre la gestión del gobernador.
Con mayor o menor grado de convencimiento, todos los que tienen cargos electivos de primer nivel pusieron la firma en algún documento más o menos crítico para señalar a Crexell como la manzana podrida del MPN, una acción que por lo desproporcionada asombró dentro y fuera del partido.
Intendentes, diputados y hasta el vicegobernador Rolando Figueroa formaron parte de la estrategia, pero curiosamente quedó afuera de la acción de defensa Guillermo Pereyra, al que algunos le atribuyen, incluso dentro del oficialismo, la responsabilidad de actuar como agente provocador de este episodio. Sucede que el senador, en medio de las explicaciones por el voto dividido del MPN en la cámara alta frente a la ley de blanqueo de capitales, le adjudicó a Crexell una supuesta opinión descalificadora hacia la figura del gobernador, intervención que funcionó como una bola de nieve.
“Pereyra dejó la carnada y se sentó a mirar”, definió una fuente allegada al gobierno que conoce al detalle el entrenado ojo político del veterano referente del MPN y titular del estratégico gremio de los trabajadores petroleros.
El debate que planteó Crexell a partir de este disparador excedió la frontera de la ley de blanqueo de capitales y se metió de lleno en cuestiones más de fondo, como la forma en que el MPN gobierna la provincia y construye su poder. “La reacción del gobernador hay que leerla con preocupación porque es una respuesta desmedida hacia quienes plantean ideas diferentes y piensan distinto”, dijeron esta semana en el entorno de la senadora. “Si a una legisladora nacional le responde utilizando todo el poder del Estado, cómo se comportaría en otros casos con menos protección”, se preguntaron.
La idea de ir “todos contra Crexell” puede haber sido una estrategia útil para el gobierno, medida en tiempos de fugacidad mediática. Sin embargo, no está claro que esa demostración de aislamiento político haya perjudicado a la senadora. Por el contrario, la reacción del gobierno estiró el tiempo del debate, amplificó la voz de la legisladora y hasta despertó solidaridad de género, no dentro de su partido pero sí afuera.
En el gobierno circula otra idea sobre lo ocurrido y se impuso una teoría conspirativa. Existe el convencimiento de que Crexell no se movió sola y para escudriñar alrededor de este asunto se sacudió vigorosamente la alfombra. La solicitada de los intendentes primero y la declaración de los diputados, después, fueron dos pedidos de prueba de amor y, según dijo una fuente oficial, al final del camino “algo apareció detrás” de Crexell.
En el MPN algunos comenzaron a jugar al desconfío y, con o sin fundamento, el gobernador interpretó que hubo un raro movimiento interno al que necesitaba responder con fuerza para apuntalar su gestión.
La relación entre la senadora y Gutiérrez, que no era buena antes de este episodio, quedó resentida. En el fondo ambos esperan un pedido de disculpas que difícilmente llegue; al menos nada de esto sucederá en el corto plazo, teniendo en cuenta el temperamento de los protagonistas.
Para recomponer lo que se pueda del vínculo se abrió un nuevo canal de diálogo, que se desarrolla con bajo perfil. Esa función de mediador la tenía asignada, antes de este enfrentamiento, el ministro de Gobierno Mariano Gaido, pero su gestión no prosperó y la relación con Crexell no concluyó en buenos términos. Ahora hay un nuevo mediador, más político, que ya está actuando. La ausencia de nuevos choques dialécticos demuestra que se comenzó a transitar otro camino.
En el gobierno circula una teoría conspirativa alrededor del enfrentamiento que protagonizó con Gutiérrez la senadora Crexell.
Por lo desproporcionada, la reacción oficial contra la legisladora causó asombró tanto dentro como fuera del partido provincial.
Con mayor o menor grado de convencimiento, todos los que tienen cargos electivos de primer nivel pusieron la firma en algún documento más o menos crítico para señalar a Crexell como la manzana podrida del MPN, una acción que por lo desproporcionada asombró dentro y fuera del partido.
Intendentes, diputados y hasta el vicegobernador Rolando Figueroa formaron parte de la estrategia, pero curiosamente quedó afuera de la acción de defensa Guillermo Pereyra, al que algunos le atribuyen, incluso dentro del oficialismo, la responsabilidad de actuar como agente provocador de este episodio. Sucede que el senador, en medio de las explicaciones por el voto dividido del MPN en la cámara alta frente a la ley de blanqueo de capitales, le adjudicó a Crexell una supuesta opinión descalificadora hacia la figura del gobernador, intervención que funcionó como una bola de nieve.
“Pereyra dejó la carnada y se sentó a mirar”, definió una fuente allegada al gobierno que conoce al detalle el entrenado ojo político del veterano referente del MPN y titular del estratégico gremio de los trabajadores petroleros.
El debate que planteó Crexell a partir de este disparador excedió la frontera de la ley de blanqueo de capitales y se metió de lleno en cuestiones más de fondo, como la forma en que el MPN gobierna la provincia y construye su poder. “La reacción del gobernador hay que leerla con preocupación porque es una respuesta desmedida hacia quienes plantean ideas diferentes y piensan distinto”, dijeron esta semana en el entorno de la senadora. “Si a una legisladora nacional le responde utilizando todo el poder del Estado, cómo se comportaría en otros casos con menos protección”, se preguntaron.
La idea de ir “todos contra Crexell” puede haber sido una estrategia útil para el gobierno, medida en tiempos de fugacidad mediática. Sin embargo, no está claro que esa demostración de aislamiento político haya perjudicado a la senadora. Por el contrario, la reacción del gobierno estiró el tiempo del debate, amplificó la voz de la legisladora y hasta despertó solidaridad de género, no dentro de su partido pero sí afuera.
En el gobierno circula otra idea sobre lo ocurrido y se impuso una teoría conspirativa. Existe el convencimiento de que Crexell no se movió sola y para escudriñar alrededor de este asunto se sacudió vigorosamente la alfombra. La solicitada de los intendentes primero y la declaración de los diputados, después, fueron dos pedidos de prueba de amor y, según dijo una fuente oficial, al final del camino “algo apareció detrás” de Crexell.
En el MPN algunos comenzaron a jugar al desconfío y, con o sin fundamento, el gobernador interpretó que hubo un raro movimiento interno al que necesitaba responder con fuerza para apuntalar su gestión.
La relación entre la senadora y Gutiérrez, que no era buena antes de este episodio, quedó resentida. En el fondo ambos esperan un pedido de disculpas que difícilmente llegue; al menos nada de esto sucederá en el corto plazo, teniendo en cuenta el temperamento de los protagonistas.
Para recomponer lo que se pueda del vínculo se abrió un nuevo canal de diálogo, que se desarrolla con bajo perfil. Esa función de mediador la tenía asignada, antes de este enfrentamiento, el ministro de Gobierno Mariano Gaido, pero su gestión no prosperó y la relación con Crexell no concluyó en buenos términos. Ahora hay un nuevo mediador, más político, que ya está actuando. La ausencia de nuevos choques dialécticos demuestra que se comenzó a transitar otro camino.
En el gobierno circula una teoría conspirativa alrededor del enfrentamiento que protagonizó con Gutiérrez la senadora Crexell.
Por lo desproporcionada, la reacción oficial contra la legisladora causó asombró tanto dentro como fuera del partido provincial.