Los perros chiveros, fieles trabajadores de los arreos - Piedra OnLine

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domingo, 5 de mayo de 2019

Los perros chiveros, fieles trabajadores de los arreos

Por FabiƔn Cares - Especial

En la alta cordillera del norte neuquino, allĆ” donde escasea de todo pero sobran esfuerzos humanos y naturaleza virgen. AllĆ” donde la tradiciĆ³n milenaria del criancero sigue aĆŗn intacta por la perseverancia de hombres y mujeres que, honrando el legado de sus padres y abuelos, le siguen dando batalla al presente y, de la mano de su rico pasado, bregan por continuar escribiendo en el futuro y para las nuevas generaciones la marca indeleble de la tradiciĆ³n criancera.

A su lado la postal siempre muestra un perro chivero, esos compaƱeros, amigos, hijos y guardianes de la vida y del capital del criancero. Animales que soportan estoicamente el esfuerzo de su “trabajo” en los campos de veranada y de invernada por solo “un plato de comida” y un poco de cariƱo.

A esos animalitos fieles y nobles se los encuentran en cualquier puesto, o caminando o corriendo en los interminables arreos por los caminos o quebradas polvorientas o por la dureza y los peligros de las rutas asfaltadas. Ellos siempre van. Ellos siempre vienen. Ellos son la columna vertebral de un piƱo que transita los caminos de la trashumancia. Apenas una orden en voz alta y casi un grito o un silbido alcanzan para que los “chiveros de 4 patas” ordenen el piƱo o apuren a aquellas rezagadas o que erraron el camino. En los arreos por la ruta todos se maravillan por la cantidad de animales que cumplen la proeza de caminar hasta 350 kilĆ³metros de un destino a otro.

Ellos estƔn guardando y resguardando la tropa noche y dƭa de los peligros de la naturaleza animal y humana.

En lo alto de los Vados del Sauce, a unos 4 kilĆ³metros de Andacollo, en el medio de la inhĆ³spita geografĆ­a se yergue altiva una vivienda de adobe con techo de carrizo. Al lado, un rial y todos los complementos que le dan vida al puesto de don Vallejos, un hombre de campo de toda la vida.

Don Vallejos cuenta que son 75 aƱos que lleva sobre sus espaldas. Sus manos y el rostro curtidos dan cuenta de las dĆ©cadas que han pasado poniĆ©ndole el cuerpo a la difĆ­cil vida del criancero. A este hombre, como tantos mĆ”s a lo largo del norte neuquino, lo han acompaƱado en su trabajo muchos perros que reciben el mote de “perros chiveros”. Algunos aĆŗn siguen prestando su incondicional compaƱƭa y otros ya se ganaron el cielo de los perros.

“Tengo tres perritos, son los piones (sic) y los hijos que yo tengo. Ellos saben obedecer bien; van donde yo los mando, no como un hijo, que sale regaƱando”, asegura con una sonrisa. El Ronda, el Guante y el Choco son sus mascotas, sus guardianes, su sostĆ©n en el trabajo y la infaltable compaƱƭa muchas veces en la soledad de los puestos de invernada o veranada. Por eso los cuida, les compra remedios y alimentos y los mima. Al fin y al cabo, los perritos chiveros son parte de su familia y sus compaƱeros de la vida.