Las discriminaciones - Piedra OnLine

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miƩrcoles, 24 de noviembre de 2010

Las discriminaciones


El hogar y la escuela

Las discriminaciones que se dicen en los medios de comunicación no tienen origen en las redacciones, ni en las cabinas de los operadores tĆ©cnicos de radio o televisión, ni en las computadoras portĆ”tiles de los productores, ni en los teclados de los blogueros. Provienen de lugares (supuestamente) mĆ”s cĆ”lidos y de aparente candor familiar: el seno del hogar. Es allĆ­ donde se cuecen a fuego lento las frases mĆ”s crudas con el que se rotula al diferente, al intruso, al extraƱo, al deforme, o al que tiene un apellido espaƱol pero mucha sangre indĆ­gena en su cuerpo: indio de mierda, negro de m…, gitano de m…, judĆ­o de m…, chileno de m…, y los gentilicios apócrifos y despectivos hacia las personas inmigrantes provenientes de paĆ­ses limĆ­trofes: bolita, chilote, paragua, brasuca, acompaƱados de la expresión…‘Vienen aquĆ­ a matar el hambre’.

Los niƱos, que son una esponja y una propaladora de las intimidades que solamente deberƭan ser hogareƱas, transportan con cierto cinismo los dichos proferidos por sus padres. Y es en el patio de la escuela donde la crueldad de la manada encuentra al mƔs lƔbil, al mƔs desvalido, al mƔs desprotegido, al chivo expiatorio ideal: el anteojudo, el desgarbado, el triste, o el obeso del grupo.

Es en esta antesala de la educación, donde los niƱos, pĆŗberes y adolescentes aprenden, a lanzar sus primeros apodos y alias discriminatorios, a construir escarnios, humillaciones, insultos, improperios y deshonras y a practicar el lenguaje racista, segregacionista, y ofensivo: ‘Fuimos a pescar con Bruno, Lucas y el ‘Mono’… dice AdriĆ”n; ¡Llegamos tarde a bailar por la gooorda…! se queja a los gritos la mĆ”s blanquecina y linda del grupo; una alumna que luce desaliƱada, y desorientada ante el caótico sistema educativo, comenta despuĆ©s de rendir la asignatura Lengua Castellana: ‘La vieja de mierda me puso un tres’; y un curso de estudiantes escuchan asombrados la frase que un profesor de inglĆ©s le propina -en espaƱol argentino y con poca pedagogĆ­a escolar- a un alumno de pelo rastafari: ‘Vos sos mĆ”s feo que una patada en los huevos’.

Estos pocos ejemplos muestran con claridad en qué lugar se elaboran y perfeccionan las exclusiones, las injurias, las burlas y el maltrato a los miembros de la sociedad: en la familia, en la escuela, (dos instituciones en crisis) en el espacio público, en el trabajo, y en todos los estamentos de la sociedad.

Chistes xenófobosLa responsabilidad en los medios

Cuando se analiza una expresión discriminatoria en la prensa es necesario hacer una aclaración para algunos que no estén muy atentos al asunto: no se tra-ta de cer-ce-nar la li-ber-tad de expre-sión y de im-pren-ta que tie-nen los me-dios y los pe-rio-dis-tas sino de la obligación de cuidar las formas lingüísticas y evitar así la grafía o el enunciado que produce una ofensa a determinadas personas.

En esto, la premisa mÔs relevante es no quitarle la responsabilidad y la ética que le cabe al medio de difusión, tanto en la hechura como en la edición del material informativo que serÔ publicado.

En ciertas ocasiones los medios incurren en lenguajes racistas, discriminatorios, ofensivos o segregacionistas, y esa incorrección puede tener origen en numerosas causas, entre ellas: el desinterés, la pereza, el desconocimiento, la ignorancia, la despreocupación, la imprudencia, la negligencia, y la política editorial.

Con frecuencia, los cuatro primeros factores producen en la prensa una transcripción de las discriminaciones que portan las noticias que provienen de la calle o de las conversaciones que se gestan en los espacios públicos. Son informaciones que no reciben el tratamiento y la edición necesaria para evitar la ofensa. Es el caso del funcionario que informa en una entrevista radial que se han efectuado infracciones a una familia de gitanos, mientras el entrevistador asiente con la misma palabra. Ello significa que existe un desconocimiento o falta de interés en saber y aprender en qué contexto periodístico es correcta o no dar a conocer la etnia de los contraventores. Si la condición gitana, cíngara, rom o romaní de una persona no es el pilar principal de la cobertura periodística, no hay motivo para mencionarla en las noticias.

Sin embargo hay otros casos donde los motivos son la imprudencia o la negligencia del redactor, periodista, corrector o editor en el tratamiento de la información. Son las noticias que el medio de comunicación recibe de las instituciones estatales y donde el periodista cita la fuente, creyendo que se quita de encima el lazo de la responsabilidad. El tĆ­tulo en la portada de un diario: ‘Conmoción. Una mujer boliviana fue asesinada de un disparo…’, es ofensivo para la vĆ­ctima y los familiares, ya que dar a conocer el paĆ­s de origen de la damnificada no aporta nada relevante a la noticia. Porque con ese criterio, y para ser equitativo con todos, la prensa deberĆ­a titular: ‘Murió un albaƱil chileno al caer de un andamio’; ‘Un empresario judĆ­o fue secuestrado anoche’; ‘El municipio decomisó mercaderĆ­as a vendedores ambulantes bolivianos’; ‘Un turista holandĆ©s mató a un piloto en vuelo para suicidarse’, o ‘Se quitó la vida una mujer argentina al arrojarse desde el piso decimotercero’, etcĆ©tera.

No obstante, el tercer mecanismo es el mÔs reprochable de todos. EstÔ relacionado con la política editorial del medio de comunicación, el cual permite a sabiendas, el desprecio, el insulto, el agravio, la discriminación, y la ofensa, con el fin simple de captar la atención del lector, oyente o telespectador, incrementar la cantidad de consumidores y aumentar las ventas de la publicidad.

Xenofobia con inmigrantes son espacios donde el editor del medio permite que los conductores de programas audiovisuales se expresen con palabras groseras, y estimulen y admitan de sus interlocutores respuestas con un lenguaje soez, hostil y discriminatorio. ¿Por quĆ© una panelista de un programa de TV ventila muy suelta de cuerpo que fulano de tal es ‘gay’?

Porque la mayor parte de la población en la Argentina esta sedienta de espacios de entretenimientos triviales, banales y tontos, donde el chisme y el rumor de la vida de los falsos artistas y personajes de poca monta que deambulan por los medios, ocupan el tiempo que la casa y los miembros de la familia necesitan para interactuar y comunicarse. ¿Por quĆ© un conductor de tevĆ© denigra a una de las columnistas de su programa, al confesarle a la audiencia que ella le practicó una fellatio a un mĆŗsico britĆ”nico que estuvo en la Argentina?

Porque la gran demanda del público obnubilado estÔ relacionada con los contenidos superficiales y sensacionalistas, la vida de los personajes de la política, el espectÔculo y el deporte, y los programas de televisión que hablan de otros programas de televisión que se han ocupado de otros programas de televisión. Es allí donde se aprovecha el show para violar el derecho a la intimidad, y la dignidad de algunas personas. Donde la burla y el chiste no pueden encubrir que ciertos programas se hallan en mal estado, no aptos para el consumo humano. Es aquí donde los organismos del Estado deberían sancionar a las empresas periodísticas que, protegiéndose en los gustos del público, discriminan, ofenden y marginan a ciudadanos que carecen de los elementos adecuados para protegerse.

Como habrĆ” visto en estas lĆ­neas, no se trata de informaciones inexactas, de escritos que pueden enmendarse (parcialmente) en el espacio ‘Fe de errores’ de un diario, sino de personas que han sido afectadas por el tratamiento de las noticias, de ciudadanos que son ofendidos o daƱados por la discriminación involuntaria o irresponsable de algĆŗn periodista o editor de un medio de comunicación, de vĆ­ctimas que casi nunca son resarcidas por los perjuicios ocasionados, y de gentes que jamĆ”s serĆ”n acreedoras de un derecho de rĆ©plica.

Por ahora, nuestro lenguaje cotidiano -tanto en el hogar, la escuela, el trabajo como en los medios de comunicación- nos delata algo intolerantes, discriminatorios, racistas, segregacionistas, xenófobos, ofensivos y de malos proceder, aunque la vulgaridad de las relaciones sociales, la sobre información, y la velocidad de las comunicaciones, no permitan detectar la letra chica de nuestros desprecios.

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